Una nueva generación de hombres rebeldes y pensadores surge en la Edad Media; diferente, instruida, más cercana al hombre y lejana a Dios. A ese Dios de devoción suprema para los cristianos de la iglesia tradicional, bajo el control dominante que sustentan, cardenales, obispos, sacerdotes y ricos poderosos arropados por ese mismo clero que constituyen los pilares de las fortunas vigentes en catedrales, monasterios y conventos.
¡Forma religiosa de enriquecimiento fundada en el oportunismo que solo deja migajas para el pueblo!
Un grupo de eruditos con ideas basadas en la igualdad y la justicia reta al claustro cardenalicio. Propone una nueva visión de Cristo y de su Iglesia, con el propósito de eliminar el despotismo que envuelven a la sociedad religiosa.
Corriente que brota en una población cansada de discursos religiosos envueltos en abusos de un clero oportunista y dominante, que empuja a ese grupo de intelectuales humanistas y va más allá de los confines de la Iglesia. Valientes filósofos, considerados por la clerecía como herejes, brujos, demonios. Científicos calificados de luzbeles sin alma, sin conciencia, que se presentan como enemigos de la humanidad, cuando en realidad solo buscaban una iglesia más moderna y cercana a sus fieles, simplemente diferente.
Fueron décadas de persecuciones y condenas a muerte de inocentes que no compartían los principios de tanta injusticia y alzaron la voz en defensa de la veracidad.
Así podemos constatar que en Europa Central, en Francia, en Inglaterra, en Italia, en España e incluso en Alemania surgen movimientos en contra de tanta iniquidad y autocracia.
Un grupo de intelectuales se opone a las prácticas eclesiásticas y lucha por una religiosidad más equitativa y humana, pero se encuentra de frente a varias órdenes religiosas con poder militar y fuerza destructiva. Entre ellas; Los Templarios, Caballeros de Cristo Templo, cuyos miembros pertenecen a la orden militar más poderosa de la época, sanguinaria y preparada para luchar contra todo aquel que no se someta al dogma religioso, a la Iglesia, al Papado y a desobediencia de Roma.
Además deben someterse a otra fuerza armada surgida en el sur de Francia, los Cruzados, que frente a la creciente rebeldía de una tentativa de oposición, defienden a toda costa la iglesia para impedir que corrientes neoliberales pudieran oponerse a los Concilios Papales y a sus decretos religiosos, siendo esa forma violenta y militar la única vía para mantener el cristianismo como única religión, a pesar del nacimiento de una doctrina pacifica e herética que muestra divergencias con la enseñanza oficial de los dogmas sagrados instruidos por los obispos en los concilios repletos de riqueza, afirmando que la sola base espiritual está fundada en las Escrituras Sagradas.
Igualmente se enfrenta a la Santa Inquisición y a sus prácticas, bajo la autoridad directa de la monarquía que perseguía a los considerados herejes por la iglesia, es decir a todos aquellos cuyas creencias fueran otras que la de un cristianismo absoluto con un tribunal eclesiástico para culpar a los no creyentes y desposarlos de sus bienes. Solo buscaban la abjuración, con tanta crueldad que acabaron con una gran parte de los intelectuales y científicos que defendían teorías, algunas con tanto fundamento que incluso pudieran eclipsar a la poderosa Iglesia.
Triste episodio de una Iglesia omnipotente e intolerante que da la espalda a la población desanimada. Un pueblo que dio todo por su Dios, sin recompensa alguna, porque la riqueza la distribuía Roma, que olvidó a los necesitados para entregársela a los poderosos. Estas Cruzadas tenían varios objetivos declarados, entre ellos; luchar contra los opositores, recuperar por doquier la Cristiandad y conquistar territorios de Oriente, porque había que rescatar la Tierra Santa que se encontraba bajo el dominio del Islam.
