“No hay democracia
en la colonialidad
y el que afirme
esa ingenialidad
fumándose algo estará
Que está intoxicando
y diezmando
su capacidad para
Pensar…”.
La euforia adictiva de la participación electoral se riega en las cotidianidades de la nación borincana. El suplicio de los tapones, de las caravanas, de los mítines políticos, donde los dos partidos coloniales asimilistas, cómplices, se derraman en peroratas de promesas buscando acceder nuevamente el control de la administración del gobierno colonial, que les permita, en estos tiempos de “precariedad” económica, asegurarse guisar.
Pocos se preguntan si a la luz de que el gringo ya habló, “somos colonia, somos un mero territorio, “que pertenecemos a los EE.UU. pero no somos parte de los EE.UU.”, tiene algún sentido seguir simulando que el ejercicio de ir a votar tiene algún significado real más allá de un juego mental y ser parte del engaño del gobierno propio.