¿Una escuela libre de filosofía?

Voces Emergentes

De seguro recordarán el gran cartelón negro y amarillo frente a las escuelas públicas durante el rosellato (gobernador Pedro Rosselló 1992-2000). Los que dábamos nuestros primeros pasos en la escuela, podemos recitar el eslogan noventero con los ojos cerrados: “Puerto Rico por una escuela libre de drogas”. Bien, una escuela libre de drogas y de otras cosas más. Con ese pintoresco y exótico cartel—semejante a una señal de tráfico—el Departamento de Educación aspiraba a combatir algo que requería más que buenos deseos y lemas biensonantes. El cartel parecía asegurarnos que la escuela estaba libre de drogas, lo cual no era totalmente cierto. Lo que sí era cierto es que la escuela estaba libre de otras cosas; cosas buenas, pero también peligrosas, cosas como la filosofía. Y en este texto no me refiero a una filosofía educativa, tema igualmente pertinente y que nos daría mucho de qué hablar (sobre el tema, recomiendo ver el sugerente libro del Dr. Rafael Aragunde, La educación como salvación ¿en tiempos de disolución?), sino a la disciplina, la filosofía.

Mientras realizaba escuela graduada, mis compañeros italianos y mexicanos me preguntaban, si al terminar mis estudios graduados en filosofía española, quería trabajar como maestra en un instituto o en una escuela. En mi atrevida ignorancia, saltaba a la defensiva replicando que la filosofía solo se aprendía en la universidad. Y me equivocaba. No solo el padre de mi amiga jienense era un estupendo y admirable maestro de filosofía, sino que todos los compañeros con los que me codeaba en la soledad y lejanía de las tierras castellanas habían tomado cursos de filosofía en su escuela. ¡En la escuela! La verdad es que tengo que reconocer que, como estudiante de un colegio católico, mi introducción en la filosofía fue relativamente temprana: “Nietzsche era un hombre malvado por proclamar la muerte de Dios”. Las monjitas, por supuesto, no iban a profundizar en un tema tan escabroso.

En su clásico libro, Pensamiento filosófico puertorriqueño (Isla Negra, 2002), el filósofo colombiano Carlos Rojas Osorio nos habla brevemente de la enseñanza de la filosofía durante el periodo en el que la isla aún era colonia ultramarina española. La filosofía, siempre esclava de la teología, era enseñada primero en el Convento de los dominicos y más adelante, en el siglo XIX, en el Seminario Conciliar que hoy alberga el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

Sin embargo, podemos decir que tras la fundación de la Universidad de Puerto Rico (1903), la filosofía se inaugura como disciplina académica en la isla. Es decir, a partir de entonces, comienzan a formarse programas que próximamente tendrán sus primeros egresados. Lo cierto es que, aunque los estudios filosóficos en la isla no han triunfado como ha sucedido con otras disciplinas en las Humanidades, podemos alardear de filósofos de la talla de Eugenio María de Hostos. Las figuras y la tradición filosófica propia están ahí, esto no hace falta decirlo.

No obstante, la pregunta que me asalta es por qué en Puerto Rico no se enseña filosofía en las escuelas. Pueblos hermanos ofrecen en sus aulas un conocimiento básico en filosofía. ¿Por qué en Puerto Rico no es así? Podríamos inferir y formular distintas tesis, barajeando entre ellas la rentabilidad de estos estudios en un mundo capitalista, los recursos disponibles y, por supuesto, el vínculo político con los Estados Unidos de Norteamérica. Sí, porque la filosofía es peligrosa, invita a pensar y pensar es un acto de libertad y, por lo tanto, de heterodoxia y posible subversión.

Habría que explorar si en algún momento la filosofía fue propuesta dentro de los currículos escolares. Esto, sin duda, hay que indagarlo más a fondo; hay que investigarlo ¿Qué pasó con la filosofía dentro de la educación puertorriqueña? Espero más adelante hacer de este mi proyecto pues la respuesta no la tengo.

