Bajo el olmo quebrado cuyas viejas ramas aún adornan el zaguán de la casa del viejo Broderick, Sebastián Armando se aprestaba a escuchar la vieja ópera O' Sole Mío. Broderick gustaba de escucharla al amanecer para recibir el sol. De seguro si el cascarrabias de Broderick se hubiera enterado de la existencia del oyente furtivo, detenía la música. Pero hasta ese día nunca se había enterado. Sentado en el piso y recostado en el olmo rodeado de lirios, el viejo Sebastián se quedaba a dormir desde la noche anterior y despertaba para escucharla. No era el mejor sitio para dormir en la calle, pero tampoco el peor.
Allí lo encontró Tamara quien llegó con una hogaza de pan y un pocillo de café puya en vaso de cartón.