De Argel a Guantánamo. A cincuenta años de la independencia de Argelia: La conexión contrarrevolucionaria

Historia

Francia acabó concediendo la independencia a Argelia en julio de 1962. No lo hizo graciosamente, sino que se vio obligado por las circunstancias, y por la actitud decidida de los argelinos. Sin embargo, el combate contra el Frente de Liberación Nacional argelino fue condicionado por la Historia previa y a su vez tuvo consecuencias muy prolongadas. Si la lucha por la independencia y el nuevo Estado se beneficiaron de cierta solidaridad internacional, el espectro de una internacional revolucionaria fue contrarrestado por una colaboración contrainsurgente globalizada. Y ésta, a su vez, partió de la experiencia y la elaboración teórica francesa en Argelia como una de sus principales bases: El "enemigo interno", la tortura sistemática y las "desapariciones" como gran contribución al Mundo de la República Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

 

El imperio crepuscular

En el año 1956, una expedición coordinada de británicos, franceses e israelíes ocupó el Canal de Súez, recientemente nacionalizado por el presidente egipcio Nasser, nacionalista y panarabista. Egipto era uno de los pocos apoyos significativos del Frente de Liberación Nacional argelino, que había iniciado la lucha por la independencia dos años antes, y esta circunstancia debió ser un factor importante para tomar esa decisión, como también lo fue la presencia de capital francés en la Compañía del Canal, pero existió otra consideración importante. En efecto, tanto los británicos como los franceses pretendían reforzar su papel internacional con esa expedición, demostrar que seguían siendo potencias mundiales, verdaderos imperios, pese a la hegemonía cada vez mayor de los Estados Unidos y la Unión Soviética. Con una acción que recordaba la llamada "diplomacia de las cañoneras" del siglo XIX (o la conquista de Argel en 1830), la República Francesa y el Reino Unido pretendían retrasar el reloj de la Historia, detener o posponer los procesos de descolonización. Sin embargo, la actitud de las nuevas superpotencias mundiales les obligó a retirarse y, en consecuencia, a asumir su nuevo papel subordinado en el Mundo. Por eso Argelia adquirió un significado todavía más importante: Había que mantener esos "territorios franceses" a toda costa

La República Francesa acababa de pasar por el mal trago de abandonar Indochina, tras una amarga derrota en Dien Bien Phu (1954). Los militares deseaban reivindicarse, resarcirse de la humillación sufrida, el gobierno francés demostrar la "grandeur" y proporcionar una advertencia a otros territorios coloniales. El itinerario típico de muchas unidades o soldados individuales franceses fue el siguiente: Resistencia interior o gaullistas en las colonias, a Indochina después de la liberación y de allí a Argelia a partir del 1954 (inicio de la insurrección) o 1957 (Batalla de Argel).

Antecedentes: De Weyler a 1945

Buena parte de las prácticas francesas durante la Guerra de Argelia ya habían sido utilizadas con anterioridad, especialmente en las colonias. En efecto, las matanzas, las represalias colectivas, los desplazamientos forzados e internamientos de civiles se habían realizado previamente, ya durante el siglo XIX, en ese mismo país africano. En cuanto a la construcción de alambradas a lo largo de las fronteras, respondía a la lógica de impedir la llegada de hombres y suministros para los "rebeldes", y tenía un claro precedente en la política italiana durante la supresión de la resistencia anticolonial en Libia. En el fondo se trataba del mismo problema que había intentado suprimir Weyler en Cuba (1896-1897) mediante la creación de campos de concentración: Aislar a las guerrillas de la población que la sostenía, apoyaba y alimentaba. Se trata de una dificultad recurrente de los invasores, de la que aprendieron los franceses en Indochina para teorizarla y llevarla a otro nivel, mucho más sistemático, extenso e intensivo, para lo que denominaron guerra antisubversiva.

La Segunda Guerra Mundial significó un punto de no retorno para muchos pueblos colonizados. Éstos contribuyeron de manera activa (contribución económica y en soldados) o pasiva (postergación de las reivindicaciones nacionales, no colaboración con el enemigo) al esfuerzo de la guerra, y constataron, por un lado, que Francia y el Reino Unido podían ser derrotados (incluso por países asiáticos como Japón), por el otro que los colonizadores dependieron de sus tropas "indígenas" en momentos decisivos. Sin embargo, la contribución colonial a la guerra y la posposición de reivindicaciones de derechos individuales o colectivos, incluyendo el derecho a la autodeterminación, se vieron premiados al final de la guerra con nuevas posposiciones, intentos de retorno al statu quo o, simplemente, la represión violenta, como en Sétif (Argelia) en 1945 o Madagascar dos años después. No solo no se reconocía la contribución a la liberación de las tropas reclutadas en las colonias, sino que se les asesinaba, junto a los civiles, ante la mínima protesta.