Lo cierto es que tenemos programas universitarios ofreciendo bachilleratos en esta disciplina. Puedo dar testimonio de que un número importante de los egresados de esos programas optan por continuar una carrera en el Derecho. Lo cual no está nada mal. La filosofía, en efecto, ofrece unos valiosos fundamentos para entender el Derecho. Sin embargo, ¿en qué puede trabajar un graduado de filosofía en Puerto Rico? Por más noble que sea la disciplina—el amar la sabiduría—no podemos tapar el cielo con la mano. Lo que sí debemos decir es que todos esos estudiantes graduados en filosofía son recursos valiosos que, en muchos casos, estamos perdiendo. ¿Por qué? Porque la filosofía podría transformar la escuela e impactar positivamente nuestra sociedad.

La filosofía no se trata de leer a Platón y a Aristóteles, sino un ejercicio que nos habla de las inquietudes humanas. Nos lleva a explorar los temas fundamentales de la existencia, nos ayuda a sensibilizarnos, a pensar críticamente, a agilizar nuestro pensamiento y a argumentar. La filosofía nos lleva a cuestionar, a respetar y a escuchar las opiniones de los otros, actitudes y destrezas urgentes en el mundo en el que vivimos. La filosofía nos ayuda a ser más autónomos, más libres. Solo siendo críticos y autónomos podremos ejercer verdaderamente la democracia.

La filosofía nos abre distintas posibilidades para gestar un cambio en la manera en que se enseña y se vive en nuestra sociedad. Por ejemplo, en este mundo lleno de adelantos científicos y médicos, tanto la filosofía como sus ramas aplicadas—entre ellas, la bioética—nos ofrecen herramientas para deliberar; para tomar decisiones que tomen en cuenta la dignidad del ser humano y de su vida más allá de los fanatismos de cualquier clase. ¿Por qué no hablar sobre esto en el aula? ¿Por qué no hablar de esto a los niños que sueñan con ser médicos? ¿Por qué no reflexionar sobre estas decisiones con adolescentes que aspiran a trabajar en empresas armamentísticas?

Filosofar desde el aula nos ayudaría de distintas formas. Cursos bien enfocados nos llevarían a reflexionar críticamente en torno a nuestra identidad, nos ayudarían a asumir nuestras situaciones sociales y políticas más inmediatas. Por décadas, hemos visto cómo se ningunea la tradición ensayística y filosófica propia, tradición que piensa desde nuestros problemas y circunstancias. ¿Por qué rechazarla cuando es tan útil?

En los pasados meses, España ha experimentado un detrimento en su currículo escolar. Una reforma educativa ha dejado fuera algunas asignaturas obligatorias de filosofía a nivel de escuela superior. Esta modificación ha llevado a cientos de maestros indignados a la protesta. El asunto ha sido reseñado por la prensa. Para hacernos una idea, los maestros españoles están protestando por la eliminación de una o dos asignaturas de filosofía dentro del currículo obligatorio, mas no el optativo. Es decir, que esta eliminación no implica la supresión total de la filosofía dentro de la escuela, sino su reordenación como una asignatura optativa.

Nosotros, por nuestra parte, ni siquiera tenemos la opción. Claro, en un país en crisis esto es pedir mucho. El Departamento de Educación tiene que priorizar otros asuntos que parecen sencillos, pero que son profundos, urgentes. Como, por ejemplo, asegurarse de que todos sus estudiantes saben leer y escribir al momento de graduarse. Cosa que, lamentablemente, no es así.

En todo caso, la pregunta no es por qué no se enseña filosofía en la escuela puertorriqueña. Posiblemente, en otro momento histórico sería valioso traer este asunto a colación. La cuestión más bien es por qué no se ha enseñado filosofía en la escuela y por qué no se aplican sus herramientas en la enseñanza de otros saberes. ¿Cómo sería el Puerto Rico de ahora con una ciudadanía más crítica y sensible? ¿Sería igual? Puede que sí, no lo sé. Quizás sobrevaloro este aspecto. Sin embargo, invito a pensar en los mundos posibles. Sería un proyecto interesante en el cual embarcarse; perdonen mi idealismo.