Muchas veces, independientemente del grado de inteligencia y nivel de escolaridad, se nos hace extremadamente difícil romper con concepciones pre aprendidas e impresas en nuestro cerebro como verdades absolutas. El poder mediático nos pinta imágenes falsas de la realidad para acondicionar nuestras mentes a no dudar del indiscutible poder de Estados Unidos cuando el hecho es que en muchas ocasiones ese poder es más aparente que verdadero. Tomemos un ejemplo, los políticos estadounidenses hablan y la prensa repite que la comunidad internacional tomó tal decisión, va a tomar medidas o se prepara contra esto o aquello. Sin embargo, no es la comunidad internacional el ejecutor, ni nada por el estilo, sino un conglomerado de países: la Unión Europea, Canadá, Australia, Reino Unido y Japón quienes se autoproclaman la comunidad internacional cuando apenas representan un 12% de la población mundial y un 18% de la superficie terrestre del planeta. Esta es la manera en que el poder mediático nos distorsiona la realidad para hacernos creer que los que hablan son el mundo cuando en verdad son una fracción del mundo. El hecho mismo de que el gobierno estadounidense necesite apoyarse en la OTAN o en la Unión Europea para convalidar sus políticas, es prueba irrefutable de la pérdida de influencia a nivel internacional.
 
Nos imaginamos que Estados Unidos es lo máximo en la planificación e inteligencia, sin embargo, cuando observamos las ejecutorias de la cúpula de poder no es difícil concluir que los intereses políticos a corto plazo tienen preeminencia sobre los intereses nacionales a largo plazo y, que en muchos aspectos, en la toma de decisiones la especulación e improvisación reemplazan el análisis científico y la planificación. Todo el panorama político estadounidense es indicativo de que el conjunto del sistema gubernamental, incluyendo los altos mandos militares en constante competencia por posiciones de poder y fieles a los gobernantes de turno, está inclinado más que a un plan nacional, a responder a los intereses inmediatos partidistas; intereses que a la vez responden a las instrucciones que les dan los cabilderos de la industria bélica, petrolera, financista y, de cuando en cuando, a los sueños mesiánicos de algún presidente.
 
No es necesario ser un superdotado para darse cuenta del gran número de decisiones erráticas, tanto políticas y geopolíticas como económicas y militares, que han tomado y siguen tomando los llamados estrategas nacionales, políticos y demás funcionarios en los altos puestos gubernamentales. Decisiones tomadas a la ligera, en las cuales la nación como tal no juega ningún papel relevante, cuyo único objetivo es asegurar las fabulosas ganancias inmediatas de los grandes intereses corporativos mencionados. Aumenta la inflación, el pueblo se empobrece, pero al mismo tiempo aumenta exponencialmente la venta de carburantes, armamento y se apoderan de las propiedades, divisas y reservas de oro de Rusia. Simultáneamente, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial de desarrollo y el Banco Central Europeo hacen su agosto prestándole a los gobiernos para que cubran sus déficits presupuestarios.
 
