La crianza de cuervos (Parte I)

Caribe Imaginado

El hijo:

Pensaba en que, ya cercana la hora de la muerte de su madre, tendría que asegurarse de lo suyo en la herencia. Vivía con ella hacía más de 15 años, pero rara vez le dirigía la palabra. Le causaba cierta clase de repulsión, algo poco común socialmente hablando, ya que nació el único varón y el predilecto de su madre, según sus hermanas.

Ella, mientras era niño, siempre le daba doble ración del postre y lo protegía de muchas maneras para evitar que se enterara de las infidelidades del padre y saliera como él. Algo que él interpretaba como cosas que le ocultaban y con esto justificaba su desamor e indiferencia a todo lo que tuviera que ver con ella. Ella, como toda madre, hizo lo que tuvo que hacer para que no fuera preso e hipotecó la casa con él como codeudor. Ahora que ella ha enloquecido y que su vida pende de un hilo muy fino, él pregunta por el poder que la hermana mayor está gestionando y pregunta delante de la madre, ida, acostada, pero despierta en su habitación, que él quiere ver ese poder, que no vaya a haber nada que lo vaya a perjudicar, porque él es codueño de la casa y lo impugnaría porque de eso sabe él.

Nada tiene que ver su relación con ella, piensa. No tiene por qué darle cariño, ni atenciones a su madre. Cuando ella se las dio, cuando estudiaba con él, cuando lo consentía y le daba lo mejor, cuando luchó por él cuando de niño su suegra se lo quería llevar a vivir con ella, cuando lo recibió en su casa tras separarse de su esposa, cuando creyó en su inocencia e hipotecó la casa para pagarles a los abogados, todo era por su deber de madre y él no tenía, ni tiene que reciprocarle ningún afecto porque encima de todo ella estaba haciendo cosas fuera de orden que lo hacían pensar en declararla demente, pero jamás le sacó una cita para llevarla a un médico a ser evaluada a tiempo, él que vivía con ella y no trabajaba. Solo se lo repetía y la torturaba diciéndole que la casa era de él. Como hace ahora indirectamente con la hermana mayor. Él es así, con su madre y todas sus hermanas, pero jovial y amigable con los pocos amigos que tiene y que le escuchan sus penas.


El hermano:

Era el menor. Y eso siempre le molestó, porque no creía en eso de respetar a los mayores ni obedecerlos. Nació con mucha energía y se la pasaba rompiendo cosas y dando golpes. Así mismo creció, cambiando los golpes por palabras y amenazas. Cuando discutía con sus hermanas las llegó a amenazar de muerte: “Mira a ver si quieres que te vacíe esta pistola.”, en dos momentos diferentes a cada una de ellas. Milagrosamente, obtuvo licencia de portación y practicaba tiro al blanco. Perdió sus armas cuando lo acusaron. Vinieron por ellas con una orden a casa de su madre y se las llevaron por culpa de las alegadas hijastras mentirosas. Ella lloraba y era consolada por la hija mayor quien guio a los guardias al cuarto de ella donde estaban las armas en el closet.

El padrastro:

Las niñas mienten son precoces y libertinas, le decía a todo el mundo. Y todo se lo han inventado para fastidiarlo porque se enamoraron de él. Es guapo, siempre se lo han dicho.

El esposo:

Tuvo su hijo con la mamá de las hijastras, razón por la que se casó con ella, no sin antes reprocharle que por su culpa no podría casarse con una virgen y hacer una familia. Esto fue dicho estando ella encinta de su hijo. No sabe por qué ella continuaba a su lado, pero sí estaba seguro que debía disciplinar a las hijastras porque no tenían modales en la mesa.

El padre:

El juez le permitió visita supervisada, primero en una oficina del gobierno para estos casos y luego en presencia de la hermana mayor. Momentos que aprovechaba para hablarle mal al propio hijo de sus hermanas y de su madre. Hasta que la hermana mayor desistió de ser intermediaria.

El tiempo pasó y él intentó, por todos los medios, que el hijo le creyera. Ahora espera paciente,  rondando, como en acecho, el desenlace que le dé cierto desahogo económico, a pesar de la tristeza, que le ocasionará la muerte de su madre.