Culturas de la precariedad

Cultura

Juan del Pueblo solía comprar un libro a la semana. Cuando las cosas iban mal, lo hacía una vez al mes. Ya lleva más de un año sin comprar un libro. Lee cuando puede, pues tiene tres trabajos y en la búsqueda de lo que ‘caiga’, mientras se ocupa de las demás responsabilidades con su familia y el hogar. Solía escribir artículos para revistas y elaborar reflexiones para sus cursos en la universidad. Lleva un año ‘freelance’, haciendo de todo un poco: desde archivar papeles, hasta llevar ‘mandados’ y mensajes. Sigue escribiendo, pero ahora son reflexiones inmediatas, viñetas de ideas y la vida, lo que le venga en mente, y de lo que pueda leer en poco tiempo. Tal vez produce más, pero pierde profundidad.

El caso de Juan del Pueblo es sintomático de toda una generación de profesores jóvenes que llegaron con maestrías y doctorados, con investigaciones y análisis, listos para crear espacios de debate y crecimiento intelectual, para ‘aportar’ al imaginario democrático del país, pero que no han podido contra las estructuras que le expulsan y declaran que no habrá estabilidad para ellos, ni para nadie, o casi nadie. La muerte de las ‘permanencias’ y las ‘plazas’ en las universidades, de la estabilidad laboral, se pregona por todos los medios y eufemismos posibles: desde el evangelio empresarista hasta el echar pa’ lante. Mientras, se van desarrollando, a pesar de todo, diversas expresiones culturales informadas por la precariedad permanente.

Ésta es solo una expresión de las múltiples ‘culturas de la precariedad’. Se encuentran ejemplos en todas las esferas sociales, y hay muchos que siempre han creado conocimientos, música, arte, escritura, a partir de artesanías de la supervivencia, creando belleza y reflexión, corazones, a partir de las tripas que recogen mientras resisten la explotacion de cada día y noche. Es en esas culturas de la precariedad donde se encuentra la abundancia que declama la esperanza a pesar de todo.