La arena estaba caliente a pesar de que la planta de mis pies está acostumbrada a estos trópicos. A lo lejos la laguna promete cangrejos. Más allá el mar con otras orillas. Recuerdo esas  costas, las fiestas bajo la luna. Mis aretes, mis paños al viento, el sonido del tambor, el sudor, el baile, la brisa, la dicha.

Después el viaje, la sal, el sol, el mar infinito, la luna y esta orilla. Huir, hacerme invisible entre los mangles, correr hasta sangrar. Hoy todo me es familiar  ya estoy aprendiendo su acento al hablar y al andar. Conozco esta tierra y sueno con la otra. En el día trabajo de sol a sol y en la noche, busco soñar con mi otra tierra. Busco soñar con mi gente y su amor. Mi madre, su olor, su sazón, sus guisos, sus ganas de vivir. Por las noches busco el sonido del tambor  y el fuego para acurrucarme y descansar.

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A Emilce Strucchi

Andar, andar ligero, seguir…
leer o no un diagnóstico, no altera sus colores:

El silencio blanquea la vida, la muerte
y me visto de negro limpio y prolijo
mientras Van Gogh revoluciona las siluetas
como yo mi destino.

Pregunto al manual de autoayuda: 
si habrá distintas categorías de suicidas,
si esta avalancha de recuerdos ahuyenta el destino,
si tan sólo puedo evitar sentir hambre o la angustia de engordar,
tal vez encuentre el póker de ases que temo abrir.

Llevo un pesado cargamento de piel:
de memorias rescatadas, otras perdidas,
de ternuras necesarias,
de pérdidas, dolores;
para construirme y reconstruirme 
parada tras parada asomada desde un vagón.

Podría bajarme, rendirme, dejar de andar,
pero huyo de la insignificante libertad del miedo
y respiro la libertad de las decisiones,

sobrevivir de cuerpo y alma.

2007


Crédito foto: Elodie Hunting Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons.


Sentado frente a la entrada de los baños públicos, pensaba en los años que tejían su existencia con aquel lugar. Abandonó la idea de cuantificar. Era suficiente con saber que aquellos bancos habían sentido sus nalgas centenas de veces. Suficientes como para ayudarlo a bosquejar un fugaz croquis de su vida en la ciudad.

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La policía llamó a mi padre y me llevó a la casa dándome un sermón por el camino. Días después del incidente, en la vista preliminar, el juez archivó el caso porque los dueños de los establecimientos retiraron los cargos. Empecé a vivir una vida normal como todo el mundo. Pero sentía que me faltaba mi razón de vivir.

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La derecha no tiene nada que temer.

Los que denunciamos sus agrandados poderes

y sus impunes desmanes somos mucho más

hábiles y eficientes cegando la siembra

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El género, a lo largo de la historia, se ha constituido como uno de los elementos de mayor control social. Por tanto, el género se ha convertido en aquello que dicta la norma, y se ha construido de acuerdo a los discursos sociales atados, en su mayoría, al discurso de la masculinidad hegemónica. Foucault trabajó un análisis sobre las relaciones de poder en la sociedad donde se detectan diversidad de instituciones sociales que regulan las dimensiones privadas de los seres humanos donde, sin duda, se incluyen las manifestaciones de la sexualidad y el género.

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