Este es un cuento del hermano de Luis Palés Matos, muy interesante, que trata el tema de los mosquitos. “La aventura de Fray Gonzalo”, de Vicente Palés Matos del libro Viento y Espuma (San Juan, Puerto Rico 1945)

De la Hispanola llegó Fray Gonzalo de Betanzos a casa del adelantado Ponce de León en Caparra, a principios del año 1519, delegado por los Padres Jerónimos para que – “ficiera una narrapcion de lo acomptecido con los indios; del trato d’ellos por los crisptianos e del modo de mover a los moradores d’esa Isla la Sancta Fe Católica.”

Su aventura en la parte sur del Boriquén, memorial que los Oficiales Reales de Sanct Xoan remitieron a Fray Pedro de Mora, General de la Orden, jamás fue dada a la publicidad. La extraña información de los indios que acompañaron a Fray Gonzalo – incredibile dictum- no está corroborada en muchos puntos, y daba margen para que los detractores de la congregación la mirasen con suspicacia y duda, sospechando el fracaso del Hermano bajo aquel lance con el Enemigo. Roídos los pergaminos y la letra borrosa y casi ilegible, hube de hacer esfuerzos inauditos para recomponerla. Conociendo, como pretendo conocer, el corazón humano, he añadido lo que necesariamente tenía que añadir.

Fray Gonzalo, según reza el cronicón, era de elevada estatura, de vivos ojos azules, demacrado de cuerpo y algo picado de viruelas. Ponce de León reunió, cerca del arroyo cenagoso que se tenía junto a Caparra, a la Justicia Mayor Sancho Velásquez, al contador Sedeño, al escribano público Juan de Soria y a varios oficiales del Consejo; y luego de breve consulta, entregó a Fray Gonzalo seis indios naborias, dos yeguas, y una campañilla de plata para que en la soledad del bosque congregara los infieles a la misa.

Una mañana partió el fraile hacia la montaña. Los indios que le acompañaban iban a su lado a pie. Cabalgaba desde el alba hasta que la sonochada se enredaba entre los árboles, seguido de la otra yegua, cargada con los bártulos dispuestos por el santo jeronimita. Cuando se hundía el sol, encendían, los isleños una fogata y dormían hasta que el primer venablo de la aurora hería el cielo disfanizado. Apenas comenzaba a decorarse el orto y matizarse de rosicler, Fray Gonzalo elevaba la cruz que le pendía del cuello, sonaba la campanilla y decía misa en el bosque. El cielo era su altar y el “camuy” le servía de sagrado ostensorio. Los aruacas, que habían aprendido a persignarse, arrodillábanse junto al fraile, y se daban fuertes golpes en el pecho en demostración de un ardiente celo religioso. ¡Era una vida sencilla y pía, que llenaba el Corazón de Fray Gonzalo de arrobo y de paz! Comían de las frutas silvestres, bebían en los arroyuelos, y al amparo de las ceibas oraba el fraile, vuelta la mirada hacia el índigo del “turey”. Debía haber muy pocos indígenas porque, aun a los tres días de constante caminar, ninguno había acudido a la llamada argentina y persistente de la campanilla que agitaba el jerónimo.

¡Vida de tranquilidad y bienandanza aquella! Cuando el bosque se incendiaba de luz, Fray Gonzalo sentía arder en su pecho el compasivo amor que de niño profesaba a la naturaleza en sus seres inquietos y diminutos, agazapados en los escondrijos de tierra, y en los habitantes de pluma que cantan al Creador desde la copa de los árboles centenarios. La paz de la selva evocaba en su espíritu el recuerdo del sereno reposo de los campos de La Mancha, de donde procediera. Sobre el desmesurado campo manchego descendía la noche clara y ni el más leve ruido sacudía las dormidas llanuras; en el bosque virgen filtraba la tibia sombra tropical, desde el cielo estrellado, y era idéntica la nostalgia que lentamente se ovillaba en su Corazón. ¡Días de amor por las cosas que desde la niñez aprendiera a querer tanto! Derribado a la sombra de los tabonucos, mientras parloteaban en lo alto las cotorras y guacamayos, seguía con ojos compasivos la tropa gris de las hormigas, para sentir perfecta y definida la obra del Oculto Hacedor, rebalsándosele el Corazón de una avasalladora ternura para cuanto ser poblada el planeta. Llamaba “hermanos” a los gusanos de luz, a los escarabajos y a los pájaros cantores. Los aruacas se miraban estupefactos los unos a los otros, y cuando el piadoso varón no los observaba, aplastan los bicharracos escurridizos que les salían al paso, mientras reían estrepitosamente.

-Creación perfecta – decía el padre comisario en alta voz.

Diariamente daba gracias al Señor por haber enviado, para alegrar la soledad del Hombre, a todas aquellas caprichosas formas animadas, y si se topaba con alguna crisálida en la hojarasca, la recogía con cuidado sumo y depositaba, bajo la luz solar, en el linamen* protector.

Al quinto día, desde la cima de la Montaña, divisaron la superficie bruñida del mar de la costa sur. Los naborias se adelantaron y el fraile quedó el último. De súbito, el monje se apeó de la yegua para recoger una mariposa que con un ala partida daba saltos entre los yerbajos. Tomó en sus manos el lepidóptero, y elevando la sombra de un personaje patizambo y rostribermejo que la miraba con pupilas zalameras.

-Perdonad, padre mío – comenzó diciendo el forastero – si interrumpo vuestras meditaciones, pero no me pude reprimir al contemplar vuestra obra vana…¡Y aquí me tenéis!

Movía, mientras hablaba, “algo”, detrás del levitín negro y ajustado que llevaba, que pareciole al fraile un conocido apéndice prensil. Cundía un ligero olor a alcrebite por la Montaña, y de la nariz ganchuda del intruso escapábase un humillo denunciador. Fray Gonzalo comprendió que se las daba con el Ángel apóstata. Acometiéronle íntimos deseos de hacer la señal de la cruz, pero la diversión de hablar con el rebelde, luchando con él para demostrar la firmeza de sus convicciones, detuvo la mano que ya iba presta a signar in nomine Patri. Después de todo, ¿cómo no iba a ganar él, Fray Gonzalo de Betanzos, en aquel encuentro con el Enemigo? Recordó las frases de Fray Bernardino de Manzanedo, su compañero en Monta Marta, quien decía que: -“de la lucha arranca la fortaleza del hombre”-, y mirando profundamente con sus ojos inquisitivos al Enemigo, contestole:

-Te conozco, Impostor. ¿Qué quieres de mí?

Aquella salida pareció apabullar a su contrincante, porque adoptó un gelatinoso aire de docilidad y mansedumbre; se sonó la nariz con un pañolón rojo que sacó de los faldones del levitín, y arguyó:

-No ignoraba, Pater, que los jerónimos tienen buen gaznate, pero no tan buen olfato. Aunque ha escrito un cofrade vuestro, perillán y cazurro, que…

-Tentador, -interrumpió severamente el fraile- no te permito que injuries a los Hermanos.

Ante esta reprimida, el Enemigo quedose cabizcaído y acabó por acoquinarse. Metió el rabo entre las piernas y con aire socarrón y voz de falsete, interrogó:

-¿Tomáis el fresco, Reverendo?

