El cielo estaba repleto de nubes de distintas formas y colores. Toda una nueva cepa de niños se agrupaba en el batey en espera de la cacica para escuchar las historias de los dioses, cercana su temporada de castigo a la isla; mientras, algunos naborias, les servían bocaditos de casabe a los niños. La variedad de nubes en el cielo era perfecta para la clase que les daría a los pequeños; entre los que se encontraban los inquietos Urayoán y Yolacaona.
Arrrggg, trummmm, traaaaas, yo soy Guataubá, el dios de las centellas y los truenos, decía Urayoán. Mientras, Yolacaona afirmaba ser la temible Juracán.
-Sálvese el que pueda de mis largos brazos furiosos, gritaba Yolacaona.
-Cállense, que ya viene la cacica con una cesta de arena y una vara de guayabo. No se muevan. Quédense quietos ya.