Derecho a protestar o deber de rescatar

Agenda Caribeña
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altAcabo de colgar de este muro de Facebook, las sensatas palabras de Luce López Baralt, una académica de incuestionables credenciales que ha puesto a Puerto Rico en alto, a nivel nacional e internacional, a favor de un diálogo multisectorial para salvar la Universidad de Puerto Rico (UPR).

A propósito de las mismas, ayer le comentaba a un amigo que me encuentro en minoría entre familiares, amigos y colegas universitarios, por no favorecer una huelga en la UPR.

Las sensatas razones que expone Luce López Baralt, deberían ser suficientes. Hay otras, tal vez menos elocuentes pero pienso que definitivamente más contundentes para los enemigos de la UPR.

En primer lugar, tenemos que preguntarnos a qué motivos obedece las huelga: ¿a nuestro derecho constitucional, ético y moral de protestar contra este atropello o a lograr un resultado que salve a la UPR del voraz apetito de la Junta de Control Fiscal de decimar nuestras instituciones y activos nacionales para pagar por una deuda, parte de la cual parece ser ilegal, que provocaron un puñado de políticos de ambos partidos mayoritarios?

En segundo lugar, quiénes se afectarán más adversamente con un cierre indefinido de la UPR, ¿los que provocaron la deuda que ahora la JCF exige se pague o la comunidad universitaria que corre el peligro de que: a) pierda su acreditación con el nefasto efecto de que los títulos de sus egresados no garanticen sus credenciales; b) se pierdan millones de dólares en fondos externos para proyectos interrumpidos de investigación que hacen la institución académicamente competitiva y prepara científicos naturales y sociales para continuar haciendo aportaciones en sus respetivas disciplinas a nivel nacional e internacional; c) se pierdan las becas Pell que subvencionan los estudios de decenas de miles de estudiantes de escasos recursos; d) se continúe erosionando el prestigio de la institución porque cada vez más se le considera sujeta a vaivenes políticos que le restan credibilidad al momento de considerársele como una de las fuentes de alternativas de desarrollo académico, económico y social del país; y e) se convierta en una entidad inoperante que será más fácil para sus enemigos y detractores, segmentar, cerrar por recintos y vender al mejor postor, aunque ya la economía no puede sostener más instituciones académicas?

En tercer lugar, cabe preguntarse por qué las personas, las instituciones, las empresas y las sociedades en general, cambian sus patrones de conducta, ¿por un acuerdo colectivo de hacer lo más justo o lo que más conviene, o porque la presión de unos grupos de personas conscientes presionan a las legislaturas y agencias en posición de crear leyes y reglamentos para proteger precisamente el bienestar de la mayoría?

Ante la fácil respuesta de que para eso son las huelgas, cabe preguntar, ¿qué intolerablemente incómoda presión van a sentir la legislatura y el ejecutivo porque la UPR se vaya a huelga? ¿Cómo un cierre de la UPR cambia los patrones de conducta de los políticos que crearon la deuda? ¿Cuánto les importa o, peor aún, qué harán para justificar continuar despedazando lo que consideran un nido de revoltosos, vagos o insurgentes?

La respuesta es sencilla. No harán nada. Porque no les importa. Porque es mejor que la huelga, con o sin dramáticos enfrentamientos, sirva para desviar la atención y la discusión pública de lo que hacen y, sobre todo, lo que dejan de hacer. Porque en su realidad alterna, el país no es una prioridad. Su única prioridad es la comodidad con que arriman la brasa a su sardina. Porque hace tiempo que se demostró que, son inmunes a las protestas desde la torres de cal y arena de sus partidos.

¿En qué quedaron el resultado del plebiscito a favor de la unicameralidad; las protestas por los carros, celulares y otros gastos de los legisladores; la millonada que se le pasa a los ex gobernadores? ¿A cuántos políticos del país el Departamento de Justicia del país ha encauzado y condenado por corrupción? ¿Por qué han tenido que ser siempre los federales los que llevan la voz cantante aunque, de paso, se note la costura azul cuando se acercan las elecciones?

Probablemente la mayoría de los políticos que interesan desmembrar o cerrar la UPR nunca han pisado uno de sus recintos. El cierre para ellos no es pérdida alguna ni de votos ni de sueño.

La respuesta al tranque del cierre de la UPR por estudiantes o por la Junta de Supervisión Fiscal, conocida como la Junta de Control Fiscal (JCF), la dio Luce López Baralt. Hace falta un diálogo serio multisectorial. Este diálogo tampoco puede convertirse en tarima a favor de la soberanía o contra el colonialismo, porque entonces la mitad o más de los representantes de los diversos sectores rechazaran las buenas ideas por no ceder en el plano ideológico.

Y no, no se trata de “entregarse” al sistema. Se trata de buscar soluciones que resulten sensatas y factibles independientemente del estatus político, porque la Universidad debe ser uno de los catalíticos y motores del desarrollo multisectorial del país, no solamente una tarima de afirmación nacional. ¿O es que las buenas ideas solo tienen un color o tienen que ser avaladas por un sector para que sean buenas? ¿No es eso lo que le criticamos a quienes han ostentado el poder colonial durante 119 años?

El diálogo necesita ser multisectorial pero como en todo alumbramiento, necesita de un catalítico. Si el parto no resulta ser natural hay que inducirlo.

Hay que incomodar a la legislatura y al ejecutivo para que quieran “resolver el problema de la iupi”. Los únicos lugares donde se les puede incomodar son sus respectivos recintos, el Capitolio y la Fortaleza, y en todas sus presentaciones públicas. Solo mediante protestas multitudinarias que le impidan funcionar “normalmente” sentirán suficiente presión para querer resolver y librarse del problema.

Necesitamos preguntarnos si lo más importante en nuestra agenda de país es nuestro inalienable derecho al pataleo o es obligar a la Legislatura y al Ejecutivo a buscar una solución a SU problema de no poder ir a ningún sitio sin encontrarse con una protesta en su contra, porque ese sea el único problema con relación a la UPR que querrán resolver.

Pero para eso, hace falta continuar las labores docentes y salir del recinto e ir todos los días, en todos esos periodos en que no se tengan clases, a protestar contra los únicos que pueden hacer algo al respecto. Pienso, y créanme que preferiría equivocarme, que solo así se podrán crear las condiciones para llegar a una mesa de negociación a buscar alternativas.

Esto es trabajoso y tedioso. Cuando el sol no pica, llueve a cántaros. Hay que viajar en tren y guagua. Hay que protestar y gritar y montar piquete, preferiblemente sin congas y música, para que no parezca un carnaval, mientras se estudia, se trabaja y se mantiene la institución operante. ¿Habrá voluntad para esto?

Por aquello de que con la boca es un mamey, me comprometo a ir dos o tres días en semana a unirme a los estudiantes y otros ciudadanos dispuestos a crear esa incomodidad para quienes viven tan cómodos a costa nuestra. Pero, ¿habrá voluntad?