Bajo el olmo quebrado cuyas viejas ramas aún adornan el zaguán de la casa del viejo Broderick, Sebastián Armando se aprestaba a escuchar la vieja ópera O' Sole Mío. Broderick gustaba de escucharla al amanecer para recibir el sol. De seguro si el cascarrabias de Broderick se hubiera enterado de la existencia del oyente furtivo, detenía la música. Pero hasta ese día nunca se había enterado. Sentado en el piso y recostado en el olmo rodeado de lirios, el viejo Sebastián se quedaba a dormir desde la noche anterior y despertaba para escucharla. No era el mejor sitio para dormir en la calle, pero tampoco el peor.

Allí lo encontró Tamara quien llegó con una hogaza de pan y un pocillo de café puya en vaso de cartón.

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Hoy, 11 de septiembre de 2021, confieso que llueve a cántaros, con rayos y centellas. En la montaña, el día amaneció oscuro y triste, quizás recordando que hace veinte años, miles de personas inocentes murieron por la ineptitud de los líderes de un imperio, que se ha autoproclamado el salvador del planeta. Hoy el cielo llora por las miles de víctimas, que estaban en las Torres Gemelas, que ya no existen.

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Soy el uno, el que suma dividendos

de los ismos endeudados

y en mi cuna de oro no cuenta la heredad del 99,

ni su mesa, ni su alterada semilla de mostaza.

Sus caminos pobres yacen

en libros soñadores de frutos mágicos

y noches de amantes imantados

en fiestas de gatos simbióticos.

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Estos son los primeros rayitos de sol tomados desde mi balcón esta mañana como a las 7:30 am. Llevo semanas tratando de capturar un amanecer puro y las nubes no me lo permiten. Es el invierno veraneado de mi Puerto Rico que hace que nos despertemos más tarde y que muchas personas asocien las celebraciones navideñas con un estado anímico particular y algunos hasta se depriman.

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Hoy me uno al recuerdo de la tierra del indígena con la mente del aborigen en su areito, una noble raza que habitó esta isla, a ese espíritu desaparecido. Al polvo de más de cinco siglos de invasión, ultraje, esclavitud y abandono. Me siento en comunión con el espacio espiritual del Taíno y lo celebro con un canto a su memoria.

 

Canto I

 

Te imagino bajo las noches transparentes 

midiendo el tiempo por venir.

 

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La Caperucita Roja no es tan inocente como aparenta. La abuela le echó un sortilegio, para protegerla del feroz lobo, que quería atacarla. Pero, el mamífero, no contaba con que la traviesa Caperucita, rompió el hechizo que su abuela le hizo para protegerla de todo mal.

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