El peor momento [pese al miedo] siempre es el mejor

Caribe Hoy

Siempre pasa en ese momento en el que se nos mueve el suelo. El piso de lo que hemos construido como la realidad para vivir. Ese instante donde nos damos cuenta de que ya nada será igual. Ese es. El mejor momento.

Los humanos construimos realidades para poder vivir y estructurar la vida. En esa base, desarrollamos la vida colectiva y la cultura que brinda cohesión a un grupo de personas. De esta manera sencilla y muy compleja se desarrollan los pueblos, las naciones. A través de la vida, los momentos que llamamos críticos en un grupo cultural son realmente los que la vida nos brinda como oportunidad para quitarnos la venda de los ojos. Ofreciéndonos la coyuntura para reencaminar  la mirada con la que hemos percibido el mundo que nos rodea. Ese momento, siempre doloroso, donde las historias que nos han sostenido se caen y necesitan clarificarse, ese precisamente ese, es el mejor momento.

Estos mejores momentos, como les llamo, les ocurren de manera muy parecida tanto a los individuos como a los pueblos. Y los pueblos en ese instante, como las personas, nos aferramos al pasado. El dolor, el miedo, la incertidumbre pinta el pasado mejor de lo que fue y lo idealiza. Proceso natural, pero al que tenemos que estar muy atentos porque puede engañarnos. Además del pasado, usualmente nos aferrarnos a la esperanza de que llegue un mesías que lo arregle todo, inmediatamente y sin que tengamos que sufrir mucho. Es decir, alguien que nos libre de ese momento de angustia y nos haga tener la ilusión de que todo va a estar bien, sin nosotros hacer mucho.

El miedo es la emoción más alimentada cuando estamos en el momento crítico, al borde del cambio. Por otro lado, el miedo es el peor compañero de viaje. Sea el trayecto corto o  largo cuando se transita con miedo, es tormentoso. Las personas tienen miedo durante sus procesos, los países tienen miedo. Y los gobiernos tienen pánico, porque usualmente no tienen ni idea,  de qué hacer para salir del miedo. El momento  en que se nos abren los ojos, es crítico, es de  temores al futuro, tristeza por el pasado y el presente produce un nudo en el estómago difícil de desanudar. El miedo nos paraliza y nos dedicamos a meternos miedo, el discurso es de miedo.

Por otro lado, la verdad es lo único que puede echarnos gasolina Premium para el nuevo camino, que sin dudas hay que emprender. Un camino que hemos pospuesto por largo tiempo, un camino para el que nunca nos hemos preparado y ahora, hay que prepararse. El problema es que de tantos años diciéndonos cuentos, historias repetidas a varias generaciones, en este caso, nos hemos quedado con muchas medias verdades. El miedo lo hemos usado para reprimirnos, controlarnos, detenernos y autocomplacernos. Llevamos demasiado tiempo huyendo del miedo a definirnos y para autodefinirse es necesario conocerse.

Los arquetipos son una manera psicológica de llamar a esas lentes que tenemos y a través de las cuales vemos el mundo que nos rodea. Pueden usarse de una manera sencilla para identificar nuestro poder personal y colectivo, en momentos críticos de cambios. Se piensa que estas lentes llamadas arquetipos, son universales. Es decir, se encuentran presentes en los múltiples grupos culturales.

Parece que a nosotros el arquetipo del engaño nos ha mantenido engañados y ha sido parte de los compañeros del viejo viaje. El viaje nuevo necesita que examinemos los arquetipos que nos hagan libre el pensamiento y la emoción, para que nuestros cuerpos aprendan a volar. Pero estos nuevos arquetipos solo pueden ponerse a funcionar si nos brindamos la oportunidad de examinar los que han sido asistentes del viaje anterior.

Las profesiones deben estar al servicio de la población y en estos momentos necesitamos voces reflexivas que con su experiencia puedan ayudarnos. La psicología nunca ha tenido en nuestro país un sitial muy relevante. Todavía es una vergüenza aceptar que hay que ir a un psicólogo. Sin embargo, la psicología nos puede ayudar en este nuevo viaje. Que no es solo económico, que no es solo político, es también psicológico. Sin importar cuando dinero o escasez del mismo pueda tener una persona, si pertenece a un grupo cultural, tendrá y padecerá los arquetipos propios del grupo. Dicho de otra forma, aquí todos somos hijos del mismo lugar, sin importar colores, o pertenencias. Lo que varía es la manera en la que maquillamos los dolores, los miedos o las angustias.

