Reflexión ante carta pastoral de Obispo de la Iglesia Episcopal Puertorriqueña ante la crisis

Espiritualidades
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Deseo felicitar al Obispo Wilfrido Ramos Orench por compartir su Carta Pastoral ante la Crisis. Entiendo que es un importante documento de reflexión, aunque creo que es tardía. A pesar de eso me gustaría compartir algunas reflexiones sobre la misma “con una mente profundamente crítica y bajo un serio espíritu de oración”.

Estoy totalmente de acuerdo de que el País está en medio de una profunda crisis a todos los niveles. Una crisis económica donde las políticas económicas gubernamentales y las estrategias de desarrollo empresarial han fracasado en crear empleos. Una crisis fiscal donde las políticas de exención contributiva a las grandes empresas y a la pequeña burguesía parasitaria y de aumento de contribuciones a la clase trabajadora han sido un total desastre. Una crisis política donde las políticas de representatividad y representación “democrática” han sido y son una total burla. Estos ejemplos son una clara evidencia de que la crisis es real, profunda e histórica. Esta situación ha causado una profunda crisis social que está afectando a los principales servicios públicos.

Lo primero que me gustaría señalar es su afirmación de que “sin lugar a dudas, la crisis nos afecta a todos y todas por igual pues, ese Pueblo somos todos nosotros”. NO todos y todas estamos afectados por partes iguales. Los y las pobres y los y las trabajadores han sido y son los verdaderos afectados en esta crisis. Hay una pequeña parte de ese pueblo que se beneficia de la actual crisis. Un sector que tiene el poder adquisitivo para comprar nuevos carros cada dos años; visitan Miami o New York continuamente; pasan sus vacaciones en Disney; viven en casa de $250 mil; envían a sus hijos e hijas a las mejores escuelas privadas. Hay un sector, sobre todo los que trabajan como representantes de las grandes compañías extranjeras o como gerentes, supervisores y jefes de agencias de la burocracia estatal que se benefician de la crisis. Ambos sectores están conectados a la politicocracia que ha desarrollado una industria electoral que controla la Legislatura.

Amado Obispo, no todos y todas sufrimos, padecemos y sentimos la crisis de la misma manera. Los y las pobres y los y las trabajadores somos las principales víctimas de la crisis.

Usted lo afirma cuando señala que “los trabajadores y todo el pueblo se han visto afectados; nuestra gente se ha empobrecido con el incremento desmedido de impuestos y privatización; ha aumentado la diferencia entre los que tienen y los que menos tienen”.

Nuestra opción preferencial como cristianos y cristianas debe ser por este sector y ningún otro. Menos aún nuestra opción puede pasar por el sector que ha producido, se ha aprovechado y ha explotado la crisis para su propio beneficio. No todos somos PUEBLO aunque seamos parte del PUEBLO.

Mi segundo comentario es sobre su asertivo y correcto análisis de la crisis cuando señala que “atravesamos una grave crisis estructural de nuestro modelo económico-político neoliberal”. Esta afirmación es fundamental si deseamos pensar y producir respuestas concretas y específicas para el beneficio de la clase trabajadora. La crisis es producto del modelo económico-político neoliberal. De nada más ni nadie más. El capitalismo, el capitalismo colonial establecido en Puerto Rico, es la enfermedad y la única forma de salir y superar la crisis es eliminando la enfermedad, el capitalismo neoliberal y el colonialismo.

Me alegro y gozo de su afirmación de que “el desarrollo del modelo económico actual es sin lugar a dudas un pecado contra la humanidad”. Ese desarrollo económico en nuestro país se fundamenta en una relación colonial, por lo tanto, la actual situación colonial es parte del pecado. Ante esa afirmación teológica monumental me sorprende que diga de que “consideramos urgente y necesario una amplia reforma estructural”. Lo que es urgente y necesario es una transformación radical, una revolución, de nuestro actual sistema económico, social y político. Esa tiene que ser la consigna: una transformación radical, una revolución.

Usted señala que es “… ineludible responsabilidad (de la iglesia) de denunciar la situación ante el pueblo que sufre y padece, y ser solidaria con un compromiso que va más allá de toda ideología y partidismo político” y continúa afirmando que “tiene que ser vigilante y observadora, analizando constantemente el desarrollo histórico para advertir y evitar toda acción o decisión que viole la dignidad del ser humano… La Iglesia tiene que estar atenta a todo el acontecer histórico económico y social para evitar que este sea detrimental a los hijos e hijas de Dios” y concluye reconociendo que “también tiene el deber de denunciar proféticamente los desmanes prevalentes, y fijar las responsabilidades que fueren posibles”. Estoy totalmente de acuerdo con su perspectiva eclesiológica.

La pregunta que la iglesia evangélica debe hacerse es ¿cómo se va a ser y hacer esa denuncia, esa solidaridad?, ¿cuáles son los instrumentos que se van a usar para analizar ese desarrollo histórico? Esta son preguntas muy importantes y cruciales para el momento histórico en que vivimos. Si utilizamos los instrumentos y las perspectivas teóricas del capitalismo estaremos simplemente justificando y reproduciendo el sistema que hemos declarado como pecado. Si el capitalismo neoliberal es pecado, como bien usted ha afirmado, entonces tenemos la obligación de ir más allá del capitalismo para buscar una solución que “no sea detrimental a los hijos e hijas de Dios”.

