Hay una hermosa película española que se titula Los lunes al sol (Dir. Fernando de León Aranoa, España, 2002) que cuenta la historia de unos obreros del puerto de Vigo, España, que se quedan sin trabajo cuando los astilleros cierran. Es sin lugar a dudas una historia triste, de vidas tristes y de un futuro lleno de tristeza. ¿Por qué? Porque en la gran lucha histórica entre el capital y las formas múltiples de valor de cambio, el valor-trabajo, ese que se representa por una persona llamada obrero u obrera, siempre estos últimos tienen la peor parte en la conversación. En particular, porque el eslabón de las fuerzas sociales de producción, donde en la teoría clásica del marxismo, el hombre y la mujer se ven obligados a vender su fuerza de trabajo, la relación con el comprador, sea el burgés o el capital corporativo, siempre es desproporcionada. En otras palabras, el capital siempre gana.