Joe Biden y su proyecto de una "América Dirigente"

Agenda Caribeña
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altEl excandidato a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata, Bernie Sanders, hizo hace algunos días un pronunciamiento en el cual endosa en sus aspiraciones presidenciales a su anterior contendor en la carrera por la nominación presidencial, Joseph (Joe) R. Biden Jr.

Bernie Sanders, es un liberal estadounidense que milita en el Partido Demócrata. En el plano ideológico, podríamos inscribirle como parte de una corriente socialdemócrata en dicho partido, una corriente al estilo de la que prevalece en los gobiernos de algunos países europeos. En Estados Unidos, sin embargo, Sanders es considerado por muchos sectores, particularmente dentro de la oposición republicana y de los electores conservadores dentro del Partido Demócrata, como un candidato “socialista de izquierda”.

A pesar de las simpatías que generó entre la juventud estadounidense su campaña primarista; y de la aceptación de su programa por importantes sectores obreros y sindicales; sus ideas resultaron demasiado progresistas o radicales para la inmensa mayoría de los votantes aún dentro de las filas de su Partido. El retiro de su candidatura era un desenlace anticipable e inevitable. Se reproduce así en esta nueva contienda presidencial, la experiencia de las pasadas elecciones donde también fue precandidato por el Partido Demócrata. Aunque al final del camino Sanders no fue una opción viable; ciertamente, su participación en la discusión pública del contenido de su programa, trajo a la superficie de la discusión política importantes elementos para enjuiciar el actual gobierno de Donald Trump; de la necesidad de identificar profundos cambios en dicho país; y la importancia de iniciar transformaciones urgentes en Estados Unidos.

A pesar de que en mi caso personal, no participó de la política de los partidos estadounidenses y que considero tampoco mis conciudadanos deberían hacerlo, mi primera reacción cuando escuché la noticia de su endoso a Joe Biden y el por qué de tal endoso, fue cuestionarme tal decisión. Entendí que la respuesta política dada por Sanders para tal decisión no debería limitarse a indicarnos que el pueblo estadounidense debe derrotar a Donald Trump y que quien al día de hoy podría hacerlo es Joe Biden. De ser así la premisa, entonces ¿cuál fue el razonamiento para su participación en el proceso primarista? Considero que en su endoso a Joe Biden, lo menos que debió hacer Sanders, fue condicionarlo a que Biden incluyera en su programa aspectos importantes de su propuesta como precandidato, sobre todo en áreas sociales, comunitarias y económicas. Ésa y no otra era su carta de negociación ante su decisión de retirarse el proceso primarista.

He examinado un escrito publicado en la revista Foreign Affairs correspondiente a los meses de marzo-abril del año en curso, titulado Why America Must Lead Again: Rescuing U.S. Foreign Policy After Trump. En él, Joe Biden describe lo que sería su programa de gobierno si llega a la presidencia de Estados Unidos. Su propuesta, con algunos ajustes de mira, no es otra cosa que la continuidad de la visión imperial de Estados Unidos.

Si bien en el análisis de su propuesta pueden identificarse algunas diferencias entre la visión política republicana y las ejecutorias del presidente estadounidense Donald Trump con relación a lo que nos plantea BIden; también es importante destacar la evidente brecha que existe entre la propuesta del programa con la cual Sanders desarrolló su campaña pre electoral y los lineamientos con los cuales Biden se propone desarrollar su gobierno de ser electo.

Biden comienza su artículo indicando que, desde la salida de Barack Obama de la presidencia, la credibilidad e influencia a escala mundial de los Estados Unidos ha venido a menos. Señala como elemento negativo la actitud del gobierno de Donald Trump de abandonar a quienes eran aliados y socios de Estados Unidos durante el pasado gobierno demócrata; a los profesionales en materia de inteligencia; a los diplomáticos y a las tropas estadounidenses. Indica que la política exterior de Trump ha conducido desmerecer la capacidad de Estados Unidos para enfrentar, en materia de seguridad, a países y gobiernos que también Biden también considera son los principales adversarios de Estados Unidos. Entre ellos menciona los gobiernos de la República Democrática Popular de Corea, la República Islámica de Irán, la República Árabe de Siria, Afganistán y la República Bolivariana de Venezuela. En la identificación de tales gobiernos y países, Biden asume la misma línea de pensamiento de Trump.