Para mencionar algunas de estas decisiones, bástenos los siguientes ejemplos: las invasiones militares en el Gran Oriente Medio y su total fiasco. Fracasaron en Irak, Libia, Siria y vimos la aplastante derrota que sufrieron en Afganistán. Otras fueron las sanciones contra China tomadas a sabiendas que los productos chinos por su bajo valor servían de amortiguador a la inflación. Otras fueron las medidas tardías de la Reserva Federal para contener la inflación. Así también, la retirada unilateral de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC)​ con Irán y el daño que le infligió a la credibilidad del gobierno norteamericano. Otras tantas han sido las sanciones desacertadas contra Rusia cuyo efecto es como si se las impusieran contra sí mismos. Qué decir de las últimas sanciones contra las exportaciones del oro ruso cuyos resultados serán totalmente contrarios a lo que esperan. Una disminución de la oferta de oro en los mercados occidentales repercutirá positivamente en el valor de un rublo anclado al oro y negativamente en el valor del dólar y, por ende, será un nuevo acelerador de la inflación.
Por otro lado, los estrategas de guerra del Pentágono empujados por la industria militar y energética, aprovecharon la estrecha relación del Presidente Biden con la industria petrolera y la débil probabilidad que tiene éste de ser reelegido, para empujar a Rusia a una confrontación. Su objetivo principal es aumentar la venta de armamentos, carburantes, gas licuado y petróleo, pero encubren sus verdaderas intenciones vendiéndole la idea a los dirigentes nacionales  europeos de que pueden interrumpir el desarrollo de Rusia y China y restaurar la hegemonía geopolítica perdida; idea absurda y pretenciosa puesto que a estas alturas es imposible de recuperar. Como ya lo estamos percibiendo, las sanciones, aunque momentáneamente benefician a las compañías energéticas y armamentistas nacionales y europeas, a largo plazo tendrán efectos catastróficos tanto para el mismo pueblo norteamericano como para el resto del mundo.
En los pasados días escuchamos a los vociferantes líderes occidentales anunciar que le van a imponer topes de precios al crudo ruso –Hilarante ridiculez–. Los países europeos necesitan con urgencia el gas y el petróleo ruso y le van a decir a Rusia, “
“A este precio me lo tienes que vender.,” cuando le basta a los rusos cerrar el grifo para que  el valor del barril de petróleo se duplique. Debemos entender que todo esto sucede a pesar de que las recomendaciones de exoficiales de la Fuerzas Armadas, economistas de renombre, científicos, investigadores y muchos otros especialistas repetitivamente han expuesto el porqué estas acciones son contraproducentes para las economías de los mismos países que las imponen.
También es significativo observar como los dos partidos nacionales, Demócrata y Republicano, son indiferenciables en la ejecución de las políticas tanto internas como externas, y mucho más significativo es ver como en las últimas décadas se hace más obvia la mediocridad intelectual de los gobernantes de Estados Unidos: Reagan, Bush hijo, Trump, Biden, son algunos ejemplos. Reagan mencionaba un país y no sabía de que país hablaba, Bush hijo declaró el final de la guerra en Irak cuando apenas estaba empezando, Trump se sorprendió cuando descubrió los muchos países que había en el mundo y Biden, ni hablar, hasta come con la cuchara al revés. Hace unos meses en su discurso del Estado de la Unión confundió a los ucranianos con los iraníes cuando dijo: “El presidente ruso Vladimir Putin puede cercar Kíev con tanques, pero nunca ganará los corazones y las almas del pueblo iraní.” Al parecer el Presidente está añorando lo que nunca ha podido hacer el imperio que representa; ganar el corazón del pueblo iraní.
Debemos mencionar además que en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), independiente del control que Estados Unidos ejerce sobre sus miembros, las contradicciones que existen en su interior son extremadamente volátiles; contradicciones que se agudizarán y explosionarán tan pronto la población de cada una de esas 30 naciones empiece a sentir en la piel, estómago y bolsillo las sanciones impuestas a Rusia y a otros países. Como ha quedado meridianamente claro, las naciones europeas no sólo necesitan de Rusia el combustible; necesitan asimismo el trigo, madera, platino, paladium, oro... y más importante aún, necesitan de la población rusa para que compre sus productos.
 
            Son muchos los indicadores que apuntan a la decadencia y pérdida de hegemonía geopolítica del imperio norteamericano. El crecimiento económico-militar y la influencia extraterritorial de China, Rusia, India e Irán, son algunos de ellos. Las inversiones de China en Latinoamérica superan por mucho a la norteamericana. China es el primer socio financiero de 147 naciones y reemplazó a Estados Unidos como principal socio comercial en Brasil, Chile y Perú. Los presidentes de México, Argentina y Brasil, impensable en el pasado, desoyendo las directrices de Washington, se reunieron con el presidente de Rusia y firmaron un paquete de tratados bilaterales. El gobierno de El Salvador, sin ser de izquierda y tradicionalmente sumiso a las políticas de Washington, exige a los congresistas gringos el respeto a la soberanía nacional. Otros importantes indicadores son el resurgimiento y surgimiento de gobiernos de tendencias de izquierda en Argentina, México, Chile, Honduras, Colombia y el posible triunfo de Lula en Brasil y el poco respaldo que han tenido las sanciones contra Rusia en los países africanos, latinoamericanos y asiáticos. Sin lugar a duda las áreas de influencia geopolítica de Estados Unidos se reducen a pasos agigantados y es cuestión de una o dos décadas para que China con los demás países del BRICS, con aproximadamente el 40% de la población mundial, sean los que dicten las reglas de juego en el comercio internacional y por consiguiente en la política.