Contradicciones y silencios de la izquierda

Es evidente que el terror, la tortura sistemática o la utilización de la violencia de manera indiscriminada no son algo exclusivo de los imperios coloniales o de la lucha contrarrevolucionaria. Más problemático es, sin embargo, constatar que ese tipo de prácticas fueron comunes en determinadas fases de los procesos revolucionarios que, al tiempo que proclamaban la libertad, aniquilaban a los enemigos de ésta o a los que se desviaban de la doctrina "pura". Así, aunque puede resultar en parte comprensible que, en un contexto de guerra civil e intervención extranjera los bolcheviques asesinaran a toda la familia del zar, menos lógicos son los sucesivos pequeños y grandes terrores de una República francesa que proclamó los derechos del hombre y del ciudadano, que suprimió el feudalismo, pero acompañaba su presencia con el transporte, exhibición y conspicuo uso público de la guillotina, como se muestra, por ejemplo, en El siglo de las Luces.

Ya en pleno siglo XX, la República Francesa mantuvo la pena de muerte, recluyó en campos de concentración a los refugiados procedentes de la España republicana (durante el gobierno "izquierdista" del Frente Popular), a alemanes u otros "enemigos" (1939-1940) y después a los judíos que serían entregados a los nazis (bajo el régimen colaboracionista de Pétain). En otros continentes, y en Argelia de manera más intensa y prolongada que en la mayoría de las colonias, los abusos del Estado fueron mucho peores. La gran paradoja del imperialismo francés es que éste apenas fue criticado, mucho menos combatido, por las izquierdas francesas que, de hecho, permitían o aprobaban implícitamente la suspensión de los derechos del hombre y del ciudadano, así como la negación de la soberanía nacional a los pueblos sometidos.

En efecto, aquellos que combatieron al nazismo y al fascismo desde adentro (la Resistance, con gran presencia de comunistas y exiliados españoles, entre otros) o desde afuera (precisamente desde los territorios coloniales), tras la victoria en nombre de la libertad le negaron ésta a los pueblos colonizados. Uno de los papeles más paradójicos, aparentemente contradictorios, fue el de los comunistas franceses. Por un lado, el PCF fue rehén de las visiones eurocéntricas de Marx y de las políticas oscilantes de la Unión Soviética. Por otro lado, aunque la organización facilitó la incorporación de "nativos" al partido y a su sindicato, no reconoció o no consideró positiva la emancipación de los sujetos coloniales, pese a la postura soviética claramente favorable a la autodeterminación a partir de 1945. Así, el miembro del PCF Ho Chi Minh acabó fundando otro partido en Vietnam que condujo a su pueblo a la independencia, mientras que el Partido Comunista Argelino, mera sección del francés, nunca acabó de romper con París y, por eso mismo, acabó totalmente fuera de juego en el momento de la independencia. Individuos pertenecientes al Partido Comunista o cercanos a éste criticaron los abusos coloniales, la tortura o, en ciertos casos, se unieron a la causa independentista argelina. Algunos, a pesar de ser franceses, sufrieron represalias, fueron torturados, asesinados o, simplemente, desaparecieron, mientras la organización comunista prefería proponer reformas, antes que reconocer las ansias de libertad nacional del pueblo argelino.

Con honrosas excepciones, individuos que habían luchado por la libertad en la Resistencia o bajo las órdenes de De Gaulle en las colonias y Europa, ahora se disponían a combatirla. Lo que es mucho peor, los que sufrieron las torturas y los campos nazis acabaron en muchos casos recurriendo a prácticas similares a las de estos en Vietnam, Madagascar y, sobre todo, Argelia. Si se asumía el objetivo de una Argelia francesa, toda medida que contribuyera a ello se convertía en legítima: El fin justificaba los medios.

