El amor y otras historias o la crónica de una película perfecta

Cine caribe

Pocas veces lo reconozco y lo expreso, pero El amor y otras historias (Dir. Alejo Flah, Argentina, 2014) es un filme perfecto. Es posiblemente la película de amor más memorable que haya visto desde los tiempos de Cinema Paradiso (Dir. Giuseppe Tornatore, Italia, 1988) y The way we were (Dir. Sydney Pollack, EE. UU., 1973).

En El amor y otras historias, una coproducción argentina-española, se entremezclan dos filmes. El que realmente va narrando la película y, por otro lado, el que inventa la película. Es decir el primer filme habla de un guion que se va a convertir en un segundo filme, el cual va narrando poco a poco. Ambos filmes, el real y el ficticio, caen en lo que hemos definido aquí en Página 0 como la migración del cine argentino a la felicidad.

El amor y otras historias, el filme dentro del filme, nos recuerda de forma muy atinada y correcta que toda película de amor/comedia siempre termina con un beso. Eso no puede ser más acertado y atinado. La película lo transmite de forma magistral y bajo una sensibilidad humana jamás antes vista. La película es dirigida y escrita por Flah, pero con un toque muy femenino y tierno.

En la película que se hace dentro de la película, Pablo Diuk (Ernesto Alterio) es el guionista de una trama de amor/comedia, que debe terminar con un final feliz y un beso. Mientras en su vida real, su mujer Valeria (Julieta Cardinali) le es infiel y deciden separarse. Su vida debería ser una total agonía, pero se dedica a componer personajes para su guion, a pedido de su amigo y productor Andrés (Luis Luque), quien en la vida real cumple la función del amigo contraparte de otro personaje que se desarrolla en paralelo en la ficción. La película transita entre personajes reales y personajes ficticios donde tienen doble personalidad, en lo real y en la ficción, que hace del filme real, uno muy entretenido.

En el segundo filme, el que hemos llamado de ficción, Víctor (Quim Gutiérrez) intenta enamorar a Mariana (Marta Etura), viviendo los mismos contratiempos, aunque más apasionados, que los que vive el guionista en el filme real. En fin, que las pérdidas reales se entrecruzan con las reconciliaciones en la ficción. En todo momento, la película guarda un interesante balance entre lo dulce y sensible, y la fuerza y a veces capacidad ácida que puede tener la vida. Es un filme interesante que hay que ver más de una vez.

Lo más interesante de la película es el cuidado que el director y guionista Flah guardó con el manejo de las frases que tanto Pablo como los personajes dicen a lo largo del filme. Por ejemplo, la frase inicial de “toda película de amor termina siempre con un beso” se repite una y otra vez a lo largo del filme. En un momento cumbre, la mujer de Pablo dice “debimos haber tenido hijos” como expresión para justificar el ocaso de su relación.

Pero, la película por vía de su director/guionista/personaje, entra en una serie de debates en torno a la ficción, que nos fuerzan como lector/audiencia a pensar la película más allá de la película. “Quiero una película de amor donde al final los personajes estén bien y no tengan problemas de vida cotidiana, ni económicos” es una línea interesante cuando el guionista Pablo se plantea cómo deben ser las películas. Nos plantea una perpetuidad de la felicidad, que ningún filme puede garantizar, más allá de la palabra “Fin”. Esta idea la captura magistralmente cuando él le dice a ella “dime que va a ser siempre así”.

Al final, la película real y la de ficción terminaron. Triste, pues uno quería una prolongación para poder continuar viviendo en felicidad. Pero el cine es así.

Comienza y termina. Como todo en la vida. Mientras la trama dure dentro del filme, no se detenga, vaya a verla una y otra vez, hasta la saciedad. En esta medida este filme logra capturar y concluir lo que Woody Allen no pudo en su filme The purple rose of Cairo (Dir. Woody Allen, EE. UU., 1985). La ficción como lo real, sí pueden tener un final feliz. Gracias, Alejo Flah, por darnos esta película.

Sin restricciones debe verla por lo menos tres veces, con o sin una copa de vino.