a Carmelo Rodríguez Torres
Más que la confesión final de un sentenciado a muerte, parece una parejería de muchacha malcriada obstinada en contrariar a la sangre de su estirpe, fundadora ésta de una industria emblemática de la modernidad puertorriqueña: el cemento. “Soy una anarquista literaria irredenta y a orgullo lo tengo. Creo que es la pasión por la libertad lo que me ha hecho ser escritora. Escribo en español y en inglés precisamente porque el bilingüismo está proscrito en Puerto Rico. Y a mí, desgraciadamente, basta que me prohíban algo para que inmediatamente me empeñe en hacerlo. Considero las prohibiciones que responden a los fanatismos políticos y religiosos como un reto. Cada vez que traduzco uno de mis libros al inglés, siento como si me quitara una mordaza. ¡Y estoy afirmando mi derecho a escribir en el idioma que me dé la santa gana! Si pudiera también escribir en chino y en francés, me sentiría todavía mejor”.