Traslucíase, bajo aquellas palabras, una marcada intención de parte del Réprobo de entablar polémica con Fray Gonzalo. Su ingénito impulso de argumentar, sentando falsas premisas para plantear ilegítimas consecuencias con visos de legitimidad, y su desmedido afán de ironizar, le habían hecho fallar las dos primeras tentativas. En eso, la mariposa aliquebrada cayó a los pies del fraile. Inclinarse Satán, tomarla entre sus manos garrudas, estrujarla hasta hacerla añicos y arrojarlos lejos de Fray Gonzalo, todo fue uno.

Esta vez el estupefacto fue el misionero. Su concepción del querubín rebelde no llegaba hasta ese extremo de inaudita crueldad. Aquel acto del Aborrecido le indignó, y con una voz de trueno que le temblaba de cólera, vociferó:

-¡Ah, demonio!… Sabía que hacías el mal como otros hacen el bien, pero ignoraba que fueras capaz de semejante vileza.

-Vamos, Pater, -contestó el Enemigo-así ayudo a concluir con estas ridículas e inútiles caricaturas de vida, que sólo sirven para jorobar al hombre.

El tonillo zumbón del Maligno, y las palabras con que remató su frase, exacerbaron la ira del jeronimita.

-¿Ridículas? ¿Inútiles? –gritó-. ¿Ridícula la mariposa tocada por el iris? Entonces, ¿crees inútiles todas estas cosas benditas: la rana, el grillo, el ruiseñor, la abeja?

-Claro está, inútiles porque nada resuelven y para nada sirven, sino es para fastidiar al homo sapiens, como os he dicho. ¡Por eso he sostenido en mi lucha que la creación es imperfecta, insensata y absurda! ¡Ah, Pater, si se me hubieran dado cartas en el asunto! Créame usted, Pater, plena errorun sunt omnia.

El fraile abrió la boca, pero no supo qué contestar. Su pasión por las vidas mínimas de la naturaleza era tal, que aquello acabó por rebosar el cáliz de su indignación.

-Vade retro, Sathana; -dijo empuñando la cruz –contigo no admito discusiones de especie alguna, y menos sobre la creación. ¡Vade retro! Nunquam mihi persuadebis hunc mundum non ab optibo et sapientísimo Deo creatum esse. El Enemigo, sin dejar su aire compungido y sin arredrarse ante la cruz, sacó del levitín una cosa delicadamente minúscula, y enseñándosela al fraile, comentó:

-Gracias por esa muestra de testarudez, Pater, y permitidme advertiros que el truco de la cruz esta pasado de moda. ¡Nunca me perdonaré el haberme rebajado a discutir con un clérigo! Pero, mirad –y extendía la mano-. He aquí quien argüirá con vos y os hará cambiar de opinión. Comprenderéis entonces, la obra del Omnipotente.

-¡Vade retro, Sathana! –repitió el monje, y dio con la cruz en la frente al Enemigo, al mismo tiempo que agarraba lo que el rebelde exhibía en la mano. El Apostata desapareció como por ensalmo. Un indio zaguero, que acompañaba al fraile, gritaba desde lejos:

-¡Matunheri! ¡Matunheri! ¿ke pasar ti?

Sin contestar al naboria, el jeronimita examinó lo que había sustraído al embaucador. Era un insectillo largo y gris, tal como una avispa en miniatura, del grande apenas de un grano de trigo, con dos albidas alitas transparentes.

-Mokito- dijo el indio al aproximarse.

Fray Gonzalo elevó la vista al cielo, bendijo al insectillo y le soltó de entre los dedos, como había hecho con la mariposa. Subió a la yegua y comenzó a bajar la montaña. Día y noche estuvieron sobre aquella cuesta llena de canchales. Resbalan de continuo las cabalgaduras despeadas, volcando a cada instante los fardos donde iban los menesteres del fraile.

Un atardecer, bajo un cielo de plomo, junto a unos guayabos florecidos, se detuvieron. No lejos, decían los aruacas, se encontraba el “caney” de dos poderosos caciques. A la montaña maravillosa había sucedido un extenso valle, desprovisto casi todo de árboles, con grandes uveros achaparrados que se extendían hasta la mar, con apacibles lagunatos donde vivían tranquilamente los zaramagos y donde revoloteaban los canarios de mangle y las garzas. La vegetación raquítica y teñida de un color amarillento, daba una lúgubre sensación de podredumbre y muerte.

Fray Gonzalo, repuesto ya de su entrevista con el Enemigo, dio órdenes inmediatas a los aruacas de levantar allí, cerca de un pantano, un improvisado bohío. Encendieron una fogata, merendaron con tortas de cazabe y frutas, comenzándose inmediatamente a levantar la cabañuela del fraile, entrecruzando ramas verdes de mangle. En poco tiempo estuvo construido el bohío. Cerca, ramoneaban las yeguas. El elegido del Señor envió cuatro de los indios en busca de los caciques, y quedose con los dos restantes para la pesca y preparación de la mandioca.

De noche soplaba del pantano un viento mefítico que se metía al bohío. Los naborias embadurnábanse con un sebo especial, y sin cubrir sus carnes desnudas, roncaban pacíficamente durante todo el dormir. A pesar del humo de la hoguera, levantábanse, nubes continuas de cínifes, alrededor del pantano, que ronchaban la piel apergaminada del fraile. En vano se arropaba con su manta de pies a cabeza, evitando así el zumbido y las picadas de aquellos dardos con alas. Al amanecer se retiraban, dejando al fraile en paz. Era entonces cuando podía conciliar el sueño, y caía pesadamente, libre de los importunos, sobre el frío de la tierra.

A instancias de los antillanos un anochecer se embadurnó con la grasa rancia que ellos usaban, pero la fetidez de aquel ungüento desvelole también, y al fin del alba se zambulló en una poza marina, restregándose con la arena rubia el pellejo, para librarse del hedor que le nauseaba. Admiraba a los indios que resistiendo aquel unto, dormían a pierna suelta, sin ser molestados por los habitantes del pantano.

Una noche salió desesperado del bohío, saltó sobre los boriquenses, y a la luz de la luna creciente que semejaba una garzota en el mar, se dio a meditar en los designios de Dios, repitiendo con Virgilio: -“Felix qui potuit rerum cognoscere causas…”-. Comprendía que algo había en esa obra suprema que le desconcertaba. Cuando tal pensamiento le asaltó, recordó su entrevista con el Enemigo, rezó en voz baja, alejó de su mente toda idea pecadora, y clamó desesperado la ayuda del Señor, para aquel trance amargo. ¡Debía mantener inquebrantable su fe, muy a costa de los sufrimientos de la arcilla mortal! Y lleno de ese laudable propósito, estuvo dos noches consecutivas soportando el aguijoneo incesante y doloroso de los jáculos de Protervo, resignado dulcemente a sufrir en provecho del alma. Al tercer día se creyó con fiebre; le ardía la piel y un incesante martilleo le rompía las sienes.

Aguardaba la vuelta de los indios que había enviado en busca de los “guamiquinas”, porque parte de su misión, en beneficio de la Iglesia, debía consistir en difundir por aquellos parajes inexplorados las prédicas en las que Fray Bernardino de Manzanedo lo había adiestrado, y tenía que llevar a cabo, de todos modos, la investigación que le había sido encomendada. A la cuarta noche flaqueó su voluntad ante aquel exasperado martirio, y se dio de nuevo a penar en el enigma secreto de la vida.

