Breve Intento De Recuperación Y Falso Entusiasmo

Historia

Me detuvo la fatiga de buscar inspiración en los textos. Saturado de escarbar los maestros en mi parnaso, abandoné la lectura. Una noche de urgencia comenzaba a deslizarse por sobre el vacío de ideas, dejándome desorientado en mi butaca, y sin el fuego de una imagen fresca. Intenté la estrategia de descansar la mente, emancipé los pensamientos, esperé. Y no por mucho, pues al encontrar el recuerdo, fugaz en mi memoria, me apresuré a no dejarlo escapar. El frenesí de tropezar con la semilla de un futuro escrito me puso en pie. Escarbando mi biblioteca, pronto di con el documento en el lugar exacto donde sospechaba haberlo puesto, hace ya mucho más de un corto tiempo.

Admiraba con satisfacción y picardía el papel que sostenía en mi mano, y que por un instante temí no encontrar. Recordaba sus trazos a perfección. Mis ojos procuraron el comienzo de aquellas curvilíneas flechas. “Gutenberg”, en mayúscula y subrayado, aparecía como centro y punto de partida. El amarillo del tiempo arropaba el boceto, y las quiebras de la hoja amenazaban con dejar en el abandono a las esquinas, las cuales atadas a la vieja cinta adhesiva que en antaño besaba la pared frente a mi escritorio, ejercían una carga cada vez más difícil de sostener.

Mcluhan pesaba fuerte en aquellos tiempos, y la avasalladora idea de Homero revolucionando el Mundo Antiguo con su obra, esgrimiendo el alfabeto griego, e hiriendo de gravedad a la tradición oral, sedujo mientras devoraba mi imaginación de adolescente. Sin embargo, y sin sospecharlo, los Presocráticos esperaban a la vuelta de la esquina en inevitable y maliciosa emboscada. Manteniéndome en su divino lodazal por varios años, milesios y eleáticos dejaron unos sucios los cuales nunca he podido del todo enjuagar. El mismo delicioso pantano donde se revolcaron los hijos de Gutenberg.

Las matemáticas corrían paralelas a las filosofías, en aquel curvilíneo mapa que mientras más estudiaba, más revivía proyectos pasados, en el renovado entusiasmo de que por fin llegaba el momento de darle conclusión a tan plácida investigación.

Recordé lo mecánico y su deseo de aniquilar lo intuitivo, la imaginación que las letras le robaron al viejo bardo, y la geometría aplastada por el algebra y por la prueba que incesante escupían las imprentas renacentistas.

Pero aquella cartografía de un pasado pensar, revelaba raíces de imaginaciones madurando en ramas que por más que intentaban tocarse, no encontraban como volver a ser una. Se repitió un viejo lamento interno, ecos de reproches pasados y porqués al abandono. Repasando razones en la memoria de aquella bendita pared, recordé que junto al documento que ahora sostenía, había una cita de Alcmeón de Crotona, “El hombre perece por no poder unir el principio con el fin”, como si bloqueando el avance.

Tres décadas tardó la resurrección de aquel punto final. Mortal misil que lanzó el crotoniata, y que estallando sobre mis bosquejos, embadurnaba con brillante barro del antiguo mediterráneo mis sueños de aventurero intelectual, volviéndolos a sellar inútiles, insensatos.

Regreso entonces y me desplomo desorientado en la butaca, resignado a otra vez comenzar la búsqueda de la elusiva idea fresca.

Crédito foto: Rhodri powell 29, Wikimedia Commons, bajo licencia de Creative Commons (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.en)