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altEpístola del Caribe

El 5 de agosto de 1816 las playas de Vieques, robustas en silencio, esperaban el anclaje de un bergantín llamado El Indio Libre, que mucho más que la nobleza del nombre, albergaba a una tripulación saturada de hambre y cansancio. El silencio es el silencio, dijo alguna vez Samuel Beckett y en ese mismo territorio, El Indio Libre, llegó en un silencio eficaz e indetectable por las tropas españolas, en aquel Borikén adscrito a la Gran Metropoli. Sus miembros, pertenecían a una complicada comisión libertadora de expedición en Haití. Del ideal a los brazos, esta tripulación estaba comandada por un hombre en soberbia mocedad, intrépido, visionario, que recogiendo voces de cada uno de las tierras ocupadas por el tirano iba levantado una sola América. Esa madrugada del 5 de agosto de 1816, en las playas de Vieques, repito, anclaba su huella más allá de toda memoria, Simón Bolívar, El Libertador, que en ese entonces tenía 33 combativos años fugitivo entre el duermevela, la sangre, los gritos de la pólvora, la paz de Manuela Saénz, y la guerra de los hombres.

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¿Cómo ahora enviar el mecánico rescatista para arreglar el avión en pleno vuelo? El avión está repleto con gente llena de sentimientos, también de esperanza, aún. Si fuéramos un pájaro silvestre sería mejor porque tendríamos alas propias. Orden natural. Existe, también, la insanidad para crear y soñar más allá, pensando que puede ser posible.

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Escucho soledades que se desvisten

Y se revisten con los olores de un cadáver.

¿Acaso un cráneo no es más hermoso que la piel que lo grapa?

Unos dientes afilados son más sinceros que unos labios carmesí.

Teñir las carnes es como hacer uva de vino.

Hasta vino amargo es más vino que tu carne, carne.


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Algo amargo, crujiente, pero sabroso… Almorzar solo no es tan malo, puedes disfrutar bajo la sombra un árbol, ver a todos ir y venir, tampoco hay cacheteros a la vista esos de dame una probaíta… Bueno, quizás echo de menos las conversaciones, ahora nadie me escucha, ni las tres chicas que se reían con mis historias en aquel banquito, es curioso ahora me ignoran o huyen. ¿Por qué? Será que he cambiado un poco desde el día que conocí los demonios del paraíso…

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