La autócrata Iglesia también se enfrentó a otra doctrina que surgió dentro de un movimiento religioso, con carácter agnóstico que tomó impulso en la Europa Occidental. Los Cátaros. Contaban con la protección de algunos señores feudales, que le permitió un desarrollo lento, reconocido con cierta prudencia, predicando un ascetismo que invitaba a la austeridad y que denunciaba a los placeres materiales, o sea, la perfección moral y espiritual.
Como observamos estamos ante la oposición espiritual y religiosa más grande jamás habida, una rebelión a la obediencia impuesta por la clase de un clero dirigente y omnipotente.
Los hijos de los pobres pierden fe porque sus padres están olvidados por ese Dios injusto.
¡Triste forma de imponer un Dios solo para los ricos, para los poderosos, para los dominantes doctos al servicio del cristianismo y no para el que sufre, ni tampoco para cristianos que rezan pensando en su familia y en el pan de sus gentes, y aún menos para el débil marginado en aquella sociedad de abundancia limitada a un grupo estricto de pseudo-cristianos que solo profesan la religión del bienestar y de la intolerancia, de la profusión, del peculio y de los placeres mundanos que en el transcurso de aquella época, se identificó con asesinatos, destrucción, falsos juicios de condenas a científicos considerados herejes, porque la iglesia no reconocía ni evolución ni oposición!
Es evidente que una reflexión profunda nos recuerda a Platón cuando escribe; “El hombre que se libere de las ataduras debe alcanzar la gnosis y el conocimiento en su corazón”. Este conocimiento es secreto y transforma al hombre frente a su realidad y a sus instintos religiosos, sin necesidad de ser guiado por farsantes que se esconden detrás de la religión para imponer falsas doctrinas y dogmas oportunistas que solo buscan la debilidad de los demás.
Para imponerse de forma autoritaria. No olvidemos que Pablo en los evangelios dice que hay que buscar a Dios en uno mismo.
La iglesia cristiana tiene una forma demasiado “literalista” para imponer a sus fieles una devoción que debe salir del alma y no de la extenuación de sus creyentes.
Los creyentes tienen en su mente un Dios todo poderoso, pero no obligatoriamente un clero que a menudo no refleja la fuerza espiritual con la que cada uno se identifica. Dios forma parte del misterio, el clero forma parte de la decepción
¿Por qué decepción? Porque el sendero que nos guía lo encontramos en la meditación, en la reflexión, en el rezo, tomando como punto de partida la fe. Eso hace que la religión sea plural y que todos aquellos que profesan la fe, deberían pertenecer a la gran familia de religión donde cada uno encuentra su Dios y abraza su conciencia.
Este es el camino que busca el horizonte de cada hombre, sin obispos ni sacerdotes, sin religión para la iglesia sino para sí mismos, sin condiciones impuestas por otros hombres, pero con la divinidad de un Dios Omnipotente siempre presente en las inquietudes de los creyentes.
Por eso, debemos admitir a reflexión cualquier forma no violenta que nos cubra la mente de conocimientos más allá que aquellos envueltos en una religiosidad sinónimo de fanatismo.
Otro tema de reflexión para cada uno comprenda por qué la imposición por la fuerza de cualquier credo no es religión, es absolutismo y la historia nos demuestra que muchas religiones abrazan la avaricia al más alto grado para conquistar devotos, imponiendo creencias. Es algo así como un narcisismo profético sin profundidad ni sentido, porque las enseñanzas de una religión que no admite discusión, no detiene la única verdad.
Es el ser humano bajo su conciencia y su manifestación divina quien debe conquistar e interpretar una religión colectiva, pero nunca dejar que el egoísmo religioso sea el propulsor de tu propia religión.
Esa Iglesia todopoderosa, hoy está pagando tributo porque pierde fieles y la imagen de catedrales e iglesias vacías, son el verdadero espejo de la fe, de la creencia que aleja la religión colectiva en favor de una espiritualidad individual, donde el hombre se enfrenta a su Dios, sin Papas, ni Cardenales. Solo yo y mi fe.
[Nota del autor: Video que se relaciona a este artículo: https://www.youtube.com/watch?v=ZUH4zSNp4Js&t=114s.,]