¿Había realmente formas inútiles de la naturaleza? Pero, de haberlas, la obra del Hacedor era imperfecta. Mas, ¿por qué la vida para aquellas púas alíferas, que solo servían para hacerle caer en el pecado de la duda, a èl, antemural de la Fe, ilustre pilar de los Santos Padres Jerónimos? En la sombra gimoteó desconsolado y reiteró su súplica al Arquitecto del Universo. ¿Dónde estaba la fortaleza que tanto habían admirado los Hermanos? ¿No había sabido resistir a la tentación de la caribe Aniceta, en la Hispaniola, durante su visita nocturna al poblezuelo indígena? ¿No había salido limpio de pecado cuando Sor Purificación se desmayara en sus rodillas, arremangándose la falda oscura sobre los muslos de leche? (Ese recuerdo le llenaba de turbia confusión, no obstante el tiempo transcurrido desde aquel remoto suceso.) Si había vencido en esos ingeniosos cepos del precito, ¿Por qué no podía aguantar ahora, ante la nueva añagaza del Enemigo? Pero, ¿es que valía la pena salvar el alma? ¿Valía la pena vencer siempre? ¿La salvación de su espíritu o la tranquilidad corporal?

Sumergía su alma en estas indeterminaciones, braceando él, la corriente de su cavilar, naufrago casi. Fuerte era el Adversario, indudablemente, pero aún más fuertes eran los Padres Jerónimos, y Fray Gonzalo tenía que demostrarlo así al Enemigo. Acaso… ¿no era una forma de vanidad eso de “querer vencer”? Tal deseo, ¿no era la raíz del orgullo? Intentó elevar una oración al Señor, alabando la armonía de todo lo creado, pero el escozor de las ronchas enfrió un tanto su entusiasmo, y calló. ¡Oh, si regresaran pronto los indos con sus régulos, podrían moverse hacia lejanas tierras salubres!

Al octavo día Fray Gonzalo daba pruebas evidentes de haber perdido su ardor mítico. Sonreía estúpidamente a los naborias; rompía en carcajadas que le doblaban en dos, y se santiguaba cari compungido al pasar junto a los lagunatos. Hacía cabriolas entre los arbustos de hicacos, o se estaba las horas muertas trepado en las ramas de los guayabos, hablando en alta voz y discutiendo con un ente invisible. Los indios le miraban, atónitos, arrastrarse por el suelo en busca de aquellas espinas aladas, y cuando encontraba una después de mucho manoteo, gritaba:

-¡Un mosquito, eh! ¡Ahora veredes quien es Fray Gonzalo!

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Este libro es la tercera entrega de la trilogía Profecías junto a Ojos como de hombre (2011) y Huesos secos(2013), novelas basadas en hechos reales con cambios de lugares, nombres y otros detalles. Sin embargo, no es necesario haber leído las primeras dos partes de estas tres historias para seguir de cerca la trama que protagoniza el inspector Sánchez, versión gay boricua del detective cubano Mario Conde, personaje de las famosas novelas policiales del escritor cubano Leonardo Padura (Fuentes). Max Chárriez, por su parte, continúa esta tradición de suspenso en la narrativa caribeña contemporánea desde la Isla del (Des)encanto denunciando los niveles de corrupción en la Policía de Puerto Rico ante varios casos congelados o “cold cases” de feminicidios irresueltos.  En realidad, sí existió un asesino en serie de sexoservidoras que las torturaba y dejaba los cuerpos tirados debajo de los puentes en Santurce.  Esto se une a otros casos de muertes de mujeres trans en la isla y hasta se rumoró que los culpables habían sido policías.

En este sentido, De sombras y muerte sigue un principio esencial de la teoría postcolonial, darle voz al subalterno, nombrar a quien ha sido invisibilizado por el sistema abogando por un sentido de justicia y de paz social.  Tanto la mujer y el hombre heterosexuales, la mujer trans, los hombres gays y las mujeres lesbianas aparecen representados aquí como parte integral del tejido social que busca elevar el discurso más allá de los prejuicios intrínsecos de la sociedad puertorriqueña a toda diferencia sexual en este final de la segunda década del siglo XXI.

El narrador en De sombras y de muerte nos atrapa desde las primeras líneas del relato y nos mantiene en vilo hasta la página final, donde se resuelve el entuerto y se sigue de cerca una incipiente relación amorosa entre el inspector Sánchez y Llanos, agente del FBI.  Esta combinación de estar al límite entre amor y muerte, Eros y Tánatos, permea todo el discurso narrativo y explora la condición de dos hombres cansados de los juegos eróticos de la comunidad LGBTQ+ para encarar de frentela idea del Amor sin más al darse otra oportunidad. Los prejuicios de Sánchez hacia Llanos se van derrumbando como los muros que también van cayendo a medida que se resuelve el intríngulis de los casos en cuestión.

La prosa de Chárriez avanza con la agilidad de un demiurgo y maneja todo un entramado de epígrafes, citas bíblicas que desenmascaran los fundamentalismos religiosos como una lacra social (Salmo 88, Libro del profeta Daniel 5:27, Salmo 23, Éxodo 22:16). Se hacendescripciones del paisaje isleño en contraste con la sordidez de un asesino en serie dañado psicológicamente por un pasado familiar incierto. El tiempo aparece marcado con precisión por fechas y horarios que informan al lector de lo que está pasando como en reportaje de New Jornalism, o de la escuela del llamado Nuevo Periodismo, con historias de interés humano que informanminuto a minuto, día a día, y hora a hora lo que sucedesimultáneamente en distintos puntos de la isla mientras avanza la investigación policial que se resuelve al final de la narración. En este sentido, el libro se lee también como un informe policial.  Leer aquí es resolver los casos junto al inspector Sánchez y al equipo de policías, incluido el agente Llanos, que en un momento deben operar a contracorriente de la oficialidad policíaca para evadir las consecuencias de un grupo de funcionarios corruptos que no quieren que los casos de feminicidios se esclarezcan. La ficción supera muchas veces a la realidad en De sombra y de muerte, cuyo enigmático título dialoga intertextualmente con otro, De amor y de sombra (1984), la segunda novela publicada por la exitosa escritora chilena Isabel Allende, historia en la cual se denuncia la dictadura de Augusto Pinochet en medio del gran amor de la reportera Irene Beltrán y el fotógrafo clandestino Francisco Leal. En la obra de Chárriez, sin embargo, son dos hombres gay, que van enamorándose mientras avanza la acción, los que denuncian también otra posible dictadura policial, en el Puerto Rico contemporáneo que se ha “olvidado” deliberadamente de un asesino en serie que lleva operando décadas, hasta que un equipo de investigadores resuelve el caso. Hacia el final de la novela el narrador en primera persona describe lo que ve Sánchez en Llanos: “y lo veo sonreír, dientes blancos en contraste con la piel tan morena, sedosa y esa barba tan nítida y ese cuerpo tan sólido” (242).