La invención del enemigo interior

En latín, la raíz de nuestra palabra "invención" significaba tanto crear algo nuevo como, sobre todo, descubrir algo que ya existía. En en ese sentido escribo aquí acerca de la invención del enemigo interior, concepto ligado a una doctrina, aparejada a su vez a una metodología de la lucha contra el insurgente. En cualquier caso, se trata de un pensamiento y de una lucha de carácter y lógica claramente militar, que traslada la mentalidad bélica al escenario de lo político, que lleva a la suspensión de la legalidad y a la intromisión de los militares y/o las fuerzas policiales en espacios que les deberían ser ajenos. Mucho peor que eso, aún cuando utilice procedimientos de tipo policiaco, la doctrina del enemigo interno no se contenta con la derrota (o detención) de éste, sino que busca su eliminación, su desarticulación como grupo, así como el exterminio físico de las personas. En ese sentido, las ejecuciones y encarcelamientos masivos, las depuraciones y exilios premeditados que organizó el franquismo desde el inicio de la Guerra Civil española (1936-1939), son un triste precedente de lo ocurrido después en otras latitudes y que, como no podía ser de otra manera, enlaza con las lógicas de la guerra colonial. En efecto, Franco y la columna vertebral de su ejército estaban formados y habían participado previamente en las campañas coloniales de Marruecos, parte de las tropas eran legionarios y "nativos" al servicio del colonizador y ya el general había puesto en práctica su peculiar manera de entender la contrainsurgencia durante la represión de la denominada Revolución de Asturias, en 1934, eso sí, en aquella ocasión a petición del gobierno y en defensa de la legalidad republicana.

En el caso francés, aunque Franco parece haber sido admirado por muchos, especialmente sus gestas "civilizadoras" en el Norte de África, la doctrina del enemigo interior y los preceptos de cómo erradicarlo beben aparentemente de la experiencia de la guerra bajo la ocupación nazi y, sobre todo, del fracaso en Indochina cuyo máximo exponente fue la derrota en Dien Bien Phu (1954). Como ya se ha mencionado, muchos casos, los militares enviados a suprimir la revolución argelina procedían de Indochina. No sólo deseaban limpiar su nombre y revertir la decadencia del imperio colonial francés, sino que formularon toda una doctrina y una metodología represiva que debiera garantizar la victoria.

Guerra (contra) revolucionaria, guerra (anti) subversiva, guerra moderna o guerra sin retaguardia o sin frentes son algunas de las expresiones que los militares franceses comienzan a utilizar para interpretar la guerra colonial en Indochina. También es muy claro para ellos que el Viet Minh es parte del comunismo internacional, un movimiento capaz de adoctrinar y captar para sí a la población bajo la fachada de reivindicar la independencia. Charles Lacheroy, el General Paul Aussaresses, este último combatiente de la Resistencia francesa, son parte esencial de la creación de la doctrina y la práctica contrarrevolucionaria que desarrollaron en Argelia, entre otros Bigeard y Massu, mandos durante la Batalla de Argel. La guerra antisubversiva hizo víctimas también entre los franceses simpatizantes o colaboradores del movimiento nacional argelino. Siguiendo la lógica de eliminar al enemigo donde fuera que se encontrara, la guerra también se desarrolló en la Francia metropolitana, especiamente en París, hasta inicios de los años sesenta, incluyendo asesinatos, torturas y desapariciones.

De Francia, directa (a Argentina) o indirectamente (vía Estados Unidos), la teoría y la práctica contrainsurgente francesa llegaron a América Latina para convertirse en la base de la represión militar llevada a cabo por las dictaduras durante los años setenta. Desde muy pronto, ya en 1957, tuvieron sus escuelas en Francia, sus "prácticas" en Argel, donde se enseñaba a extranjeros, y hasta sus manuales, notablemente La guerra moderna, del Coronel Trinquier. La misión militar francesa en Buenos Aires, creada en 1959 y formada por veteranos de Argelia, tuvo también un papel esencial. Buenos Aires tuvo asimismo el dudoso honor de ser la sede, en 1961, de un Primer Curso Interamericano de Guerra Contrarrevolucionaria, con participación de militares de todo el continente (incluyendo estadounidenses según el organizador y discípulo aventajado de los franceses, el coronel argentino López Aufranc) lo que provocó los celos norteamericanos por la presencia francesa en su área de influencia. El propio Aussaresses residió durante los años setenta en Brasil, donde ejerció como agregado militar, aunque también ayudó a instruir a militares de ese país y a chilenos que la dictadura de Pinochet enviaba a ese país.

La pista norteamericana pasa por la famosa Escuela de las Américas, sita en Panamá. Ésta se especializará en adiestrar a los militares latinoamericanos en la lucha antisubversiva a partir de mediados de los años sesenta. Menos conocida es la presencia de instructores franceses, veteranos de Argelia, en Estados Unidos, donde, con la ayuda de los manuales franceses, formaron a muchos de aquellos que luego "enseñarían" en esas instalaciones. Aussaresses "instruyó", asimismo, a muchos de oficiales en Fort Bragg (Carolina del Norte), y estos pudieron ponerlo en práctica en Vietnam, "técnicas de interrogatorio" y escuadrones de la muerte incluidos.