Su propuesta para desde la presidencia enfrentar estos países y gobiernos, es hacer el llamado a que el gobierno de Estados Unidos se movilice en torno a una acción colectiva que enfrente estos nuevos desafíos y fortalezca los valores democráticos; claro está, los valores democráticos al estilo estadounidense. En el pasado hemos tenido la oportunidad de observar a cuáles países se refiere la política exterior de Estados Unidos cuando habla de sus socios. En el caso de América Latina de lo que hablamos entre otros es de gobiernos como los de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y Chile, así como organismos internacionales como la OEA.

El escrito que nos presenta Biden en la revista Foreign Affairs contiene esencialmente cinco propuestas principales de lo que haría su gobierno, las que pasamos a resumir.

En su primera propuesta Biden plantea la necesidad de revigorizar la democracia estadounidense. Para ello propone reconstruir el sistema educativo en Estados Unidos de manera que los niños tengan oportunidades que no sean determinadas por categorías de raza; una reforma en el sistema de justicia criminal que elimine la disparidad entre los ciudadanos; ; la restauración de la “Ley sobre Derecho al Voto”, de manera que todo el mundo sea escuchado; el regreso a la transparencia y del rendimiento de cuentas en el gobierno; y terminar con lo que Biden llama “epidemia de encarcelamientos en masa”. Aunque el escrito no indica en qué consiste esta expresión, podemos asumir, a la luz del comportamiento de la administración Trump, que se trata de su manejo ante la situación y reclamos de las minorías nacionales y étnicas en Estados Unidos.

Señala Biden que bajo su presidencia, dejaría sin efecto inmediatamente las políticas introducidas bajo la presidencia de Trump que separa a los niños migrantes de sus padres en la frontera. Aquí nuevamente Biden no indica a cuáles niños o padres se refiere, aunque sabemos que esa frontera es la frontera sur de Estados Unidos con México. Biden rechaza también cierta medidas adoptadas bajo Trump que considera detrimentales al derecho al asilo; la revisión de las políticas sobre el estatus de protección temporal a poblaciones vulnerables; establecer una cuota anual de admisión para 125 mil refugiados; y finalmente, a la prohibición del derecho a viajar, que aunque tampoco lo menciona, ciertamente sabemos que una de estas prohibiciones es la relacionada a los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba;.

Aunque Biden se compromete con la prohibición de la tortura y el establecimiento de la transparencia en las operaciones militares de Estados Unidos; no se pronuncia por el cierre del centro de detención creado por Estados Unidos hace 19 años en la Estación Naval de Guantánamo. Este tema, también planteado como promesa de campaña por el presidente Obama desde la etapa primarista, tampco fue cumplido por el gobierno de Estados Unidos tras ocho años de administración demócrata. Biden tampoco menciona las cárceles clandestinas que mantiene Estados Unidos en países donde se desarrollan conflictos armados de los cuales participa en el Medio Oriente y Asia Central, y en las cuales, la prensa internacional ha documentado torturas a los prisioneros.

En su propuesta Biden se compromete a promover una Enmienda a la Constitución de Estados Unidos dirigida a eliminar las aportaciones de dólares en las elecciones de funcionarios federales. Esta incluye prohibiciones que impidan que nacionales o gobiernos extranjeros influencian los procesos electorales federales, estatales o locales. Para ello, propone la creación de una Comisión de Ética Federal que haga cumplir las leyes electorales y las leyes anticorrupción.

Biden se compromete a que durante su primer año como presidente, convocará un encuentro global sobre la democracia. Este evento trataría tres temas centrales: la lucha contra la corrupción, la protección contra el autoritarismo y el avance de los derechos humanos, tanto en cada país como a escala global. Propone que en dicho encuentro participen las organizaciones de la sociedad civil que se han distinguido en la defensa de la democracia. En materia de derechos humanos, Biden nada dice sobre el derecho humano de los pueblos a su libre determinación, mucho menos en el caso de los habitantes nacionales puertorriqueños, sujetos desde 1898 bajo una llamada doctrina de Poderes Plenarios al amparo de la Constitución de Estados Unidos y una doctrina sobre los llamados “territorios no incorporados” enarbolada por su Corte Suprema, como subterfugio para no reconocer el establecimiento de su país de colonias dentro del esquema federal estadounidense.

