Filthy Rich [Jeffrey Epstein] y también terriblemente enfermo

Cine caribe

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Me he sentado a ver, tranquilamente, una serie de Netflix. El nuevo vecino en el barrio del entretenimiento, provee horas y horas de series, mini series, películas, que no hay tiempo en la vida para verlas todas.

Pero lo hice, motivado por entener un ángulo extraño del mundo del poder en los EE.UU. Y ojo, que el mundo del poder tiene problemas iguales o similares, al mundo que no es del poder en los EE.UU. Corrupción hay en Washington, como en Luisiana. Maltrato en las relaciones de pareja hay en California, como hay en Nueva York. Ese no es el problema. El problema es quedarnos callados.

Siempre me acordaré de las reacciones de la actriz Uma Thurman y del director y productor Quentin Tarantino ante el arresto del mogul del cine, Harvey Weinstein. Thurman, víctima de este agresor sexual, no vaciló en repudiarlo públicamente y desearle lo peor, cuando se sintió fuerte para hacer la denuncia. Ella era víctima. Su dolor, y su sanación, es un proceso. Mientras Tarantino, beneficiado en varias de sus producciónes por los consorcios cinematográficos de Weinstein, tan solo dijo que se arrepentía de no haber tomado posición antes y haberlo denunciado. El no era víctima. El era un beneficiario. La lección: prohibido callar, tanto cuando uno es víctima como cuando uno es un beneficiario.

Ante este cuadro, siempre ético y siempre desde una mirada moral de cada quien, me enfrento al documental [serie] Jeffrey Epstein: filthy rich (Dir. Lisa Bryan, EE.UU., 2020). El mismo se divide en cuatro partes. Confieso que sólo ví las primeras dos, y fue suficiente para incrementar mi estrés [a veces permanente como la revolución de León Trosky] y mi agobio. Las primeras dos partes son suficiente para pensar, sin haber leido en esta ocasión un solo manifiesto de las organizaciones feministas, que el patriarcado es algo terrible. Pero cuando a esto se le suma una disfunsión desde la mirada de la optica de la salud mental, entonces uno está viendo un documental sobre un psicópata del sexo. Jeffrey Epstein y sus acolitas (todas mujeres que lo apoyaron en su gesto de explotación sexual infantil, es decir,menores de 18 años) son todas unas personas enfermas, o carecen de una sana salud mental.

Por lo tanto, el primer capítulo nos informa de como era la personalidad del señor Epstein. SImplemente algo terrible, pues desde el saque vivió del engaño. Mintió en su primer trabajo, mintió en el segundo, y de ahí en adelante, vivió mintiendo. Todo indica que aprendió a extorsionar, y a cambio de no vender las historias de sus víctimas, recibía inmunidad. Así todas y todos aprendieron a callar. El más que calló, siempre fue él. No contaba ni soltaba prenda.

La segunda parte, o capítulo de la mini serie, narra de cómo él junto a su novia y acompañante de vida, Grishlaine Maxwell, desarrollaron un sistema de corrupción, trata y servidumbre infatil de niñas adolescentes, a las cuales explotaron sexualmente por varios años. Simplemente horrible. Todas las jovenes entrevistadas en el documental, hablan desde la mirada del dolor. Todas tienen una herida que no ha cerrado fácil, y una vida que pudo ser pero no fue. Hablar de este experiencia de vida causa dolor.

En fin, que dejé de ver la serie. Suficiente con dos capítulos. El resto, popcorn para las palomas. Usted lo puede tirar a pérdida. Cuesta verlo en línea, pero si usted es una persona educadora, activista por la igualdad de las mujeres y los hombres, y más que nada cree en la erradicación de las relaciones de poder, y que se opone a la trata infantil, debe ver esta serie, y utilizarla para transformar el mundo. Es su opción.