La muerte de la ostra

Voces Emergentes

Escucho como se va quemando la hoja entre sus dedos. sus rizos grises se enredan con el humo ahora. recuerdo cuando sus rizos se enredaban con los hombres. se anudaban en espirales sin principios. como luna de agujeros negros . han pasado los años como pasan las horas.

Mírame. se han fugado despavoridos mis insectos. mi lengua ha sobrevivido al humo. mi piel es la capa más frágil del cristal. han mudado mis arrugas para refugiarse debajo de otros cráteres . aquellos nombres enterrados de los amantes. ya han heredado mis perros los últimos poemas.

Ahora soy toda sepultura. y sin embargo siento también que he nacido. un traje ámbar la cubre hasta los tobillos. mangas largas finas como alas de monarcas entrelazadas. su piel se confunde con el ocre de los atardeceres. todo final tiene belleza adentro. su cuello es una sepia de memorias agrietadas e irrisorias . un collar de perlas descansa en su pecho. el confesionario de su nombre. yo la miraba de cerca y ella me miraba en el espejo.

Yo cerraba la mirada y ella descorría los párpados. yo hacía muecas con la nariz y sus ojos se volvían estelas de relámpagos. yo hablaba y ella se volvía mi tristeza. ven. enciende mi último cigarro. las luminarias que rodean la caja. riega los tallos de las brujas. llámalo por mi, pregúntale si regresa. si viene a despedirse. pero antes háblame de tu libro. léeme aunque sea los primeros versos. repíteme la historia de la ostra. como tantas otras veces. se desvanece en eternidades como reloj de arena.

Siento su leve ascenso. la liviandad de un cuerpo que abandona la mortandad. una morusa de grises. sentada siempre en el balcón haciendo nubes con el humo. inventando el cielo. quemando maderas con aroma de flores entre sus dedos. su rostro tan terso de ancestralidad. lee todo el tiempo para acordarse del hermoso sonido que manan las sílabas mudas. intenta leer alto, bien alto como en otros tiempos. su voz se llamaba azar y ella era todo. me pregunto cómo será sentir dolor para la ostra. todavía te preguntas.

Te sigo mirando en el espejo. la herida del tiempo empaña los cristales. me miro. aún conservo la sonrisa violeta de mi padre. la primavera en los ojos. la libertad infantil en los senos. la cadena de la górgona la llevo conmigo. ella entonces me mira. cierra los ojos. arrójate. toca el origen del mar. siente el olor de las raíces y las cajas de madera. más abajo. desciende. se que amas dormir envuelta en salitre. vestida de hiedras. recuerdo su casa en el campo.

La soledad de su cuarto. la cama donde creaba todo menos el sueño. su espacio intocable de la izquierda pero que olía a sexo. el polvo de los ceniceros pintaban el piso. los libros nunca leídos sobre la mesa. un cuadro colgado a medias en el pasillo. la foto lejana de su padre que nunca miró por temor a creer que está vivo.

Entonces ella, la inocencia, allí. caminando desnuda por el patio. confundiéndose con las ramas del jardín. reía como quien renuncia a todo. era feliz. la más hermosa de las muertas.