En su segunda propuesta, Biden propone una política exterior que le permita a Estados Unidos prevalecer en la competencia con la República Popular China, que a su vez vaya dirigida a atender los intereses de la clase media en Estados Unidos. Para ello plantea que existe un nexo entre la seguridad económica y la seguridad nacional. Como medida económica propone un incremento en el salario mínimo a $15.00 la hora y la inversión en la innovación y la tecnología. Señala que como presidente no entraría en nuevos acuerdos de comercio con otros países hasta que Estados Unidos se coloque con el potencial de triunfo en la economía global. En este propósito, identifica en ese plano a la República Popular China como el principal desafío para Estados Unidos.

Para enfrentar a dicho país asiático, el método propuesto por Biden es ir construyendo un frente entre Estados Unidos, sus aliados y socios, denunciando a la República Popular China por la violación de derechos humanos. Biden propone, además, ir colaborando a la par en asuntos como el cambio climático, la no proliferación de armas y aspectos relacionados con la salud. Mientras habla de la salud, sin embargo, está ausente en su propuesta de gobierno atender la realidad de 28 millones de estadounidenses sin plan médico; como también, llevar a cabo una propuesta, similar a la impulsada por Bernie Sanders, de un seguro médico universal gratuito.

La tercera propuesta de Biden se relaciona con la política exterior de Estados Unidos. Señala que la política exterior de Trump ha sido un desastre donde el rol de la diplomacia ha sido degradada. Indica que, en su papel como comandante en jefe, no vacililaría en uso la fuerza para proteger a Estados Unidos y que asegurará que su país siga siendo la mayor fuerza militar en el mundo. Propone la inversión en equipos que permitan a las tropas estadounidenses enfrentar los desafíos del siglo. Esa fuerza, indica, sólo se utilizaría para proteger los intereses de Estados Unidos.

Como se expresaron distintos presidentes, incluyendo el presente, Biden aboga por el regreso a Estados Unidos de la mayoría del personal militar desplegado en Afganistán y el Medio Oriente en la lucha frente a ISIS y Al Qaeda. También sostiene sin modificaciones conceptuales, como antes ocurrió con Obama y como ha sido la posición de Estados Unidos desde la Administración de Ronald Reagan, la de Bush padre y la de Bush hijo, la posición de Estados Unidos en cuanto a la lucha contra el terrorismo a escala mundial y a nivel doméstico.

Biden aboga por elevar al rango de principal herramienta de la política exterior de Estados Unidos la diplomacia. Su referente es el gobierno de Barack Obama. Sin embargo, vale la pena recordar que ese mismo gobierno que pretende emular, es el que se embarcó de lleno en la continuación de la política estadounidense en torno a Iraq y Afganistán; incrementó el uso de la fuerza en países como Siria y Libia; rompió récord en las deportaciones de inmigrantes; y a través de las gestiones de su Secretaria de Estado, dirigió a través de terceros varios golpes de estado en América Latina, incluyendo los de Paraguay y Guatemala. Lo mismo podría indicarse en torno a varios escenarios en el continente africano.

En su artículo, Biden critica la postura de la Administración Trump respecto a dejar sin efecto distintos tratados internacionales poniendo bajo cuestionamiento la palabra empeñada por su país a nivel mundial. Como presidente, indica, contrarrestará el sistema autoritario de la Federación Rusa, catalogando a su presidente, Vladimir Putin, de dirigir un gobierno “autoritario y cleptócrata.” Mientras da este diagnóstico psiquiátrico sobre el dirigente ruso, nada dice en su diagnóstico psiquiátrico sobre el gobierno del presidente de su país, Donald Trump. Plantea que Estados Unidos debe fortalecer sus capacidades colectivas con sus amigos europeos, a la vez que también llama al fortalecimiento de alianzas con países como Australia, Japón, Corea del Sur, Indonesia e India. Lo mismo plantea en el caso de América Latina y África.

