Woman in Gold o el agridulce recuerdo del pasado

Cine caribe

Woman in gold (Dir. Simon Curtis, EE.UU., 2015) es posiblemente la película más interesante que podamos ver en el 2015. La misma versa sobre el recuerdo personal, la memoria colectiva, el dolor y la reconciliación. La forma de contar estos apasionantes temas lo fue el robo de las piezas de arte que durante la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945) hiciera el gobierno del Partido Nacional Socialista Alemán (Nazi) en Alemania.

En este caso, y luego de la invasión alemana a Austria (1938), dio paso a un proceso sistemático y metódico de humillación y eliminación del pueblo judío en Austria. Pero, al agredir al pueblo judío por vía de los asesinatos en los Campos de Concentración o por vía de forzarlos al exilio, ¿qué pasó con las pertenencias de dicho pueblo? Ahí comenzó el saqueo y robo, en particular de las colecciones de artes que dicha comunidad tenía en sus casas.

La película cuenta la historia del cuadro Woman in gold (la mujer de oro) del pintor Gustav Klimt. María Altmann (Helen Mirren) es una octogenaria que decide averiguar que pasó con un cuadro que había en su casa de la infancia en Viena, el cual Klimt había realizado, como retrato de su tía. El cuadro, según investigó ella, había sido hurtado una vez sus padres fueron llevados al campamento de concentración, y robado. Años después se descubre que el cuadro se había convertido en la imagen del pueblo “noble” de Viena, y se exhibía en la principal galería nacional del país.

María Altmann decidió consultarle a una amiga en torno a su hijo abogado, Randol Shoemberg (Ryan Reynolds) quien no mostró mucho interés de forma inicial por practicar el “derecho de restitución de arte”- Así las cosas, la película se va desarrollando entre el genio y carácter de la Sra. Altmann y los cambios de actitud y personalidades que experimenta Shoemberg. Este se transforma en un ente pasivo y desinteresado en un activo jugador en el rescate de la Mujer de Oro. A fin de cuentas, sus abuelos también habían perecido en los campos de concentración, lo cual creaba una empatía particular entre él y su cliente. Ambos vivían del recuerdo, de la memoria colectiva, del dolor y de la reconciliación.

Se trata de un fascinante guión, con extraordinarias actuaciones, en particular la de Mirren, quien una vez más debe ser nominada al Oscar de mejor actriz, con fuertes posibilidades de ganar. La estética de la película también es muy agradable y exquisita.

Esta película hay que irla a ver, una, dos y tres veces. Sobre todo para explorar como cerramos nuestro dolor por las heridas del pasado. Para aquellos y aquellas que luchan por exigir reparaciones ante los problemas del pasado, en particular el crimen de la esclavitud, ver esta película puede proveer una serie de ideas.

Al cine, sin reservas y con una buena copa de vino tinto.