La muerte de la izquierda en América Latina y el Caribe

Historia

altEs difícil que la izquierda sobreviva en América Latina ante la subida de Sebastián Piñera en Chile y la permanencia en el poder de Macri en Argentina, hecho acompañado por la falta de claridad en las actuaciones de Cristina Khrisner y ante el avance de la derecha en otros países del Cono Sur. Las razones nos la ofrecen la imposición de políticas neoliberales, la falta de unidad entre los grupos que buscan soluciones democráticas, el caciquismo y las viejas estructuras patriarcales que aún dominan a países como Cuba, en el que no fue hasta la década del noventa, con el llamado periodo especial provocado por la caída del bloque soviético y el embargo estadounidense, que las mujeres y el movimiento LGBT no lograron tener una voz que fuera potente. Tampoco los sectores negros, a pesar de ciertos logros educativos y sociales, vieron la reivindicación de su afrorreligiosidad y la inserción de sus aportes en las historias cubanas.

En otra parte del Caribe, las políticas del gobierno dominicano contra los haitianos que han vivido en sus tierras y nacido en ellas son una muestra de xenofobia contra un pueblo que fuera masacrado bajo el trujillato y que ha aportado de diversas formas a la cultura y la vida económica de República Dominicana. La izquierda no debe soslayar que este es un problema esencial de la vida política dominicana.

En Puerto Rico los izquierdistas no se han apartado del caciquismo ni del androcentrismo, lo que los mantiene divididos en cuatro grupos que no logran llegar al pueblo. Esta división solo puede interpretarse como falta de compromiso, aunque sea a la vez cierto que el independentismo ha jugado un papel central en la defensa de los derechos humanos y del ambiente, la denuncia de la pobreza y la desigualdad social, así como de los poderes omnímodos que se le han otorgado a la Junta de Control Fiscal en el país

Un país golpeado y devastado por el huracán María, es sometido al cobro de una deuda impagable. El futuro no se vislumbra ante el éxodo de miles de puertorriqueños y resulta difícil tener fe ante las estructuras que acordonan legalmente, pero de forma inmoral, los poderes civiles de los puertorriqueños. La única salida es deponer las actitudes que encierran en compartimentos políticos a los sectores que abogan por un país libre del colonialismo. Son muchos los que sin etiquetas de ninguna índole han decido representar a esa élite que nos domina y toma decisiones sin construir un horizontalismo participativo, sino que continúan aferrados a estructuras jerárquicas y verticales de participación y dominio.

Por otra parte, las Iglesias, tanto la católica como la protestante, no asumen de forma directa una crítica del sistema que ha empobrecido aún más a miles de puertorriqueños, especialmente a mujeres, niños y envejecientes. Algunos solo aguardan por un toldo azul. Ese tal vez será su regalo de Navidad. La voz de los comprometidos con la justicia y el porvenir de Puerto Rico debe ser más significativa, más elocuente, más consciente de la miseria que se expande por la Isla y el continente latinoamericano que, como afirma la Asociación de Estados Iberoamericanos existe en su diversidad cultural y étnica.