Comentario aparte merece la relación filial del inspector Sánchez con su hijo adoptivo David Caleb. Cualquier parecido con el escritor David Caleb Acevedo que ahora se llama oficialmente Eirïc Rïcter DurändalStormCrow, autor de Diario de una puta humilde (2012),es pura coincidencia, y un abierto homenaje a sucompañero de letras en el ya desaparecido grupo Homoerótica.  La manera como el joven David Caleb, personaje, sirve a manera de entrenador para que el detective baje sus defensas ante la posibilidad de rendirse al amor es un comentario sobre los límites de definiciones de género en la gran familia puertorriqueña, y cómo también la familia gay no hace otra cosa que fortalecer esos lazos familiares al buscar otras definiciones de ese núcleo humano. El nombre del agente Llanos también implica otro guiño al lector porque se refiere al conocido fotógrafo de los escritores puertorriqueños contemporáneos y destacado cuentista, H. Roberto Llanos, quien fuera parte del ya mencionado grupo Homoerótica, colaborador de la Editorial La Tuerca, y modelo de este personaje. Quien no conozca estos datos leerá la novela sin percatarse de ellos, pero para quien está al tanto del catálogo de obras publicadas por la Editorial La Tuerca, proyecto de Max Chárriez y su pareja Arnaldo Alicea, junto al artista gráfico y escritor Julio A. García Rosado, disfruta de estos detalles donde la realidad se acerca a la ficción hasta transformarladeliciosamente. Es parte de esa dimensión lúdica de la nueva literatura puertorriqueña.  

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Pablo Yoruba Guzmán (1950 - 2023) será recordado por su infatigable compromiso por los derechos humanos y la justicia social este sábado 20 de enero de 2024, de 3 p. m. a 5 p. m. (EST) en “La Iglesia de la Gente”, 163 East 111th Street en El Barrio, Nueva York. El evento se transmitirá en vivo y se archivará en: http://YouTube.com/@fsumc3142/stream.

Guzmán fue un activista pionero de derechos civiles negros, puertorriqueños, cubanos y latinos. Lideró su cruzada inquebrantable contra la injusticia logrando  aunar la academia y la cultura popular, “de la calle”.  Como afirmó Amy Goodman en Democracy Now! Pablo Yoruba Guzmán y su amigo de toda la vida, Juan González, formaron parte de un grupo de jóvenes puertorriqueños que en 1969 fundaron el Young Lords Party (YLP) en Nueva York. El grupo de activistas luchó contra el racismo sistémico. Vieron cómo sus padres y la comunidad en su entorno vivían carentes de servicios esenciales gubernamentales-- las comunidades puertorriqueñas afroamericanas desatendidas en discrepancia de otras comunidades de la ciudad. El grupo radical predominantemente puertorriqueño encabezó programas para brindar atención médica, cuido infantil y desayuno a comunidades afroamericanas y latinas de clase trabajadora y pobre. Los Young Lords también lucharon contra la brutalidad policiaca y el imperialismo y militarismo estadounidense.

Co-fundador del Partido Young Lords en Nueva York y admirado periodista, Yoruba capturó la atención de los medios y cautivó corazones y mentes de su generación. Como ministro de información del Partido Young Lords, Yoruba comprendió la importancia de elaborar su propia narrativa, adaptando los mensajes del YLP a los medios. A sus 18 años lanzó el programa de radio Pa’lante en WBAI. A principios de la década del ‘70, Yoruba fue sentenciado a dos años de prisión de los cuales cumplió nueve meses por negarse al servicio militar, en su opinión, una guerra indecorosa en Vietnam.

Guzmán escribió columnas de vanguardia para la prensa más prestigiosa en su momento tales como el Village Voice, Essence, Rolling Stone, Downbeat, Billboard y New York Daily News. Fue pionero del formato conversatorio en radio para audiencias afroamericanas y, eventualmente fungió como reportero para un gran número de estaciones de telenoticias de primera de la ciudad de Nueva York. Se unió al equipo de CBS 2 News en 1995 y fue nombrado corresponsal principal. Antes de WCBS-TV, fue reportero de Metromedia Channel 5 WNEW-TV (ahora FOX 5 WNYW-TV) de 1984 a 1992 y en WNBC-TV de 1992 a 1995.  Ganador de dos premios Emmy regionales, la integridad y activismo de Guzmán inspiraron a una nueva generación de reporteros a tomar las riendas de su profesión para darle voz a los que no la tienen. Guzmán le presta siempre atención a las comunidades más necesitadas. Juan González, también co-fundador de los Young Lords y profesor, recuerda a Guzmán como “un visionario, ministro de información del partido Young Lords, reportero de WCBS-TV por muchos años y, mi camarada durante 50 años".  En adición, González siendo co-presentador del noticiero, Democracy Now! junto con Amy Goodman, mencionó que Guzmán era “el mejor reportero del pueblo y su cotidianidad en la televisión”.

En enero de 1981, Vy Higginsen, una productora de los primeros programas matutinos de la ciudad de Nueva York, en WWRL/WLIB, contrató al joven Yoruba. Su colega en ese entonces, Fern Gillespie señaló que Guzmán, cuyos padres eran de Cuba y Puerto Rico, fue el legendario jefe de comunicaciones de los Young Lords. La plantilla de invitados en el programa fueron íconos como la Dra. Marta Vega, Tito Puente, Willie Colón, Felipe Luciano y Rubén Blades, Raúl Juliá y Celia Cruz. A la vanguardia de su momento histórico, lidera al ampliar el foro mediático estadounidense a las figuras emergentes de la hispanidad.

Según la académica y aclamada autora de The Young Lords: A Radical History, la Dra. Johanna Fernández explica, Pablo Yoruba Guzmán ejerce la disrupción creativa y utiliza los medios para hablar ante audiencias diversas. “Pablo fue uno de los primeros afrolatinos en el mercado de medios más grande de Estados Unidos. Abrazó orgullosamente su identidad como hombre negro de herencia afrocaribeña y educó a los miembros de los Young Lords sobre cómo las  influencias del colonialismo y la negación de su negritud impactan sus vidas y las vidas de las personas en sus entornos. Guzmán construyó puentes, para luchar por una causa común, con afroamericanos y otros pueblos oprimidos. Y, estuvo entre los notables presentes cuando el asesinado Black Panther, Fred Hampton, anunció la primera Coalición Arcoíris en Chicago”.

 

 “Malcolm y yo”. Pablo Yoruba Guzmán (1950 - 2023), Ministro de Información del  Partido Young Lords sentado en su sede de El Barrio/Spanish Harlem en la ciudad de Nueva York, ca. 1970. Foto de Yoruba y Malcolm X por Fred W. McDarrah para el Village Voice. En su adolescencia, su padre le llevó a una actividad de Malcolm X en la calle 125. 

Conocido por su picardía, perspicacia, e inteligencia, su ensayo autobiográfico, Before People Called Me A Spic, They Called Me A Nigger, se anticipa a la conversación contemporánea sobre afrolatinidad entre afrodescendientes. Sobre el título de su ensayo, escribió:

Los gritos, aplausos, silbidos y risas me dieron entender (que los saque de quicio) …. Intenté investigarlo. Al sentir la reverberación de aquella flecha, la lancé de nuevo. Dirigido directamente para denunciar “eso” que nos separa…. Incluso lo que separa a los latinos entre nosotros mismos. Y, lo que también nos une.

