Boyhood o el cine de las transiciones

Caribe Hoy

El paso del tiempo, ese punto común inexorable, es el centro de la película Boyhood. Este es, además, uno de los proyectos cinematográficos más interesantes que conozco: una cinta filmada a través de poco más de 11 años con los mismos actores. Esto la acerca al género documental, más aún cuando el protagonista, Ellar Coltrane, apenas ha actuado en otro proyecto que no fuera este en el mencionado periodo de tiempo. Finalmente, es uno de los mejores ejemplos de narraciones, sea en papel o en filme, en torno al crecimiento o “coming of age” de un niño en joven adulto. Pocas obras que trabajen esos cambios tienen el impacto de esta. A mi memoria vienen Les Quatre Cents Coups (Los 400 golpes), de Francois Truffaut; Pixote, de Héctor Babenco; o la reciente La Vie d'Adèle (Blue is the Warmest Color), de Abdellatif Kechiche. Incluso, el director, Richard Linklater, hace veinte años había tocado, en forma de comedia, la temática de los jóvenes y sus formas de ser, en su conocida y estimada Dazed and Confused. Sin embargo, ninguna de las mencionadas cubre un periodo de años tan amplio ni tan medular en la vida de sus personajes y ninguna da un panorama tan vasto de la importancia de esas transformaciones, no a través de impactantes situaciones o grandes escenas dramáticas, sino por medio de sutiles detalles que parecen casi imperceptibles. Esos detalles cotidianos advienen centralidad; de tal manera, cobran mayor impacto pequeñas escenas y, sobre todo, los gestos del niño-adolescente-joven adulto, especialmente su mirada.

La inestabilidad e incertidumbre es característica de la existencia humana, en mayor o menor medida. Las mudanzas son la constante en la película, estas son tanto físicas como mentales, y también se manifiestan de forma de forma literal en los constantes cambios de hogar de los personajes. Teniendo como escenario a Texas, Estados Unidos, acompañamos a los protagonistas en una especie de “road movie” por distintos pueblos y ciudades de ese estado, donde también hacemos un recorrido por las transformaciones de la sociedad estadounidense en los social, económico y político a comienzos del siglo XXI. Incluso, la banda sonora o “soundtrack” también refleja esos cambios, además de la tecnología a través de los videojuegos, las computadoras y los teléfonos.

A través de los 165 minutos que dura el filme, Linklater nos lleva en un recorrido centrado en Molan, personaje que vemos crecer y metamorfosearse ante nuestros ojos, tanto externa como internamente. Sin embargo, esos saltos en las edades, las transiciones, fluyen armónicamente en la edición, teniendo en cuenta que tienen que haber saltos temporales, pero sin sentirse los mismos de manera abrupta.

Los cambios son más radicales en las edades del protagonista, de los 6 a los 18 años, y de su hermana mayor (Lorelei Linklater), pero también hay transformaciones importantes en su madre (Patricia Arquette) y en su padre (Ethan Hawke), que se ven y palpan en el transcurso de la película. Aparte de las mencionadas variaciones, en ese ambiente de consistente inestabilidad, la madre es la constante, el pilar de estabilidad al que se asen los demás personajes. Pero incluso ella siente en carne y mente propia el paso del tiempo, las modificaciones inevitables.

Del adiós, de las despedidas, del dejar ir, tanto a las cosas, como a los lugares, como a las personas, como a los personajes, como al que uno fue: de eso también trata el filme. En ello reflexionan dos sus personajes al final, cuando dicen y sienten que el ahora, el momento, es lo único que existe.

Crédito foto: Global Panorama, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/)