ADELAIDA RECUPERA SU PELUCHE, UNA NOCHE DESBORDADA DE DESEO

Crítica literaria
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Adelaida Recupera su Peluche, un breve relato publicado separadamente el año pasado, es un exquisito experimento narrativo y un testimonio a que Juan Carlos Quiñones es uno de los escritores puertorriqueños más talentosos del momento.

El deseo es el motor de la narrativa, que tiene lugar en Santurce, una parte de San Juan que de noche es muy solitaria y peligrosa. A la protagonista la atacan en la noche y la intentan violar; sale entonces a buscar ayuda sólo para terminar por error con el mismo individuo que la ha atacado. Adelaida se queja durante la narración de lo “puta” que es y que la han atacado por “puta”. El deseo, que no la abandona, la tiene en crisis a la misma vez que no lo puede resistir. Termina a solas con el atacante, para cuando se aproxima el momento de la intimidad sexual, ser estrangulada por él.

La historia es una de terror en la que la noche y la ciudad son personajes malvados. Se nos señala ese hecho varias veces. Dice el narrador que le habla a Adelaida al mismo tiempo que nos habla como lectores, “Malrayo me parta esta jodida noche de barro, esta lluvia, esta puta ciudad que flota inmutable en el pozo muro cenagoso de la noche…” Luego, “las bestias satánicas de la noche también son presas del terror, que todo lo abarca y lo trastoca”. El vocabulario estrambótico es parte de un juego en que todo parece ser exagerado—Adelaida y su comportamiento compulsivo, el deseo, la oscuridad, la ciudad y la lluvia.

Desde un principio el lector sospechará que Adelaida va a terminar muy mal. No es el final lo que nos atrae, es el viaje a través de la noche. La noche, nos dice el narrador es un “carnaval polifacético”; un ente bipolar que no tiene suficiente medicamento para evitar los cambios súbitos en ánimo, las exaltaciones que hacen del carnaval el carnaval y las bajas que traen la depresión--que lleva a que esta noche sea un pozo muro cenagoso y a Adelaida, como participante en la trama nocturna, a lamentarse que todo le pasa por puta. Ambos sentimientos tienen una capacidad vertiginosa que caracteriza el movimiento de esta narrativa. La búsqueda de la identidad es equiparada con un viaje a través del deseo, cuyo objeto nunca es realizable.

En una conversación con el lector, el narrador nos pregunta si alguna vez hemos estado buscando una cosa y nos hemos topado con otra igual de preciada que nos hace olvidar lo que buscábamos al principio. Adelaida ha estado buscando un espejo en su casa y encuentra su peluche. Allí en su apartamento está a punto de ser atacada por su nuevo amigo, que fue su viejo enemigo (el que ha intentado violarla, pero ella no lo reconoce) y su futuro enemigo, quien intentará hacerle grave daño corporal de nuevo. Y es que “las búsquedas son modos del deseo y los hallazgos significan siempre un fraude. Una posposición. Esto es una traición del deseo”.