Los debates sobre el imperialismo reaparecen al cabo de una sinuosa trayectoria. Durante la primera mitad del siglo pasado, ese concepto fue muy utilizado para caracterizar las confrontaciones bélicas entre las grandes potencias. Posteriormente quedó identificado con la explotación de la periferia por las economías centrales, hasta que el auge del neoliberalismo diluyó la gravitación del término.

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Colombia ha sido el principal aliado de Estados Unidos en Suramérica. Principal bastión y cabeza de playa para hostigar al gobierno bolivariano de Venezuela. Habiendo sido el país con los gobiernos más incondicionales a las pretensiones hegemónicas imperiales, se convirtió en una especie de brazo ejecutor de sus políticas en la región. ¿Ante el temor de perder a su indiscutible aliado, dejará Estados Unidos gobernar a alguien con el historial de Petro sin ponerle grandes y peligrosos obstáculos?

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Muchos historiadores y analistas políticos y económicos plantean que el imperio tiene una capacidad inagotable para renovarse y por tanto para superar las crisis. Estas personas, al igual que aquéllos que corren a recoger peces al retirarse las olas durante un tsunami, no entienden que lo que llaman capacidad de renovarse no es otra cosa que pequeños lapsos en el advenimiento de la gran crisis que se avecina. El imperio ha agotado todas las posibilidades de contrarrestar su decadencia, incluyendo la militar. Ninguna renovación podrá restablecer su poder hegemónico mundial.

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Sin lugar a duda, Estados Unidos es la nación más poderosa del mundo en términos armamentísticos, en alianzas militares y en el número de bases militares alrededor del planeta; 800 bases en unos 70 países y una alianza, la OTAN,  integrada por 29 naciones. Sin embargo, lo que parece a simple vista como una gran ventaja estratégica, paradójicamente, en términos circunstanciales, es una desventaja. La súper expansión tiene sentido cuando sobran los recursos para sostenerla, pero cuando se está en declive con una contracción económica de larga duración como la que sufre el imperio estadounidense, es insostenible. Situación que se agrava más todavía cuando entra en juego de manera simultánea una inflación creciente que obliga al gobierno a aumentar desproporcionalmente el presupuesto militar en detrimento de la sociedad en su conjunto. Experiencia similar ha sido una de las causas principales de la caída de los imperios. Aquí aplica el refrán popular, “El que mucho abarca, poco aprieta.”

 

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El 29 y 30 de junio se celebra en Madrid la cumbre de la OTAN, cuyo objetivo es aprobar lo que llaman nuevo Concepto Estratégico 2022, con el que la alianza militar imperialista prevé incrementar todas sus capacidades militares, sean nucleares, convencionales o cibernéticas. La OTAN, el aparato imperialista contra los pueblos, se rearma por la confrontación militar, contra actores estatales o no estatales, en cualquier región del mundo.

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La mejor manera de palpar lo que piensa y siente el pueblo respecto a los políticos y administradores coloniales, es escuchando sus expresiones. Por ejemplo, “todos los políticos roban”; por lo tanto, si todos los políticos roban, podemos deducir que todos son corruptos. “Todos los políticos hacen falsas promesas”; por consiguiente, todos son mentirosos. “Los políticos son mañosos”, en consecuencia son tramposos. “Los políticos sólo persiguen el voto”; por ende, todos son manipuladores. “Los políticos sólo buscan treparse”... En resumen los políticos apelan al engaño, la mentira, la trampa y la corrupción solamente para su propio beneficio.

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