“Escribir nos da alas, nos da poder y libertad”: Sobre escribir, el (des)gobierno y la cultura.

Creativo

"Escribo para evitar que al miedo de la muerte

se agregue el miedo de la vida".

Augusto Roa Bastos

Escribimos para vivir, porque no tenemos más remedio. Escribimos para llenar esos espacios de la nada que nos invade y crear nuevas posibilidades. Amar con la palabra, odiar, reír, llorar, hacer el amor, también vomitar, denunciar…. Así mismito se ama la vida, nuestro idioma, el arte.

En una entrevista Alexei Tellerias nos comentó “ser escritor es un acto de resistencia, en un planeta donde cada vez más se mutila la palabra y se vive en la cultura del tú me entendiste” y en esa línea David Caleb Acevedo confirmó: escribimos “porque creemos que la lengua es como un hermoso bebé unicornio, poderosísimo en su magia, destinado a grandes y épicos fines, pero que por ahora hay que proteger y cuidar, solo por su mero status de especie en peligro de extinción.”

Escribir es una fuerza sobrenatural que nos obliga. Es una droga maravillosa y apalabrada que nos produce toda clase de sensaciones: euforia, alegría, dolor, coraje, lágrimas, orgasmos y hasta el temblor de manos ante el parto de la palabra. Así liberamos nuestros deseos, impulsos, pesadillas, debilidades y talentos, así también damos vida propia al coro de voces que cohabitan en nuestra mente.

La literatura nos salva en tiempos de crisis. El escritor no puede permanecer callado. Ya lo comentó Marguerite Duras tenemos que "escribir pese a todo, pese a la desesperación". Ahora más que nunca, estamos obligados dejarnos escuchar. Tomar la palabra y tener presencia activa en la sociedad. Apoyar nuestras instituciones culturales como el Ateneo Puertorriqueño, nuestras editoriales independientes, la Universidad de Puerto Rico, entre otras. No olvidemos la persecución a los estudiantes y profesores, recortes malsanos a los programas de humanidades (como estudios hispánicos donde realicé mis estudios de bachillerato y graduados), se desmembró su editorial, se despidió al director de Diálogo, Marcos Pérez, por realizar un trabajo de investigación periodística de calidad, por la misma razón se canceló el noticiero matutino de Radio Universidad. Este último con la banal razón de los ratings, como si eso nos lo fuésemos a creer.

Es lamentable, para cualquiera amante de la lectura y el arte, escuchar en un país donde más del 20% se manifestó en una encuesta a favor de que haya censura de libros (según reveló en su programa radial Jorge Seijo), qué vergüenza. Más de un 22% no desea libros que contengan homosexualismo, religiones no cristianas, espiritismo, nacionalismo, entre otros temas. Terminan comprando lo que el gobierno les vende, así como la última oferta de combo agrandado multicalórico, poco nutricional, pero les gusta porque les regala una sorpresita de plástico.

Es decir, casi una cuarta parte de país exige que el gobierno decida qué se puede leer. ¿Y que hay de pensar? Sobre esto último me temo que el resultado pueda ser un porcentaje mayor. ¿Por qué? Porque no leemos, porque el propio gobierno a través de sus instituciones, empezando por la educación, nos ha intentado desculturizar. Seguimos con el gobierno de las tres B (no bueno, bonito y barato, sino como aquel gobernador o capitán general de Puerto Rico, Miguel de la Torre y Pando, I Conde de Torrepando, con su baile, baraja y botella, pero versión siglo XXI)

No olvidemos que en este último cuatrienio --como si viviésemos durante la época de la “santa inquisición”-- hubo censura (diría yo, a modo de un intento de quema intelectual) de obras literarias por parte del gobierno. Esto fue realizado a través de su Departamento de Educación por contener lenguaje, según ellos, "extremadamente burdo y soez", dejaron "terminantemente prohibido" el uso de los textos Antología personal, de José Luis González; El entierro de Cortijo, de Edgardo Rodríguez Juliá; Mejor te lo cuento: Antología Personal, de Juan Antonio Ramos; la colección de cuentos Reunión de espejos, editada por José Luis Vega, que recoge nuestra cuentística de la generación del setenta (como Ana Lydia Vega, Magali García Ramis, Manuel Ramos Otero, Mayra Montero, Carmen Lugo Filippi, incluyendo a Luis Rafael Sánchez, entre otros) y hasta la novela Aura, de Carlos Fuentes por sus elementos “paganos”.

Ahora, si la cosa iba mal, la rematan regresando a la educación en inglés como en los primeros años de la colonia norteamericana. Aunque quieran inútilmente evitarlo pensamos, soñamos, reímos, hacemos el amor en español. Nos quieren quitar todo, pero no nos quitarán la voz. No funcionó en la primera mitad del siglo XX, mucho menos ahora. No podemos permitir este imperio de la mediocridad intelectual del gobierno de turno. Aprendamos --para tener más posibilidades de progresar-- inglés, chino, francés, aprendamos muchos idiomas, seamos más cultos, pero no permitamos que nos amputen la lengua materna. No seamos mudos existenciales. Expone el poeta y catedrático universitario de la UPR-Humacao Marcos Reyes Dávila:

“Cualquier educador, audiólogo, patólogo del habla, sociólogo, antropólogo, sicólogo, conoce perfectamente la importancia que tiene la adecuada adquisición del lenguaje en la primera edad. La omisión en la atención de este asunto crea con regularidad problemas permanentes de lenguaje y pensamiento, de modo que cabe pronosticar la presencia futura de toda una generación de impedidos del habla.

