D.I.D.: La revolución se hará bailando

Voces Emergentes

altNota editorial: ponencia pronunciada en ocasión del Día Internacional de la Danza, organizado por AproDanza, 29 de abril de 2016.

El país se levanta con entusiasmo todos los días. No nos queda otra. Ante esto, una de las razones por las cuales nos levantamos, es que somos parte de la creencia, que aún un mejor futuro nos acompañará. Ante la crisis que enfrenta el país, las conversaciones “serias” en torno a la Junta de Supervisión Fiscal, la Ley de Moratoria de Emergencias, las elecciones generales de noviembre del 2016, uno vive con la sensación que hablar de la danza, es más que nada un sin sentido. Pero para ser consistentes con nuestra razón de ser en la vida y en oposición a esos que vinculan la danza con algo de poco valor social, y motivados por nuestra razón levantarnos todos los días a luchar, nuestra contestación sencilla, es una simple: “nada que ver”.

Nos levantamos a disfrutar una vida, que, pese a todos los problemas serios, nuestra forma de ser ha logrado implementar una cosmovisión donde la danza, el baile, sigue siendo una fuente de liberación, no solo del estrés, sino más que nada, de las formas de lucha que hoy tendrían que ser estructuradas de forma tal que sean escuchadas. La forma de estructurarlas es, y debe ser, mediante la educación cultural.

A veces pienso, que nuestra forma de luchar es bailar, danzar, contorsionar el cuerpo al ritmo de la música. Nuestra revolución, para parafrasear un documental sobre Venezuela, se hará bailando (La revolución no será transmitida. Dir. Donnacha O’ Brian y Kim Bartley, Irlanda, 2003). Y eso no tiene nada que ver con algo negativo, o de poca monta.

Ya el colega Ángel “Chuco” Quintero, había destacado en una de sus obras monumentales, Cuerpo y cultura: música mulata y la subversión del baile (2010) que, en la cadencia del baile, los negros y las negras, liberaban su inconformidad con el régimen esclavista que imperó en Puerto Rico desde el 1512 hasta el 1873, y con el legado racista que hasta hoy nos controla.

Esto tal vez lo intimó AproDanza, que le dedica esta jornada del Día Internacional de la Danza a los ritmos de danza pardos: flamenco, bomba y plena. Pero para que todos podamos bailarlos, no empece a nuestra pigmentación racial, hay que pasar por un proceso formativo que sólo la educación cultural, la formal e informal, nos puede garantizar.

Por eso el valor del trabajo que tantos y tantas han hecho en Puerto Rico a lo largo de la última década, donde el baile, la danza, se ha rescatado no solo como la expresión cultural de un pueblo, de una nación, sino como ejercicio de defensa de una identidad y más que nada como expresión de lucha, resistencia y respuestas. En esta medida, la danza hoy en Puerto Rico, es sinónimo de la lucha.

Por ende, lejos de vivir quejándonos o en la crítica redonda y cuadrada, como diría la cantante salsera Choco Orta, habría que examinar como la danza se ha ido imponiendo como un proyecto, entre otros, de afirmación de una cultura que nos nutre, que nos constituye. Ante esto, surgen distintos esfuerzos por afianzar que la danza debe ser parte de un proyecto de educación cultural, que nos ayude a continuar definiendo como pueblo.

Los proyectos de ley 1269 del Senador Faz Alzamora (PPD) o el proyecto 584 de la senadora Rossana López (PPD), nos ayudan a conceptualizar como las bellas artes, nos podrían asistir a seguir consolidando una identidad nacional mediante los vectores culturales que conocemos: la música, la danza, la expresión cultural, artes visuales, y el teatro. Pero la habilidad del estado de organizar, o su incapacidad de legislar y evolucionar, no quiere decir, que nosotros hemos dejado de hacer. Por el contrario, hoy más que nunca, estamos produciendo cultura en todos los lares de nuestro país. Hoy la danza, por decir un renglón, se expresa de forma incontrolable en cada instancia del país.

Desde mi madre, que casi a sus 85 años es un adulto mayor, que ha encontrado en la danza una forma de expresar su regocijo por la vida mientras baila zumba u otros ritmos de expresión corporal dirigidos a su segmento poblacional. De igual forma, las Justas Intercolegiales, llevan poco más de una década celebrando el evento de “baile” el cual es un asunto completamente aparte de las justas de pista y campo, y donde todas las universidades participantes, luchan por alcanzar la fama – fama que ha recaído continuamente sobre la Universidad de Puerto Rico Recinto de Bayamón. Y donde otros sectores de los ritmos caribeños, como Cambio en Clave, pueden proclamar una fiesta de mil personas, para celebrar sus 10 años de puesta en escena de una academia de salsa sin fronteras y basada en la solidaridad. Más aún, hoy la bomba es un ritmo musical bajo investigación e investigación aplicada. Hoy se baila bomba no solo en las escuelas existentes en el país, sino que se ha convertido en una instancia de socialización nocturna, desde Ponce hasta San Juan, y desde San Juan, hasta Mayagüez, incluyendo a Vieques y Culebra. Personas como Marien Torres, y el taller Iler Tambuyé dan muestra de este regocijo cultural de la bomba.

Entonces el país va pasando, muy a pesar del gobierno, muy a pesar de las cerveceras que nos imponen una cultura mercantil, y muy a pesar de la dejadez de algunos sectores que reclaman, que aquí no está pasando nada. Muy por el contrario, aquí está pasando demasiado. Aquí hay una revolución en movimiento. Y sin lugar a dudas, como diría el teórico chileno Fernando Mires, esta es la revolución que nadie soñó. Es una revolución inspirada por la cultura, y expresada por la danza.