Cuando caminaba por su casa, en el pasado mes de agosto, solo se me ocurrió hacerle una pregunta. En su fuerza que ahora es fragilidad, uno de los más grandes escritores del caribe aún con vida, Earl Lovelace (T&T, N. 1935), y ante mi cámara irrespetuosa, le pedí que me descifrara el misterio de su cuento. ¿por qué la inmigración Yankee, arrestó a Joebell en Puerto Rico? Muy sencillo, porque al pronunciar la letra Z del abecedario lo hizo como un Westindies, y no como un Daddy Yankee.
Son películas que marcaron mi generación. Cuando la vi por primera vez, pensé que su actor principal era hijo directo de Dios. Ahora que veo la película casi cuarenta años después, pienso que es hijo de Satanás. Usted dirá, yo he dicho.
Once upon a time in America (Dir. Sergio Leone, EE.UU, 1984) es un clásico del cine americano. Un clásico por todas y todos los actores que la película actuaron, en particular Robert de Niro, en un momento inicial de su prolongada y exitosa carrera.
La fui a ver por conocer el nuevo proyecto de ese súper actor que todo el mundo que se convierta en el primer Jaime Fianza, de color negro. Es decir un afrodescendiente de origen africano-europeo, que cautiva a todas. Sobre todo a la boricua y al boricua promedio.
La fui a ver por la curiosidad de ver al Conejo Sin Vergüenza. En particular, porque mientras nosotros no tenemos luz eléctrica, él abre un restaurante en Miami, para siempre pasarlo alumbrado. Y cuando a él le cochan el coche de $3 millones, nosotros tenemos que andar en bicicleta para ir a trabajar por carecer de dinero.
No pensé que fuera una película tan compleja. La vi y me pareció trillada, confusa y llena de referentes incorrectos. Eso fue lo que este hijo educado, profundamente africanista, pensó aunque luego en la lectura e investigación de la película, descubrí que se trata de un trabajo excepcional.
Si ya lo dije, fui a verla por el actor, pero también por la actriz. Son dos de mis actores y actrices favoritos. Son gente chévere, y ella en particular, donde trabaja, la pega. Ahora bien, descubro una película que me maravilló. Eso hace una diferencia.
Three thousand Years of longing (Dir. George Miller, EE.UU. 2022), es la historia del genio en la lámpara. Algo así como una versión retro presente de Mi bella genio que existió entre 1965 y 1970. Con esto en mente, uno ve la película de Miller, quien es un genio del cine americano, y descubre que puede hacer trabajos tan complejos como Mad Max (Dir. George Miller, EE.UU.-Australia, 20215), como también esta hermosa película sobre el genio.
Son películas que uno no debería de ver, pues incitan a un mundo no ético a partir de las ejecuciones extrajurídicas que organiza el estado por vía de su Agencia Central de Inteligencia (CIA); y por otro lado, que contraviolencia, la de los operadores que son utilizados por la agencia, es peor aún. Se trata de una película sin futuro, por lo pronto ético, alguno.
Benicio del Toro es un héroe nacional. Será porque “janguea” en el Viejo San Juan, como uno más, sin grandes pretensiones. O será porque en el verano del 2019, participó y opinó, pero no fue protagónico. Nuevamente, uno más. Pero, de mi parte, apunto que es un héroe nacional, porque ha sabido trabajar en la industria de cine de los EE.UU., escogiendo bien sus personajes, y pretendiendo ser un tipo siempre muy destacado.
