La colonia dentro de la colonia no huele a perfume

Caribe Hoy

Imaginar que se vive en una colonia dentro de otra colonia resultaría ser una imagen surrealista, desempolvada de un manifiesto dadaísta cualquiera. La realidad es que, tal imagen es dibujada todos los días en esta isla desde la mayoría de las instituciones de interés cultural que reciben algún socorro económico gubernamental. Algo muy peculiar sucede cuando el macro de nuestra condición colonial se esquematiza en la micro administración de nuestras instituciones culturales.

Vistas como empresas de interés privado/personal, muchos de sus directores asumen un dominio intelectual siniestro, convirtiendo sus diplomas académicos en decretos feudales. Entonces, su fingido compromiso directivo comienza- gradual y sutilmente- a despreciar el genuino valor histórico de los destinos de estas sedes culturales. De esta manera, la cultura queda desprotegida y altamente manipulable,  haciendo que el fervor capitalista, edificado desde un interés político partidista, subsista perpetuamente intacto. Así, la dictadura burguesa enjuaga su nombre en la más hipócrita de las filantropías y la música, el teatro o las artes en general quedan reducidos a eventos triviales de mero entretenimiento rutinario y fugaz.

Por otro lado, muchos de los  empleados que trabajan en estas instituciones culturales y que vierten su lealtad cultural con vehemente interés histórico, quedan atados al más cruel de los silencios. Todo, para no ser acusados de insubordinación y salvaguardar sus empleos; que no pueden darse el lujo de perder.  Un sinnúmero de empleados de instituciones culturales (en su mayoría mal remunerados) son en esencia artistas, gestores culturales, curadores, productores o estudiantes en pleno proceso de  innovación creadora. Sin embargo, tal parece que los “de arriba” ven estos talentos en potencia como una truhana competencia de descalabros burocráticos e intelectuales. Por lo demás, estos directores ejecutivos en vez de fomentar sucesores responsables, prefieren -convenientemente- fomentar o instaurar mequetrefes hilados como porristas de sus propias chapucerías.

Resulta vergonzoso observar cómo el mundo intelectual de un individuo con un “buen” título académico absuelto, termina esgrimiendo un diploma enmarcado con la arrogancia de sus propios complejos psicológicos inconclusos. Sembrados en puestos ejecutivos, estos personajes de ciencia ficción asumen posturas demagógicas y toman decisiones “trascendentales” cimentadas en simples opiniones retóricas sincronizadas con las modas políticas del momento. Y desde allí satisfacen sus más íntimos deseos “post-neo coloniales” como simplonas pero dañinas dictaduras que sirven sólo para adornar su propio currículum vítae en nombre de su próximo –pequeño- golpe de estado institucional.  Una colonia dentro de otra colonia es una fragancia que siempre envicia, origina y transmite dictaduras culturales. Aroma que hiede a lealtad traicionera hecha de escombros políticos coloridos.