El derecho a la enseñanza en la lengua vernácula es, por lo tanto, un derecho humano fundamental.” (M. Reyes Dávila, revista EXÉGESIS).

Colegas apalabrados, devoradores de libros, viciosos de la lectura, prohibido olvidar. Como dice mi sabia madre María José, lo que se olvida corre el peligro de repetirse. Y es que el arte nos da libertad, y nos la quita, no olvidemos que en nuestro país también se han encarcelado a escritores, maestros y artistas por su libertad de pensamiento, Corretjer, Matos Paoli… En el nation of the freedom, de la que muchos se sienten parte, tuvimos presos, entre otros, a Elizam Escobar artista plástico y poeta.

El mundo de la palabra no tiene límites, pero si muchas dificultades en el camino. Vivimos en una isla, donde se recortaron los fondos a las instituciones culturales, pero se acaba de firmar una ley para abrir oficinas religiosas en cada alcaldía, son 78 municipios. ¿Y dónde queda la división de iglesia y estado? Donde se pretende incluir en el Código Penal como delito las protestas frente al Capitolio y la Fortaleza, coartar la libertad de expresión y hasta es delito protestar en las propias vistas en las que (des)hacen las susodichas leyes y aprobadas en la madrugada mientras casi todos dormimos, o lo intentamos. Es un delito “perturbar” a los legisladores, con pena de tres años. Estamos viviendo momentos de un fundamentalismo y una hipocresía moral sin límites cargados con una ignorancia institucional terrible. Me niego al silencio del conformismo.

Confiamos que los escritores puertorriqueños, los lectores, los libre pensadores, de todas las culturas, dejen escuchar su voz, la de todos nosotros, en todos los espacios donde nuestra la literatura pueda llegar. Somos una isla con una creatividad envidiable. Y ni el gobierno ni nadie nos van a callar, no nos va a coartar la forma de expresarnos, de amar en todas sus diversidades, de protestar y de educarnos. No lo permitamos.

Sería casi imposible, pues en este país se escribe y se hace mucha gestoría cultural, aunque el gobierno y los medios de comunicación para grandes masas nos intenten ningunear. Aquí en Puerto Rico la literatura está viva. Hay innumerables grupos de escritores que hacen un gran trabajo, por mencionar algunos como: en la UPR de Aguadilla (los escritores Alberto Martínez Márquez, Leticia Ruiz Rosado, José Manuel Maldonado Beltrán, Edgardo Nieves Mieles con sus revistas literarias y editoriales independientes), el colectivo literario de Homoerótica, el trabajo de Yolanda Arroyo con Boreales, Ángel L. Matos y En la otra orilla, la Liga de Poetas, el trabajo de los editores independientes en sus editoriales: Isla Negra, Terranova, Erizo, Aventis, El Sótano, A/C, Néstor Barreto y Colección Maravilla, la Secta de los Perros, el Festival de la Palabra dirigido por Mayra Santos, el Ateneo Puertorriqueño y diversos proyectos de escritores comprometidos con la gestoría cultural y la publicación. Destacar a todos los que no paran de escribir, a los lectores que no dejan de leer.

Quienes escribimos amamos inevitablemente la palabra y la literatura. Nos hechiza un libro bien escrito, una edición impecable, olemos las páginas, la tinta casi como el placer de los vampiros por la sangre. Nuestra sed solo se colma leyendo y escribiendo. No hay temas prohibidos, sino muchos miedos y carencias personales. Leamos lo que nos seduzca, pero no condenemos temas por gustos personales, solo evitar la mediocridad. No podemos escribir ni vivir con miedo.

Escribimos porque odiamos la nada inmóvil, el silencio del ninguneo institucional, las rutinas, escribimos porque amamos intensamente. Los apalabrados somos lectores compulsivos y a la vez sentimos la misma necesidad de crear.

Escribir nos da alas, nos da voz, nos da poder y libertad. Crear en todos los contextos, dejar que la palabra nos posea, leer, escribir, corregir, editar, nuevos mundos, el nuestro, en cuerpo de palabra vivimos. Amemos intensamente con la palabra, con el corazón y con la piel. No olvidemos luchar por una educación de calidad. Jamás permitamos la censura a las artes, a ningún libro. El arte llama, proclama y denuncia; sea un escritor consagrado, como uno novel, sea un catedrático, sea un cantautor como Roy Brown o René Pérez-Calle 13.

La voz de nuestro espíritu creativo, cultural y patrio no puede ser silenciada. Impidamos este carnaval grotesco que intenta opacar la libertad de expresión, de ser, de crear y construir. Nosotros los escritores tenemos la palabra.