Si deseamos, como muy bien apunta, que nuestras acciones sea una que “afirma una ética y una espiritualidad que propicia una vida digna y justa para todos los hijos e hijas de Dios”, como nos la propone el Evangelio, entonces esa denuncia no puede quedarse en las generalidades de ir “más allá de toda ideología y partidismo político”. Ni tampoco en el espacio privado del templo y del púlpito. Es una denuncia que debe ir acompañada con acciones concretas.

Un comentario que me preocupa es su afirmación que la crisis es producto “… por la falta de buen juicio de quienes han gobernado al país… asumimos nuestra responsabilidad y pedimos perdón por nuestro descuido al elegir líderes que han adolecido de la capacidad y sabiduría para conducirnos hacia la plena realización humana”. Si es cierto que la

corrupción y la incapacidad del liderazgo político y administrativo del país y las malas decisiones electorales han profundizado la crisis, no es justo seguir victimizando más a la víctima. Nuestro electorado ha sido y sigue siendo manipulado por los partidos políticos electorales. Gran parte de la responsabilidad de que eso suceda ha sido la incapacidad o el miedo de la Iglesia de dar guías claras y concretas sobre el proceso electoral y los candidatos/as y los partidos.

La Iglesia evangélica puertorriqueña ha rehuido ser un actor en el proceso electoral.

Hablamos con generalidades: que tenga valores, que sea honesta, que escuche al pueblo, que no sea corrupto. Si la Iglesia afirma que el actual sistema económico neoliberal es un pecado y por consecuencia el colonialismo que padecemos, la Iglesia debe promover el voto a aquellos y aquellas candidatas que hacen público su rechazo al capitalismo y a la colonia. Al negarse a hacer eso la Iglesia cae en un doble discurso, por una parte condenamos el sistema, pero por la otra, no está dispuesta a enfrentar y condenar a los hombres y las mujeres que mantienen el capitalismo y la colonia.

Creo que se hace necesario como muy bien usted señala que es necesario “… descubrir, reclutar y validar el competente liderazgo que necesitamos para el ejercicio de una sana y eficaz administración pública…”. Sin un cambio del sistema, es decir, superar el capitalismo y el colonialismo, ese liderazgo nunca tendrá la oportunidad de florecer y menos aún de asumir el liderazgo que le corresponde.

Concluyo reflexionando con el inicio de su reflexión pastoral “anticipo, podamos responder a los mismos con acciones responsables, firmes y decididas” y “… acompañar a nuestro Pueblo Puertorriqueño en las acciones conducentes a la recuperación de su dignidad y respeto”. Me parece fundamental, como expresé anteriormente, la necesidad de acciones claras y concretas para superar la crisis, pero sobre todo es aún más importante que esas acciones conduzcan a transformar el actual sistema económico que lleva a la explotación, la esclavitud, a la degradación de nuestro medio ambiente y la destrucción de nuestra ecología.

Nunca podremos superar la crisis si mantenemos el sistema que produce la crisis. La historia del capitalismo nos demuestra que las crisis son inherentes al sistema y son necesarias para que el capital cree e imponga nuevas formas y manera de explotación de los trabajadores/as y nuestro medio ambiente.

A pesar de las buenas intenciones de sus propuestas, me parecen que hay que superarlas.

No sé cuántas jornadas de Ayuno, Oración y Acción Solidaria se han hecho en nuestro país en los pasados diez años. No me opongo a ellas. Desde la perspectiva evangélica, la oración y el ayuno son importantes, pero la lucha, la denuncia, las acciones transformadoras, revolucionarias se construyen en la calle en medio de la protesta, la marcha, el piquete.

Otra propuesta que a pesar de las buenas intenciones me parece debe ser evaluada es la de “crear un organismo coordinador que promueva la participación verdaderamente democrática de todos los sectores de nuestra sociedad”. A pesar de que es una necesidad en nuestra realidad histórica, la historia política de nuestro país está llena de estos intentos.

Cada año aparecen nuevos grupos y organizaciones que desean unir o coordinar las luchas sociales. Ninguna de ella ha tenido la capacidad de atraer y consolidar una oposición fuerte ante la gestión gubernamental y las políticas públicas del sector gobernante.

Permítame compartirle por qué entiendo que esa oposición política no ha podido consolidarse. Entiendo que el punto de partida de la oposición debe y tiene que ser la clase trabajadora del País, quien ha cargado y carga con el peso de la crisis. Por eso le señalaba al inicio de esta reflexión que la crisis no afecta a todos y a todas por igual. Cuando estos

grupos son copados por los sectores políticos (son oposición un cuatrienio y clase gobernante el otro) se dificulta el proceso. Cuando la pequeña burguesía y la clase gubernamental parasitaria se unen a estas luchas, la lucha se convierte en un reformismo cuyo interés es mantener a esas clases en el poder como representantes del pueblo. Nunca la pequeña burguesía y la clase gubernamental parasitaria han representado al pueblo, mucho menos a la clase trabajadora.

La oposición al sistema y las soluciones a la crisis deben salir de la clase trabajadora. Son ellos y ellas las que sufre en carne propia la crisis y son ellos y ellas las que deben señalar el camino a seguir. La función de la Iglesia en este proceso debe ser una de acompañamiento y solidaridad. Un acompañamiento que permita y asegure que sea la clase trabajadora quien dirija el proceso Una solidaridad que lleve a la transformación plena de nuestra sociedad.

Concluyo agradeciendo su carta y espero que estas notas sean simplemente el inicio de una reflexión profunda. Sobre todo, espero que nos encontremos en la calle donde se hace la lucha.

Crédito foto: Patrick Doheny, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)