Gandhi, los Samurai y la Junta de Control Fiscal

Caribe Imaginado

“Y comenzando a hacer cuentas,

le fue presentado uno que le debía diez mil talentos.

A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle,

y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía para pagar la deuda.

Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba diciendo:

Señor, ten paciencia conmigo y yo te lo pagaré todo.

El señor de aquel siervo, movido a misericordia,

le soltó y le perdono la deuda.”

Jesús, el Cristo

(Mateo 18:24-27)

La escena de la película Gandhi que más me impresionó, y yo era una niña entonces, sin embargo, aún la recuerdo, es la escena en la que un hindú llega a donde el maestro para preguntarle como perdonar al musulmán que había matado a su hijo. El maestro lo escuchó atento y con profunda compasión. Luego de meditar por unos momentos le dijo: “Debes adoptar a un niño. Dale todo lo que le hubieses dado a tu hijo o más,” sentenció el sabio pacificador. El hombre sintió un alivio inmediato y su rostro reflejaba gran paz y agradecimiento. Mientras el hombre salía del aposento, el maestro añadió: “Sólo asegúrate de que sea un niño musulmán”.

El gran enemigo de los seres humanos no se llama “Junta de Control Fiscal”, se llama EGO. Esta energía se alimenta del miedo y lleva a los seres humanos a cometer actos horríficos unos en contra de los otros. Puerto Rico es por naturaleza un pueblo pacífico. No tenemos una cultura guerrera, violenta o militar. Naturalmente, cuando nos sentimos bajo “ataque” como es el caso de la Junta de Control Fiscal, detonamos desde el miedo, sin embargo, esto dista mucho de ser una estrategia sana, clara y efectiva de “contra ataque”.

Los japoneses guardan aún en sus genes la sabiduría ancestral de la casta de los guerreros Samurai. Estos guerreros (no soldados), esa era su profesión, crearon un código de ética conocido como “Bushido”. Este código establecía las bases éticas y morales que regían el comportamiento del guerrero basado en un concepto primordial: el Honor. Los guerreros Samurai manejaban su miedo con una estrategia magistral: el amor a la muerte. Lo que ancestralmente ha sido el mayor temor de los seres humanos, estos sabios lo convertían en su aliado. El guerrero Samurai piensa diariamente en la muerte; como consecuencia, la muerte no tiene control sobre ellos y el acto de morir también se convierte en un acto de honor. Un guerrero Samurai no “disparaba de la baqueta”. Los Samurai meditaban, pedían guía a los ancestros, creían en el bien común y no pretendían que otro peleara sus batallas. Enfrentaban su realidad con estoica determinación. Para un Samurai el amor era defender lo suyo desde un espacio de alta convicción de Justicia.

¿Qué es lo justo para Puerto Rico? ¿Cuál es la agenda de una Junta de Control? ¿Nosotros, hemos sabido “controlar” nuestro país? Si la respuesta es SI, pues no hay nada que temer. Si la respuesta es NO, ¿por qué nos molesta tanto que otro lo haga? Son preguntas válidas que, antes de “disparar de la baqueta” con cualquier argumento visceral, requieren profundo análisis y pensamiento. Aunque no soy muy versada en asuntos de economía y finanzas, mi especialidad es el empoderamiento desde el fortalecimiento del Espíritu, me atrevería a apostar que todos los préstamos que han endeudado a nuestro país llevaban la firma del gobernador de turno y no del Presidente de los Estados Unidos. El Presidente de Estados Unidos no vino a Puerto Rico a fiscalizar nuestras finanzas; nosotros fuimos a su país a decirle que habíamos quebrado el nuestro. ¿Qué es lo justo? ¿Cuánto tiempo ha de pasar hasta que decidamos afrontar las consecuencias de nuestras acciones con madurez y responsabilidad?

Llegó el momento de crecer, de madurar, de evolucionar como país. El bienestar económico, mental y emocional de un país no lo define un status político. Podríamos ser independientes, como lo es Grecia, y estar en la misma bancarrota. El país necesita unidad, políticos sabios, íntegros y comprometidos, valores fundamentales como la paz y el respeto y un deseo férreo de superación. El país necesita entender su “ego” colectivo y comenzar a sanar desde el amor. Primero a sus individuos, que al momento tienen mucho, mucho dolor y luego ir expandiendo hacia todo lo demás. No hay dinero para pagar a los empoderadores y sanadores del país para que amortigüen el dolor mental y emocional de la gente, pero hay dinero para adormecerlos con fiestas y fuegos artificiales. ¿Cuánto más habrá que esperar para que los líderes del país reconozcan el dolor de su gente y lo manejen con la misma compasión con que manejan los asuntos de sus familias? ¿Cuándo la sanación del pueblo será la prioridad de las agendas?

El reto es complejo y las respuestas puede que no sean fáciles de encontrar. El ego es un enemigo poderoso. El ego va a hacer su agosto por donde quiera que encuentre campo fértil para sembrar odio, disensión y temor. El guerrero del Amor eres tú, que lee ahora este artículo. Tú que tienes tanto miedo como yo, pero que

sabes que hay una energía en ti que te permite discernir entre el bien y el mal. El camino se comienza a andar desde la integridad. Desde el espacio en el que escogemos conscientemente dejar de atacar, ofender en Facebook, hablar pestes del gobernador de turno o de los estadounidenses, para comenzar a entender, como un guerrero Samurai, la profundidad y magnitud de los eventos que estamos viviendo. El Amor toma velocidad en la medida en que recibimos a la Junta de Control Fiscal y escuchamos antes de atacar; negociamos y respondemos en vez de reaccionar, el Amor toma velocidad en la medida en que buscamos soluciones desde todos los ángulos posibles desde una plataforma de certeza en vez de dejar que el miedo haga una fiesta con nosotros.

Parecería que el Amor y la política no van de la mano; pues esa es la primera creencia falsa que necesitamos descartar. Levantémonos hacia una nueva Luz; hagamos del Amor, la Compasión y la Justicia los regentes supremos de nuestro país: el camino comienza por nosotros mismos.