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[Nota del autor: Cuento-ensayo o fake-news]
1. Su mirada valía un millón. Su ojo izquierdo abría a una velocidad diferente que su ojo derecho. Viraba el cuello, a la derecha suya. Y, como de inmediato, volvía a mirar a su pantalla a una velocidad de furgón de tren en libre tránsito. Tomaba, entonces, sus notas, como quien tiene la capacidad de oír, ver y tomar cada palabra. El Narcoestado boricua le paga y le paga bien por inventar informes. Tengo una carpeta, la de sus informes y la oficial, la que cualquiera otra persona que labora tiene.
2. Se formó un tiroteo. Mataron tres policías. Con lo que le pagan a mi informante les pudieron haber dado por lo menos un chaleco a prueba de balas que sirviera, que no estuviera caduco, como estaban los que tenían, según el propio testimonio de una de sus madres. Cuando vos sabe eso, es fácil entender que el Narcoestado boricua no los protegió porque no quiso. Hoy, ya es tarde, demasiado tarde. No me ha tocado llorarlos a mí que no sabía que el Narcoestado boricua tenía en las cercanías de Lloréns Torres tres policías sin chalecos de bala por cada informante bien pago a par de cuadras. Ya ves, la vergüenza en todo caso debería ser tuya.
3. La muerte de Elena, Elena toma bombón nadie la lloró. Cuando llegó al hospital, llegó muerta. Cada vez que muere una mujer, en la Calle La Fortaleza, dicen que van a hacer. Es cíclico, un comentario cíclico. Lo que no es cíclico es el Narcoestado. Lo que no es cíclico es su contramano, el Narcoestado patriarcal boricua, gobierne quien gobierne, mande quien mande. Entonces, cuando tú sabes que el Narcoestado patriarcal boricua tiene recursos demás, también sabes que la muerte de Elena, de todas las Elena que han muerto, como la de los tres policías baleados en las cercanías de Lloréns Torres no se justifican, pero sí eran evitables, todas, cada una.
4. Donaldo no vive ni se crió en el último Troli. La gente de Lloréns Torres tampoco. Ni Donaldo ni la gente de Lloréns Torres administran el Narcoestado boricua. Al Narcoestado boricua lo administra gente como tú, de carne y hueso, boricuas, bien boricuas. Son gente también antisemita, homofóbica, trans-fóbica, misógena. La gente de Lloréns Torres no es así. Tú, si tú, ¿a quiénes te pareces más? La gente de Lloréns Torres no decide si los policías del último Troli tienen o no chalecos a prueba de bala. Donaldo tampoco. La decisión de pagar a mi informante con lo que pudo servir para comprarles chalecos a prueba de balas fue de los que administran el Narcoestado boricua, ni de Donaldo ni de las caras lindas de Lloréns Torres.
5. La gente de Lloréns Torres no es gente privilegiada. Aquí, el privilegiado tal vez seas tú. Te pagan bien por tomar nota de cada letra de este escrito. Miras a la izquierda, y allí estoy yo, sin chaleco de balas, siquiera uno de esos chalecos de balas que no protegieron de la muerte a tres de los policías del último Troli. Pasa, que la gente de Lloréns Torres tampoco tiene chalecos de balas. ¿Tienen los mismos derechos civiles que tú? Se dice que el culpable apareció muerto en horas de la madrugada, con un letrero que decía yo fui. Pienso que lo escribisteis tú. Me huele a una ejecución extrajudicial propia de un privilegiado como tú. ¿Te conozco o me equivoco?
6. También, pasa algo interesante, si no te has dado cuenta, el 6 de enero Donaldo dio una Parranda de Reyes en el último Troli. ¿Los trataron como a Lolita, o cómo tratas tú a la gente de Lloréns Torres cuando te conviene? Ya vez, ¿por qué tú eres parte esencial de un Narcoestado patriarcal, sea como sea, boricua o no? Si a los de Lloréns Torres los trataras como a Lolita todos los días, ¿qué de Narcoestado tendría tu patriarcado? ¿Lo boricua? Tú, o lo a lo boricua como vas a Lloréns Torres cuando te conviene desde el último Troli. ¿Te conozco o me equivoco?
[Nota del autor: Cuento-ensayo o fake-news]

Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.

Es posible.

Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.

Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

-Jaime Sabines

 

Cupido, en la mitología romana, representa el amor. Si pensamos en el cliché del Día de los Enamorados o San Valentín, no podemos dejar de asociarlo con el personaje regordete, pequeñito y con unas graciosas alitas que anda haciendo de las suyas, flechando al que se le antoje para que caiga rendido en las manos (o garras) del amor. Así las cosas, el tal Cupido, hijo de Venus, dice la mitología, que también sufrió por amor. Si, así es que nace el mito de Cupido y Psique. El terrible Cupido experimentó un poco de aquello que provocaba a otros con sus impertinentes flechazos, o sea que degustó un poco de su propia medicina. Para los que suelen vivir del romanticismo o, mejor dicho, para aquellos a los que les gusta darse con la misma piedra cientos de veces, porque así es el amor, sepan que el tal Cupido no es tan lindo, sublime y cautivador, más bien hay veces que es atroz, banal y abominable.

Lope de Vega, Rafael María Baralt, José Tomás de Cuellar, entre otros, han evocado a Cupido en su poesía. El mito envuelto en amor y seducción, es inherente a nuestra condición humana y un lugar común en la literatura universal, y precisamente por eso es un tema inagotable. El homologo de Cupido en la mitología griega es Eros. En el análisis freudiano, Eros es el concepto que representa el instinto de la vida y que impulsa, entre otros el sexo a través de la libido. Según Freud, el amor es sensual o es tierno, pero a fin de cuentas provoca felicidad en la medida de nuestra capacidad de amar al otro. Es una idealización del otro y por tanto provoca la muerte del yo, o en palabras del psicoanalista austriaco, …pues allí donde el amor despierta, muere el yo, déspota y sombrío”.

Toda esta letanía, porque el amor puede ser así, repetitivo, para reseñar con entusiasmo el poemario Estúpido Cupido y otras escenas de un San Valentín a solas, del poeta puertorriqueño, gestor cultural y trabajador social, Lionel A. Sanvega. Que mejor manera de celebrar el 14 de febrero que tener en mano un poemario que rompe con la idea idílica del amor. Es algo así como una voz/antihéroe, que con sus palabras/armas sacude a aquellos que viven en las nubes del amor bonito, y los enfrenta a la realidad del desamor. Por otro lado, si se vive en estado de desamor, los versos de este poemario resultan ser el espejo que refleja que hay otros, compañeros de sufrimiento, a los que les ha tocado la ingratitud de quienes no reciprocan, o de quienes no saben/no quieren reciprocar.

Este poemario de la editorial Lamaruca, desde su portada, da una noción de lo que el lector va a experimentar. El rojo, que se asocia con el amor, y el negro, que relacionamos con la muerte, son los colores que definen ese primer encuentro. Una figura masculina flechada en la cabeza, con heridas en los brazos y espalda, se ubica en el centro de una tarjeta de tiro al blanco. En la mano izquierda lleva agarrado algo que puede ser para unos un arma de fuego o, para otros un bastón para apoyarse. En el centro de la portada apareceel título: Estúpido cupido y otras escenas de un San Valentín a solas.

En términos de estructura, el poemario cuenta con sesenta y cuatro páginas entre las que el lector encuentra un prólogo del escritor y profesor, Daniel Hilerio Villanueva, titulado You had one job, seguido de las Instrucciones para navegar estos desamores de Sanvega, los poemas, un epílogo y para cerrar, unos apuntes del también escritor y profesor, Gerardo Miguel Rivera Santiago titulado, Apunta, pero no dispares. La estructura por si sola es una genialidad y las aportaciones de Hilerio y Rivera resultan acertadísimas para acompañar la poesía de Sanvega.

