Tarot: Arte & Magia

Espiritualidades
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Durante el Renacimiento, “las imágenes de los Dioses de la antigüedad” evocaban los mitos clásicos a los que se atribuía un gran valor ético y moral.

Es en esta época que apareció el juego de tarots: una de las realizaciones más extraordinarias del humanismo italiano. Reunía los representantes más ilustres del panteón griego alimentados de virtudes cristianas, mediante el sesgo de imágenes alegóricas de situaciones humanas y los símbolos de los cuerpos celestes más importantes.

El Tarot era un gran juego de memoria que encerraba las maravillas del mundo visible e invisible y que proporcionaba a los jugadores instrucción tanto de orden físico como de orden moral y místico.

En efecto, la serie de virtudes (Fortaleza, Prudencia, Justicia y Templanza) remite a importantes preceptos éticos; la serie de las condiciones humanas (Emperador, Emperatriz, Papa, Loco y Mago) refiere a la jerarquía a la que está subordinado el hombre, y la serie de los planetas (Estrella, Luna, Sol) hacen alusión a las fuerzas celestes que mandan a los hombre, más allá de las cuales reina el universo de lo divino. Inmediatamente el uso lúdico del tarot tomó precedencia sobre la dimensión didáctica y moral del juego que, desde el comienzo del siglo XVI, ya no se tuvo más en consideración.

A esta incomprensión le correspondió una mutación bien precisa de las figuras que padecieron transformaciones diversas según las regiones y los gustos populares. Hacia finales del siglo XVIII, se redescubrió el contenido filosófico del tarot, pero sobre la base de principios totalmente equivocados los nuevos intérpretes dieron luz a un nuevo uso de las cartas: mágico y adivinatorio.

En un célebre artículo publicado en 1781 por el arqueólogo francmasón Antoine Court de Gébelin, puede leerse: “el libro de Thot existe y sus páginas son las figuras del tarot”. Unos años más tarde, otro francmasón, Etteilla, se lanzó al gran proyecto de restauración de las imágenes, afirmando conocer la estructura del juego practicado por los egipcios. Según Etteilla, el primitivo tarot contenía el misterio del origen del universo, las fórmulas de ciertas operaciones mágicas y el secreto de la evolución física y espiritual de los hombres. Desde entonces, el tarot fue ligado indisolublemente al mundo de la magia y, aspirando a objetivos mucho más ambiciosos que el simple conocimiento del porvenir, tomó vuelo la gran época del tarot oculto.