Contradictoriamente, con el gobierno al cual antes cataloga de “autoritario y cleptócrata”, propone, en materia de armamento nuclear, una reducción en el arsenal estadounidense que mueva a la Federación Rusa a nuevos acuerdos en materia de limitaciones en el control de armamentos.

En materia de tratados internacionales, como parte de su cuarta propuesta, Biden se compromete a que, desde el primer día de su mandato, integrará a su país en los esfuerzos y acuerdos relacionados con el cambio climático; la no proliferación del armamento nuclear y la carrera armamentista. Señala que Estados Unidos no puede pretender tener credibilidad a la par que abandona acuerdos internacionales a los cuales se ha comprometido. Llama la atención el reclamo de Biden a la República Islámica de Irán para que regrese al cumplimiento estricto del Tratado negociado bajo la Administración Obama en torno al uso de la tecnología nuclear; cuando la realidad es que fue el gobierno de Donald Trump y no el gobierno iraní, el que unilateralmente dejó sin efecto su participación en dicho Tratado. Biden critica también la manera en que Trump manejó la remoción de quien él como candidato considera era un “actor peligroso”, ello en referencia al asesinato en Iraq del general iraní Qasem Soleimani, vinculando el magnicidio con una potencial escalada en ciclo de violencia en Irán. Al hacerlo, sin embargo, no condena y repudia tal acción.

En el caso de la República Democrática Popular de Corea, propone la ayuda de la República Popular China en lograr que dicho país finalmente se atenga a la desnuclearización del territorio. A pesar de ello, sin embargo, nada dice sobre la presencia de armamento nuclear estadounidense en instalaciones y bases aéreas y navales estadounidenses localizadas en Corea de Sur.

Finalmente, como parte de su quinta propuesta, Biden aborda el tema del desarrollo de las tecnologías del futuro en materia de inteligencia artificial y el desarrollo del 5G. Indica que Estados Unidos debe asegurar que el uso de estas tecnologías contribuya a promover y ampliar la democracia, compartir la prosperidad y las libertades, sin permitir que las reglas de la era digital sean pautadas por la República Popular China o la Federación Rusa. El liderato sobre el desarrollo de las tecnologías del futuro, indica, lo debe asumir Estados Unidos.

Ante los peligros que Biden entiende podrían afectar en el futuro a Estados Unidos, se encuentran las fisuras dentro de la propia sociedad estadounidense, la pérdida del ejercicio de la democracia, la ruptura de alianzas y el alejamiento de lo que debe ser el orden internacional. Para enfrentar tales amenazas, propone cinco soluciones: más apertura, más acuerdos de amistad entre países, más cooperación entre ellos, más alianzas y más democracia.

Con el acostumbrado discurso del destino manifiesto, es decir, aquel que desde muy temprano en su desarrollo Estados Unidos desarrolló para alegar haber sido bendecido por la “providencia divina” para dirigir los destinos de América, Biden adapta a dicha doctrina su escrito al señalar que corresponde hoy a Estados Unidos ser quien dirija al mundo; que ninguna otra nación en el planeta tiene la capacidad para así hacerlo; que ningún otro país ha sido formado en esa visión; y que Estados Unidos debe ser el campeón de la libertad y la democracia, recuperando así su credibilidad, para marchar con optimismo y determinación hacia el futuro.

Como puede verse, si bien podríamos esperar cambios de estilo de gobernanza que propone Biden, y en algunos casos, ciertamente cambios de contenido, la actitud correcta que a nuestro juicio debió asumir Sanders en esta coyuntura no era meramente fomentar que se vote por Biden para sacar a Trump de la presidencia; sino insistir todos los días en la necesidad de demandar que Biden incorpore cambios profundos en su propuesta para una sociedad, economía, y gobierno de Estados Unidos que atiendan efectivamente las necesidades el pueblo estadounidense en la eventualidad de que sea electo presidente de Estados Unidos.