En las Instrucciones para navegar estos desamores, Lionel explica el origen de cada bloque de poemas, unos titulados y otros numerados. Los numerados, escritos en 2018, son formas de abordar y entender la “soledad” en San Valentín. Mientras que los titulados son resultado de la experiencia del autor y van dedicados al famoso, amado por unos y odiado por otros, Cupido.

En este poemario predominan varios tonos, de despecho, ironía, reproche, resignación, infatuación y de amor propio. Si bien es cierto que el desamor trae consigo los primeros, lo que nos redime es el amor propio que llega cuando dejamos de idealizar al objeto depositario de nuestros afectos y entendemos que es más importante uno mismo, si es que queremos sobrevivir,

“A veces la única mano

que tendrás para tomar será la propia”

“Decirle a mi reflejo las mismas cosas

que te dije mil veces;

Y creerme todo eso que nunca me creíste”

El poeta nos lleva a cada espacio de la cotidianidad, que no podemos evadir, y que a diario nos enfrenta con el dolor, con la pérdida del ser amado. Desde la canción favorita hasta el espacio compartido… Es en esas instancias en las que el desafío es entender que no hay más que aprender a vivir con la ausencia, aunque, todas las veces, habrá algo que nos recuerde a quien una vez estuvo y ya no,

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Rodeado de mí mismo

sin evasión posible

tejo con mis pisadas

mi propio laberinto

(El Topo. Penúltima salida)

 

 

El poeta nacional Francisco Matos Paoli, prologando el poemario Penúltima Salida (1978), destaca que “La obra de este autor pone de relieve a un poeta de elevadas calidades de arte, cuyo verbo lírico, nutrido en el espíritu de las esencias isleñas, se mueve con ademán de entronques surrealistas por las rutas del reino de la ensoñación. Su voz de poeta nuevo, forjada al calor de multitud de lecturas en sus tiempos de estudiante ---los autores clásico españoles de la época aurea, Neruda, Vallejo, Lorca, el francés Rimbaud, etc.--- se vierte en realizaciones de acentos líricos de indudable personalidad propia. En lo formal externo, dice Matos Paoli materializa el verso de Cabán por cauces de libertad métrica y estrófica, sin rima, pero montado sobre cursos expresivos de rítmico fluir. (Ver F. Matos Paoli, “Penúltima salida”, Rio Piedras, 1978).

 

Por su parte Josefina Rivera de Álvarez en su Antología de Literatura puertorriqueña, nos señala que otro aspecto del que hacer poético de Cabán Vale, asociado a la música, lo constituye su obra vertida, como sabemos en multitud de canciones. Como hecho trascendental de la carrera de El Topo, a quien ubica en la generación del sesenta, subraya que comparte este cancionero suyo iguales inquietudes y motivaciones, y parecidas fervores del trabajo literario, que su poesía vertida en libros y revistas. Añade que esta transición de la poesía escrita cantada que se opera en nuestro escritor viene a enlazar con el antecedente de la poesía cantada que impulsará en Brasil principalmente el bahiano Caetano Veloso por los finales de los años sesenta del presente siglo, a su vez afín a técnicas y procedimientos de la llamada poesía concreta brasileña, << desarrollados en un sentido precipuamente oral, de relación voz-música>> (Josefina Rivera de Álvarez. Literatura Puertorriqueña: su proceso en el tiempo. Ediciones Partenón, S.A. Madril. 1983).

 

Haciendo referencia a los poetas concretos (brasileños) esta autora---en acotación bibliográfica--- es un movimiento (el concretismo), que “sin miedo de la aparente paradoja que había en ese traslado de campo (literatura/música) y también en la mudanza de esfera (de la producción o del consumo restringido como es el caso de la poesía---, hacia la del consumo de masa---como en el caso de la música popular… (Ver H. de Campos “Superación de los lenguajes exclusivos”, América Latina en su literatura, México, D.F., 1980 págs. 297-300, citado en Rivera de Álvarez, pag.691.

 

En 1985 José Enrique Ayoroa Santaliz en un artículo tituladoEl Topo: poeta apuntaba que Antonio Cabán Vale es lo más importante que le ha ocurrido a nuestra canción popular durante los pasados veinte años”. Es un estudioso,---decía Quique en ese momento---un conocedor de la poesía culta, en cuya obra me parece adivinar a ratos validas influencias de Cesar Vallejo Rafael Alberti y Miguel Hernández que disimula el dominio de ese oficio con sus arranques de salao humor pueblerino. (El Reportero, sábado 13 de julio de 1985, pag. 14).

 

 

 

 

 

 

Por otro lado apuntaba Quique que “no se precisa de gran intuición o agudeza para adivinar que hay también en ese Topo, jocoso de cara al público, la profunda pena oculta que ----como el grano de arena en la ostra, provoca la secreción que da a la luz la perla---- acucia a tantos de los creadores inmortales. No empecé todo ello----que ya sería bastante por mucho---la nota característica sobresaliente en Antonio Caban Vale El Topo, es su rabiosa autenticidad. En una época (sobre todo durante la pasada década) en la que las siempre peligrosas ráfagas de la moda llenaron de impostores-puestos canto terruñal, al Sector Caraima del barrio rural La Cruz del municipio de Moca, presente y pretérito en su importante tradición oral, canta por cada uno de sus poros cuando interpreta su folklore. 

Ese genio creativo de El Topo proviene de dos fuentes principales en su formación musical: su crianza en un campo de Moca en contacto con la naturaleza, la agitada vida universitaria en la urbe riopiedrense durante la turbulenta década de los años 60. Pasó una niñez muy difícil por la carencia material y los problemas que arrastraba ser pobre, al amparo de una familia que incluía a tres hermanos menores, su mama y un padre militar que venía de pelear en el Norte de África, con sus consabilidas perturbaciones.

Relata el juglar de la patria –entrevistado por Jósean Ramos para Vidas Únicas, El Nuevo Día, que su ingreso en el 1961 a la Universidad de Puerto Rico y al mundo riopiedrense marco su vida para siempre. Pues fue allí donde formo parte de la Estudiantina Universitaria y “se unió se unió a un grupo de poetas, bohemios y rebeldes con muchas causas, que habrían de fundar un movimiento renovador en la poesía nacional, al movimiento renovador en la poesía nacional, al amparo de la prestigiosa Revista Guajana, donde publicó sus primeros versos “El Topo”. Fue, precisamente, un integrante del Grupo Guajana, José Manuel Torres, quien le puso el mote con que se le conoce en el mundo entero. Era uno de esos viernes por la tardecita, cuando salían de clase y se reunieron en el colmadito Barrio Chino frente a la plaza de Recreo, al leer poesía y a beber vino “El pavo”, que tomaban caliente porque salía más barato. Es su botellita de vino para cocinar, y en  medio de una nota suprema José Manuel se le quedo mirando fijo y luego exclamo: “! Ay, mira un topo!” En adelante a sustituir su nombre de pila” (Vidas Únicas Luz verde a la esperanza… Antonio Cabán Vale “El Topo”: compositor y músico, jueves 31 de mayo de 2007).

