¿A dónde vas, Poeta?

Voces Emergentes

alt-¿Adónde vas, Poeta?

-Con esta bici que va a ninguna parte, voy a dar una vuelta por las calles de Ampuriabrava, Gerona, donde estoy pasando unos días y, si no se me pinchan las ruedas, voy a recorrer el Mundo cualquier otro día. Un Mundo que normalmente tiene mucho que ver y mucho que sufrir; pero poco que ganar. Un Mundo en poder de algunos grandes, hombres y mujeres, guardados por matones, que nos consideran a los demás holgazanes, vagabundos.

De un corrillo de gente, que pasa caminando delante de mí, oigo contar algo como refrán o chascarrillo; esto:

“Que un rico hombre le preguntó a un pedigüeño, a la puerta de una iglesia:

-¿Por qué pides? ¿No tienes oficio?

-Camarero de verano soy, señor.

Exclamando el rico hombre, dándole la espalda y sin darle una moneda, igual que hacen las monjas y los curas:

-Normal que haya tanto paro.

Cerca de la playa de esta Avenida, a la orilla del Golfo de Rosas, junto al Mar Mediterráneo, veo algunos pobres de solemnidad, andrajosos, drogatas, desmemoriados y borrachingas, que no tienen dónde ir, pero sí perrito que les ladra. Escuchad su ladrido.

También, veo, ahora, frente a esa oficina de Banco o Caja de Ahorros, un grupo de gente protestando contra un posible desahucio que se va a realizar.

Yo pregunto a uno de los familiares:

¿Por qué os hacen este desahucio?

El me responde:

-Señor, mi familia ha dejado de pagar el recibo de la hipoteca un par de meses. Un mes malo, cualquiera lo pasa, con dinero, ¡claro; pero es que mi familia lo pasará todos a partir de ahora, pues no tiene dónde vivir ni caerse muerto. Los abuelos que les sostenían están fiambre.

-Ojalá se os arregle, pero no a palos, le contesté yo.

Seguí el camino, y me llamó la atención de dos señoras, no sé si comadres o verduleras y, como me cerraban el camino, me paré a escucharlas sin bajarme de la bici.

Las dos estaban hablando de un grupo de tres curas que recién habían salido de una iglesia de enfrente.

La una decía:

-La gracia está en cada una de sus coronillas, por no decir en la punta de sus capullos, Chisdasvinta.

La otra:

-A veces es tanta su virtud, que se doblegan a sus malas inclinaciones.

Hizo una pausa, mirándome, y siguió:

-Mira sus caras, Sisebuta. Sus caras lo dicen todo, cualquier fisónomo lo diría: son mal inclinados, viciosos, ladrones, falsarios.

-Pero tú Chisdasvinta ¿has estudiado algo?

-Sí he estudiado Filosofía, Chisdasvinta. Y, a veces, escribo Poesía y Relato Corto.

Yo seguí mi camino y, en otra calle vi, junto a unos contenedores de basura, la colcha de una cama, platos y vasijas, un aparador o mesa, unas ollas que estaban vacías, y otras cosas.

Pregunté a un transeúnte que se quedó parado delante de los muebles y utensilios, como observando a ver si le interesaba llevarse algo, pues había recién aparcado su coche muy cerca de los contenedores:

-Oiga señor, y todo eso que parece nuevo, ¿por qué está ahí?

El me respondió:

-Ha venido un embargo y su recaudador a ese edificio de al lado, donde en su portal llora esa familia, y han dejado tiradas las cosas que no le han interesado.

Yo, que soy de lágrima fácil y que no puedo ver estas cosas, salí de allí saltando con la bici.