La fauna y el alma del pensamiento y su flor.
Miro a mis vecinos
y no puedo entender la magnitud de su pequeñez de luz y desenfreno.
El árbol que enfría mi cuarto
es un rejón de aves, cantos y reflexiones.
Por las tortuosas esquinas de mi casa
avanzan conjeturas de tela, desenterramientos de abrazos,
cumbres de almohadas, luciérnagas de carbón y entierros.
Hay una luz de papel y tierra, un riñón de piedra que me espera.