Evocaba el Topo  en esa entrevista que la primera canción que compuso  fue “Sol” dedicada a una compañera de la Estudiantina que murió de repenten, y para quitarse de encima tanto dolor le escribió y musicalizo sus versos: “Sol eres tú en mi sueño, tu recuerdo es aliento en mi existir, que importa si la luna no aparece, si la luz eres tú”. Ya en verano de 1966 escribió su segunda canción, que lo daría a conocer en el mundo entero, la clásica danza “Verde Luz”, que grabo su nombre en el pentagrama universal.

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La belleza de este poemario combina el verbo del Poeta de la Imagen, Guillermo Arróniz (1977), quien también ha publicado como Guillermo Arróniz López, y las imágenes de los cuadros de maestros de la pintura comoRubens, Tiziano, El Greco, Ribera, Zurbarán, Velázquez, Jordán, Goya, Madrazo, y las esculturas, alguna anónima, o, de Bartolini, Solá, Rossi, Benlliure, entre otros. No sólo en el acto de écfrasis, o descripción poética de una obra de Arte; sino también en la reflexión en verso del devenir de los sujetos retratados. La maestría de la palabra de Arróniz López en este libro podría considerarse como una de sus mejores obras literarias rayando casi en una pequeña obra maestra.  Sobre todo si se toma en cuenta que el poeta ha venido hace años escribiendo todo un corpus de revival de los poemas del Siglo de Oro Español en reescritura contemporánea, pero mirando a un pasado que se nos ha quedado brillantemente suspendido en sus letras, en libros como De verso en Greco (2015) y Mi fe desnuda (2019). Hay aquí ecos de Boscán, Garcilaso, Herrera, Góngora, Quevedo, Sor Juana, pero re-contextualizados en una forma lúdica donde el hablante lírico reescribe y continúa esa larga tradición hispánica hasta el siglo XXI.  Es como si en un episodio de la famosa serie El Ministerio del Tiempo se hubiera quedado atrapado en nuestra época uno de esos poetas áureos y ese es Guillermo Arróniz López.

Como se puede ver en sonetos como en el primerode los tres dedicados al cuadro de El Greco titulado “Cristo en la cruz”:

Escondes a la vista algún secreto

del hombre que parió tus pinceladas:

oscuras veladuras barnizadas

que ocultan más que un crítico boceto. (29)  

Aquí el uso del delimita al poeta y su objetocomentando cómo el Cristo esconde a la vista algún secreto del artista por la oscuridad del cuadro que en claroscuro nos muestra el momento de luz suprema de la Pasión:

Y entonces esa luz gris y potente,

esbelto roto cuerpo de la espada:

el Cristo más hermoso y más doliente. (29)

Dolor y belleza como dos de los paradigmas de Veintinueve poemas para el Palacio de Liria porque cada uno de los personajes representados participan de este binomio del mismo Cristo: los varios Duques de Alba en el tiempo, Carlos V, la Emperatriz Isabel, María Estuardo, Felipe IV, la Infanta Margarita, Felipe V, la famosa Duquesa de Alba del XIX, la Marquesa de Lazán, la Emperatriz Eugenia de Montijo, Napoleón III y Luis Napoleón.  En otras imágenes del arte sacro (“La anunciación” del Maestro de la Virgo Inter Virgines, “La última cena” de Tiziano, “Cristo en la cruz” de El Greco, “San Onofre” de José de Ribera, “Santo Domingo de Guzmán” de Zurbarán, “La Sagrado Familia” de Lucas Jordán“), o de la mitología (la estatuilla “Meleagro” de Antonio Solá), está también presente una historia trágica ymística que amerita que tanto los pintores y escultores,como el poeta, le dediquen su arte para resaltarlos en el tiempo. Y los sonetos de Arróniz López no desmerecen estos artefactos del Arte sino que los glosa y los interpreta en cada texto.

