La deuda, mi generación…y mi país

Voces Emergentes

altLo recuerdo como si fuese hoy. Hace un  poco más de diez años- cuando estábamos en la transición de la administración de la Gobernadora Sila María Calderón a la administración Acevedo Vilá el tema surgió. También surgió la preocupación por parte de los políticos. Sí, es el mismo tema que está pensando al leer esta columna.

Se trata de la deuda. La deuda pública. La deuda pública de Puerto Rico y de cada uno de los que habitamos en este país. Tema que hoy día se ha transformado en nuestro deber ciudadano de cumplir con el pago de la misma aunque sea en detrimento de las aspiraciones y de trabajar con los retos –o ilusiones- que podamos tener como pueblo.

En el momento en que el tema surgió yo tenía unos veintidós años, estaba terminando mi bachillerato en Ciencias Políticas en la UPR y próximamente esperaba comenzar estudios en Derecho. Este tema no generaba grandes discusiones con mis compañeros. Sin querer idealizar esos tiempos  y según mi mejor recuerdo, creo que el tema de la deuda era completamente marginal o prácticamente no existente. Todavía teníamos alguna ilusión, ánimos para pensar y energía para debatir.

Nuestras discusiones estaban más centradas en lo que podían ser las contribuciones de la sociedad civil al debate político, partidos políticos tradicionales versus partidos políticos de nueva creación, la necesidad de defender los recursos naturales de Puerto Rico y como generar desarrollo económico más allá de la manufactura y sin la 936. Tampoco puedo olvidar los debates sobre la participación política de las mujeres, la necesidad de conservar los espacios públicos  y como sacar a Puerto Rico del insularismo y convertirlo en un participante activo de lo que estaba pasando en el Caribe, América Latina e incluso en los Estados Unidos, entre otros. Estos temas generaban debates y cada cual asumía su posición, pero al menos se podía debatir, conversar y creer que algo podía pasar. Teníamos la ilusión de que seríamos protagonistas y que formaríamos parte de eso que pasaría. Pero llegó el tema de la deuda y las cosas comenzaron a cambiar.

Llevamos unos diez años en el debate de la deuda. La deuda aumenta, el gobierno recrudece medidas  para tratar de cumplir con el deber de pagarla y los que habitamos en Puerto Rico, mientras tanto, vemos casi pasivamente como los administradores del país nos dicen cada cierto tiempo “como salvaron el crédito de país” o como “ahora” estamos haciendo las cosas bien porque han tomado las medidas “correctas” para atender el problema. Se supone que creamos que todo está bien, por algún tiempo, hasta tanto nos anuncien nuevamente que estamos al borde de la quiebra y que hay que aprobar determinada legislación-sin mucho debate- para salvar al país del precipicio. Y así continuamos en el debate cíclico de la deuda. También así, mi generación parece que ha asumido a la deuda como su debate central y parece permitir que todo aquello otro con lo que soñamos que ocurriera se convierta en algo marginal que puede ocurrir si la deuda lo permite.

A pesar de la deuda, todavía quiero crear y construir [no sólo con cemento] ese país que alguna vez debatí o a lo mejor construir otro que sea mejor. Definitivamente, crear un mejor país en el que valga la pena  vivir. No quiero ni creo que los de mi generación debamos aspirar sólo a administrar el país-deuda que heredamos y del que parece que no tenemos escapatoria [a menos que nos mudemos]. La deuda no puede ser lo central, tenemos que ir más allá. Hay que asumir nuestro deber y crear un país para nosotros y los que siguen. La deuda es el reto heredado y tenemos que rechazar que ésta se convierta en el timón del debate colectivo de las próximas décadas. Tenemos que hacer política más allá de la deuda. Tenemos el reto de construir un país que nos sirva a tod@s y donde las medidas de bienestar colectivo puedan asumirse como un asunto serio. Mi generación tiene que abandonar el escepticismo y no puede convertirse en un ente pasivo. Tiene que  atreverse cuestionar lo que heredó y las supuestas soluciones. Derrotar el misticismo del pasado soñado y  crear un proyecto propio. También tiene que contribuir a atajar la deuda, pero no como proyecto de país.  Nuestro proyecto tiene que ser crear un país donde valga la pena vivir, a pesar de la deuda.