Bienvenidos a la nueva normalidad [gracias a Covid-19]

Caribe Hoy

altPoco después del huracán María tuvimos que pasar mil malabares para sobrevivir los meses sin electricidad, agua, con escases de alimentos, casas sin techos, sin comunicación por falta de internet y más. Fueron meses dolorosos y de mucho reto individual y colectivo.

Todos los días, igual que una nómada, salía a la calle para agenciarme un enchufe para cargar mi celular, que era la única conexión con el mundo exterior. Así rodé por muchos lugares, literalmente sentada en aceras o pisos esperando hasta que llegará a cien por ciento la batería del móvil, porque la mía propia no cargaba.

En ese proceso, empecé a escuchar a gentes decir bienvenido a la “nueva normalidad”. Esa frase me causaba mucho enojo porque sentía que era una actitud de tirarle un toallazo al gobierno, y aceptar las carencias y deficiencias del país como algo natural. O sea, para mi ese pensamiento de “nueva normalidad” era uno conformista y derrotista. Yo me negaba a que esa situación aberrada se convirtiera en un modelo de vida normal.

El tiempo pasó. Todos sabemos que al día de hoy, casi tres años después, todavía hay gentes con techos azules que recibieron del Huracán María, y sabemos que el gobierno escondió o dejó perder mucho material que venía como ayuda para los damnificados.

Entonces llegó el 6 de enero de 2020. Ese día Puerto Rico se levantó sacudido por un fuerte terremoto en el área sureste que destruyó muchas casas y propiedades. Cientos de ciudadanos fueron literalmente desplazados a las calles, ya que temían dormir dentro de sus hogares o los habían perdido. Ciudadanos de las áreas menos afectadas se movilizaron directamente para llevar ayuda a los afectados. El gobierno siguió mostrando su ineficiencia. No tenía un plan coherente para trabajar esta catástrofe porque, aunque advertidos de que podía suceder, no fue atendida con previsión. Se daban golpes a ciega. Otra vez se encontraron almacenes llenos de materiales de primera ayuda para los damnificados que estaban siendo escondidos por el gobierno para favorecer a sabe Dios quien.

Mientras estábamos imbuidos en nuestro drama, en Wuhan, China se desarrollaba una trama que nos parecía muy distante, el COVID-19. Para final de febrero era evidente que la cepa del coronavirus que amenazaba la salud mundial se propagaba con una velocidad sin igual y podía ser letal. A pesar de los muchos pasos para adelante y para atrás, y de bailar a un ritmo mal marcado, el 15 de marzo, el gobierno de Puerto Rico, ordenó una cuarentena al país. Aquí nos encontramos hoy. Y sí, esa cuarentena, nos guste o no, ha mantenido viva a la mayor parte del país.

Distinto a tiempos anteriores, ahora sí pienso que estamos entrando en una “nueva normalidad”. Lo pienso porque el coronavirus no solo paralizó a nuestra isla sino al mundo entero. Esta pandemia nos ha cambiado la vida. Todos nos hemos visto obligados a guardar distancia para evitar contagiar o contagiarnos, tenemos que usar mascarillas cuando vamos a salir o relacionarnos con otras personas, no pueden haber actividades grupales, hemos tenido que recurrir al internet y las redes para comunicarnos a nivel mundial. Se han cancelado o reducido los empleos y fuentes de ingreso de miles de personas y naciones; se han paralizado viajes y el turismo a nivel mundial.

Este virus tomó al mundo, digo, a nosotros los humanos, con los pantalones abajo. Atacó de forma rápida, vil y letal. Tan rápido que aún no hay forma de curar o detener este mortal virus. Es posible que de aquí a 6, 12, 18, o quién sabe cuántos meses, finalmente hayan vacunas efectivas para evitar la propagación. En el ínterin, mientras intentamos organizar y retomar nuestras vidas, Puerto Rico y el planeta ha entrado en una “nueva normalidad”, una nueva forma de vivir y relacionarnos. Para mí, uno de los aspectos más difíciles ha sido, y continuará siendo, es el distanciamiento físico con nuestras amistades y con los seres queridos. No poder dar ese beso y ese abrazo; no poder acompaña a un familiar enfermo, no poder hacer los rituales para despedir a un ser querido que trasciende. Ese no poder es doloroso, pero es parte de nuestra “nueva normalidad”.

Y al llegar mayo, en Puerto Rico la tierra vuelve a rugir y temblar para acordarnos que somos frágiles; para acordarnos que ella manda; para acordarnos que no podemos seguir abusando el planeta; para acordarnos que viene mil pruebas más.

A mi esta “nueva normalidad” me dice que hay que vivir en el presente, como si hoy fuera el último día en este plano. Cada día hay que decir, hacer y actuar con plena conciencia, en buena vibración y en amor. Buena onda a tod@s.