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Hace ya un año se publicó Estercolero, de José Elías Levis, en la biblioteca virtual llamada “La Novela Corta”, al cuidado de Carmen Centeno Añeses y de la Universidad Nacional Autónoma de México, como parte de la colección “Novelas en la Frontera”. Comparto los propósitos del archivo “Novelas en la Frontera”, según sus editores: “Esta colección recupera la tradición de la novela corta en una zona desdibujada en las cartografías literarias de América Latina: la frontera sur de México, Centroamérica y el Caribe de lengua española. Con la novedad de este corpus, buscamos propiciar su lectura y estudio, así como el reconocimiento y la diversidad de los vínculos geográficos, históricos, culturales y literarios de estas fronteras, abiertas al diálogo en el tiempo y en el espacio.” Dicha serie también incluye La muñeca, de Carmela Eulate Sanjurjo, Historia con irlandeses, de José Luis González, Yuyo, de Miguel Meléndez Muñoz y Póstumo el transmigrado, de Alejandro Tapia y Rivera.
La inclusión de Puerto Rico tiene su tradición en aquella teoría de la frontera, de Jorge Mañach, que apenas recuerdo, aunque sí recuerdo un comentario informal de Cristina Rivera Garza: “Puerto Rico es lo más parecido a Tijuana fuera de Tijuana”. Creo que en este renovado acercamiento al concepto de frontera se prescinde de las jerarquías y el residuo de menosprecio. En las fronteras se cruzan y enriquecen corrientes y es esto lo que proyecta la colección donde se incluye este fuertísimo libro.
El libro que presentamos corresponde a la segunda edición publicada por el autor en 1901, ampliada de la primera que se publicó en Ponce, en 1899, a unos meses del paso del huracán San Ciriaco, cuando regía la censura militar en Puerto Rico, reseñada por José Román Díaz en su tesis La prensa en Puerto Rico entre la censura y la persecución política (1898 a 1917) y por María del Pilar Pla Rodríguez, en La censura en la prensa durante el gobierno militar de Puerto Rico, 1898 a 1900.
A propósito de la literatura obrera y su relación con la novela naturalista, la editora usa una imagen fuerte: la clase trabajadora “toma por asalto intelectual” esta forma literaria. Y continúa:  
En la esfera pública de fines de siglo XIX surgieron grupos que desafiaron las condiciones laborales generadas por la Revolución Industrial y el capitalismo. Esto provocó la emergencia de un proletariado que logró crear un movimiento internacional. Emergieron así nuevos intelectuales en toda América Latina y otras partes del mundo que divulgarían las ideas socialistas, lo que provocó el nacimiento de una contra esfera pública que organizó una vida cultural y social alternativa que tenía el propósito de cambiar la economía imperante en el mundo. Los escritores obreros recurrieron a las estéticas realistas y naturalistas porque les facilitaron la producción de un discurso testimonial, de recuperación de la memoria de la opresión y de la miseria a la que estaban sometidos los trabajadores. Se apropiaron de esta forma literaria y abrazaron también el naturalismo, lo que radicalizó en consecuencia sus denuncias.
En efecto, aquella literatura de protesta y denuncia que se expresó en periódicos y libros, encuentra eco en la misma época en la literatura escrita por obreros o periodistas obreros en América Latina y Estados Unidos. Aquel entre siglos fue de agitación social en Estados Unidos, provocada por la desigualdad abismal en la distribución de la riqueza, y del otro lado el desarrollo de movimientos globales con conciencia de clase. De ahí la base de una literatura escrita no ya solo por intelectuales obreros, sino por autores de extracción popular asociados con el periodismo: Jack London, Theodore Dreiser y Upton Sinclair, autor de la novela The Jungle (1906). Alguna vez intenté escribir unas “vidas paralelas” entre Sinclair y Ramón Juliá Marín: Sinclair el retratista de la explotación en los mataderos de Chicago, murió millonario; Juliá Marín murió pobre y enfermo, y su obra se olvidó hasta mediados del siglo pasado. La misma suerte corrieron las novelas de José Elías Levis, recuperadas a comienzos de este siglo, por Estelle Irizarry, para Ediciones Puerto y Carmen Centeno, para la serie Clásicos no tan clásicos (Editorial de la Universidad de Puerto Rico) y ahora en esta edición del Fondo de Cultura Económica.  
En el salto tremendo de un sistema de opresión a otro, de la agonía de un imperio a la poderosa aparición de otro; en esa coyuntura, emblematizada por los destrozos del huracán San Ciriaco, se sitúa la acción de Estercolero. Y si la comparamos con el paradigma del género naturalista en Puerto Rico, La charca, sobresale la dureza, el terror, incluso, que provoca esta novela de Levis. 
Quisiera añadir otra mirada, una mirada femenina situada dentro, pero en los márgenes del poder imperial. Cuando escribía PR 3 Aguirre encontré un dato en un periódico bostoniano: The Evening Standard. Se daba noticia de la reunión de dos jóvenes, uno de ellos socio propietario de la Central Aguirre, con un grupo de damas bostonianas. En el contexto de los daños provocados por el huracán, se privilegiaba la miseria de las mujeres de “las mejores clases”. Los bostonianos mencionan a Lizzie Graham, pianista y compositora ponceña, fundadora de una entidad filantrópica: The Porto Rico Benevolent Society. Compadecen, en particular, a las mujeres “de abolengo”, que no salían a la calle para recoger las ayudas del gobierno militar, otorgadas a cambio de trabajo servil en la reconstrucción de caminos y carreteras. Las mujeres de “buenas familias” preferían morir de hambre o depender de lo que les llevaran sus criadas. Fue así que la intervención militar, endurecida por la catástrofe del huracán, y la ruina de empresas locales, destruyó los privilegios de algunos. El huracán y las imposiciones del régimen miliar igualaron en el infierno a los pequeños propietarios con la masa de los marginados.   
Estercolero es una novela durísima, de alegato de predicador, de mirada cercana a las clases de la calle, dura de leer por las invectivas cortantes del autor, la denuncia del alcoholismo y la adicción a la morfina. También es una novela deslumbrante, por la potencia poética del lenguaje. En ese río crecido se cruza una fuerte inventiva evocadora y minuciosa con el duro sermoneo moralista del narrador. Conmueve porque más allá de la denuncia hay una capacidad expresiva apabullante.
Una excepción que me parece notable es la imagen del jíbaro como especie aparte, como emblema fantasmal persistente, apenas cuerpo. La excepción a esta figuración del jíbaro convertido ya en emblema es el personaje de la jíbara Bella, descrito en pormenores de físico y vestimenta, en un retrato entre costumbrista y caricaturesco.
 Al narrador se le impone como un enigma la fuerza que permite sobrevivir. La vida está en la naturaleza, no en la especie envilecida. Los escenarios de la ciudad invadida por despojos humanos componen una crónica. Hay escenas muy precisas de víctimas: una anciana y su nieto se cruzan con los llamados morfineros “carne que se podría sobre el montón del estercolero social”. Pero también hay un elenco de personajes que el autor caracteriza y destaca sobre el fondo de la masa, con intención moralizante, aunque con tanta fuerza expresiva que a mi juicio superan el poco memorable papel del estereotipo. A pesar de los tópicos higienistas, Estercolero no comparte el racismo que se cuela como tesis en otras novelas latinoamericanas y en la narrativa y ensayística posterior de autores puertorriqueños. En esta novela se nos presenta, el primer personaje importante negro (“mulato de facciones pronunciadas y rudas”, escribe el autor) de una novela puertorriqueña: el obrero y maestro espiritual llamado Pedro Carré. Es cierto que, en palabras de la editora, “las obras narrativas de Levis Bernard no tienen como centro el mundo interno de los actantes, ya que privilegia las relaciones sociales”. Lo sobresaliente es que las relaciones sociales se materializan en las cosas; en las minuciosas descripciones de objetos metafóricos de la miseria, como el mantel con retazos de tela de hule tan abundante en agujeros que resalta la suciedad de la madera de la mesa; una voluntad mimética con pocos antecedentes conocidos por mí en la literatura puertorriqueña. Ciertamente ese testimonio fotográfico no está presente en los claroscuros ambiguos de La charca y llama la atención a la necesidad de seguir investigando la prensa de entre siglos. Es como si en el contraste entre La charca y Estercolero se mostrara lo que la retórica distinguía entre estilo alto y estilo bajo: la representación de una clase letrada en La charca y el sórdido espectáculo de las clases populares en Estercolero, salvo que aquí hay dos aspectos divergentes de la caricatura propia del “estilo bajo”: la ausencia de humor y la representación del detalle local, la descripción detallada de espacios urbanos y de formas de trabajo y subsistencia: los albañiles, las lavanderas, los obreros desempleados que emigran a Hawai.
La voz autoral interviene en todas las páginas. Hay numerosas claves vinculadas con tópicos contemporáneos del autor, y con su vena de periodista, así como con la literatura por venir, desde la visión médica con que se denunciaba la situación de las masas hasta el llamado pesimismo literario que caracterizaría a la literatura puertorriqueña de mediados del siglo veinte. Pero también se cuentan personajes descritos en su contradictoria humanidad y propensos a la transformación.
Estercolero tiene una resonancia en el momento actual, este que más que iniciarse culminó en 2016 con la imposición de una Junta de Control que abolió la constitución de Puerto Rico, producto a su vez de una ley del Congreso de EUA. Me parece que esta edición disponible abiertamente desde una editorial mexicana debería formar parte de las lecturas que ya conforman una bibliografía sobre los desastres en esta etapa de pérdidas. Por lo demás, entiendo que Estercolero no haya pasado al canon escolar, como sí pasó La charca. Es una novela peligrosamente abierta y, en cierto modo, anti literaria.
Tan fascinante como este libro singular es la figura del autor, afincada en el ecléctico ideario de obreros ilustrados que combinaban la lectura de panfletos y libros socialistas, de novelas y poesía con las sociedades secretas místicas, espiritistas y teosóficas. Tales son los casos de Eugenio Astol, Luisa Capetillo y José Elías Levis: maestro espiritista, editor de revistas, activista cultural durante su residencia en Estados Unidos, interesado en el entorno caribeño, maestro en la fábrica de juguetes de la penitenciaría estatal.
Su publicación y difusión en versión digital, la instala en otro archivo abierto que la da al mundo, gracias a las labores de Carmen Centeno, una de las estudiosas más constantes y solidarias de nuestra literatura. La primera vez que me acerqué a ella ya conocía su trabajo. Fue en la colección puertorriqueña de la UPR: qué lugar aquel para compartir el silencio de lectores que se adentraban en investigaciones casi esotéricas, puesto que alumbraban una pequeña porción del archivo desconocido. La relaciono con el recuerdo del velorio de Reyes que fue una tradición en la familia de los Centeno Añeses. Es que en la maestra Carmen son inseparables la elegancia, la dedicación al trabajo de investigación, la sensibilidad de una corriente casi mística de vida muy mediada por el amor a esta tierra y a sus redes caribeñas y por la vocación docente.

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