Existen (a mi entender) tres arquetipos indispensables que hemos usado y cuya voz necesitamos aclarar, para brindar luz, a la mochila del nuevo viaje. Estos son, la vergüenza, el abandono y la traición. Para examinarlos necesitamos examinar nuestras creencias culturales que niegan su existencia y la pintan con un maquillaje espectacular. Sin embargo, hay que examinarlas si de verdad queremos el gran cambio que tenemos ahora en la palma de la mano. Ese cambio necesita una nueva mirada hacia nosotros mismos.

La vergüenza es un arquetipo que puede entenderse escuchando lo que dice un joven adulto puertorriqueño de 21 años: “¿Tu has estado alguna vez en una mesa con gente de otros países, y has tratado de explicarles lo que es Puerto Rico en términos políticos, y te enredas tú mismo y terminas hablando de lo chévere que es la gente?”. Ese es el arquetipo de la vergüenza, de no saber lo que eres para poder explicarlo a otros. Los arquetipos tienen como todo lo humano, sus luces y sus sombras. Muchas personas para enmascarar ese sentimiento tan desagradable que es la vergüenza, exageran y se vanaglorian. Quizás por eso a veces hacemos hipérboles de nuestros talentos y amor a la patria.

Una joven de 27 años que la persona que la estaba entrevistando para un trabajo en Boston le dijo: “Tenemos que investigar si su residencia en Puerto Rico cualifica para  poder tener un trabajo en E.U.” O la devaluación de tus compañeros de trabajo que te dicen Porto Rico, ¿where the hell is that place?”.  “¿What lenguaje do you speak?”. Así es que se activa el arquetipo de la vergüenza. No poder explicar lo que eres o cómo se llama en términos políticos, no ser reconocido, respetado. Eso que sentimos, es vergüenza.

El abandono nadie lo explica mejor que el señor que espera por su dosis de café en la panadería. “Yo me siento abandonado, pero yo creo que al final nos van a echar una mano. Después de todos estos años. Yo soy veterano de Vietnam, no puede ser que ahora nos abandonen”. Suerte que su cafeína llegó a tiempo para rescatarlo de la profunda tristeza. Muchas veces el abandonado se culpa del abandono, piensa que el o ella provocaron ese abandono. Un señor de 50 años decía: “es que aquí la gente no es educada, mira como dejan esas playas sucias. Así no tenemos oportunidad, nunca vamos a ser estado".

La traición la trae una mujer de 42 años “realmente con todo lo que está pasando yo me siento con tanto coraje como cuando descubrí que mi ex me las estaba pegando. Después de tantos años me enteré que la relación que yo creí que era, no existía”. La traición duele de tal forma porque es una negaciòn a la confianza y al compromiso. El o la traicionada pueden adquirir confianza propia o plegarse al que los traiciono justificando la traición. O dicho de otra manera identificarse con el agresor.

Los arquetipos como todo en la psicología tienen su sanación particular. Dicho de otro modo, nos brinda la oportunidad de la redención. Cada una de esas maneras particulares de ver la vida tiene a su vez una forma de sanarse a sí misma. La psicología es un hacer humano cuyo conocimiento y herramientas pueden ayudarnos a abrir los ojos y el entendimiento para que la usemos en nuestro diario vivir.

El arquetipo de la vergüenza se puede sanar con la práctica del honor, que es a su vez, una lente nueva. El del abandono con la práctica del compromiso, una mirada necesaria para el trabajo que tenemos delante. Comprometerse, convierte la vida en algo tangible. No es un plan, es una realidad que no tiene términos medios. El de la traición con la práctica de la lealtad. Solo imaginemos que en este nuevo viaje podamos ser honorables, comprometidos y  leales a nosotros mismos.

En estos ejemplos, todos reales, podemos entender los arquetipos que viven a diario con nosotros y rigen muchos de nuestros comportamientos y explican muchas de nuestras debilidades. Y cuyo desconocimiento o negación nos impiden ser lo que de verdad somos. Si en serio vamos a aceptar el reto de la vida, necesitamos examinar la cultura que hemos practicado. La que nos ha traído hasta este momento y añadir lo que sea necesario para ese nuevo viaje sin miedo.