Lo que propusieron y pusieron en práctica inicialmente los militares franceses, y posteriormente sus aplicados alumnos en otros lugares, era simplemente considerar a la población civil como el enemigo, como la retaguardia o base de las tropas adversarias o subversivos. En consecuencia, se trataba de cortar esa relación mediante una labor de tipo policiaco muy peculiar, pues estaba protagonizada por militares y utilizaba la tortura sistemáticamente, ya que todo interrogatorio debía proporcionar una respuesta. Los escuadrones de la muerte y las desapariciones fueron una creación de la guerra subversiva en Argelia que fue exportada a las dictaduras latinoamericanas. Cuerpos lanzados al mar desde helicópteros, en Argel como después en Argentina, pues quien no sabía nada o ya había informado era inútil, desechable. Vietnam y Buenos Aires reeditaron la Batalla de Argel.  La infame Operación Cóndor llevó lo iniciado en Argel a un nivel regional, casi global, con la colaboración de terroristas internacionales y una actitud de muchos países, incluida de nuevo Francia, que fue, sino de colaboración activa, que no es sin embargo nada descartable, por lo menos de desinterés, aun cuando los asesinatos ocurrieran en su propio país o los desaparecidos fueran ciudadanos propios.

Finalmente, cruel paradoja, también el largometraje de Gilo Pontecorvo La Batalla de Argel fue utilizado por los instructores militares, especialmente las escenas en las que se recreaban las sesiones de tortura. No sólo el film fue elogiado por su realismo por los militares franceses involucrados en los hechos, sino que éste volvió a ser utilizado por los militares argentinos, así como posteriormente por George W. Bush, el Pentágono y la CIA en el contexto de la Guerra Contra el Terrorismo. La doctrina contrainsurgente norteamericana no fue revisada hasta el año 2004, y corregida en 2006, aunque el texto del general Petraeus no rompe tampoco con la escuela francesa, sino que, simplemente, la revisa y actualiza, incorporando además las “enseñanzas” de Vietnam, tema de tesis del militar.

Actualidad de la lógica contrainsurgente

Si las guerras post 11 de septiembre responden a lógicas muy similares a las de los imperios coloniales de entreguerras, si, como indica Rashid Khalidi, están repitiendo los mismos errores porque se sustentan en los mismos prejuicios y visiones distorsionadas de la realidad, Guantánamo, los juicios militares de los "enemigos combatientes", las entregas a terceros países para "interrogatorios" y Abu Gharib siguen la estela dejada por la Batalla de Argel. El pecado original fue en el pasado la colonización, actualmente la ocupación, como ya apuntaba en 1947 Paul Ricoeur. El convencimiento de la propia superioridad y el desprecio por el otro, en suma el racismo, son la justificación del colonialismo y de las acciones desproporcionadas sobre el terreno, como afirmaba también entonces Albert Camus. A pesar de todo, Argelia consiguió su independencia, las dictaduras latinoamericanas cayeron, algunos torturadores han sido procesados y un buen número de bebés desaparecidos han sido hallados, veremos que nos depara el futuro... Pero el deber de la memoria no ha sido todavía satisfecho, ni en Francia, ni en Argelia, ni en muchos otros países.

Referencias

La doctrina francesa y el terror en América Latina http://elortiba.org/soja.html#La_escuela_francesa_

“L’appel des douze à la condamnation de la torture durant la guerre d’Algérie”,

http://www.ldh-toulon.net/spip.php?article327

Rashid Khalidi, Resurrecting Empire. Western Footprints and America’s Perilous Path in the Middle East, Boston, MA: Beacon, 2005 (2004)

Marnia Lazreg, Torture and the Twilight of Empire: From Algiers to Baghdad, Princeton: Princeton University Press, 2007

Maurice Lemoine, “De la guerre coloniale au terrorisme d’Etat”, Le Monde diplomatique, noviembre de 2004

Contrainsurgency, Headquarters Department of the Army, diciembre de 2006 (disponible en http://usacac.army.mil/cac2/Repository/Materials/COIN-FM3-24.pdf

Helena Cobban, “Manual del bon soldat: "eliminació dels insurgents, sobretot la dels extremistes...", Le Monde diplomatique, marzo de 2007 (http://www.monde-diplomatique.ad/pn/html/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=1089&mode=thread&order=0&thold=0

Escuadrones de la muerte: La escuela francesa, dir. Mark-Monique Robin, 2003 (disponible en http://www.youtube.com/watch?v=_LRGf4G1XnI

“Mars 1947 : Madagascar se révolte”, http://www.ldh-toulon.net/spip.php?article586