Cuties o la importancia de contar historias que [por la censura] no se cuentan

Cine caribe

Me opongo a la censura.  Sobre todo, la que por un lado promueve la primera enmienda de la constitución de los EE.UU., bajo el predicado casi absoluto de la libertad de expresión, y que luego sufre campañas sociales y otras, para censurar a uno o amenazarlo, como a menudo pasa contra El Post Antillano, reclamando sacarlo de circulación.  Las ideas están ahí para debatirlas. Coincido o discrepo, pero no puedo pensar que por que las evado o las invisibilizo no existen.

Cuties (Dir. Maïmouna Doucouré, Francia, 2020) es un planteamiento novel. Como en su momento lo fue Moonlight (Dir. Barry Jenkins, EE.UU, 2016). Ambas películas presentan temas, desde un abordaje no blanco caucásico, sobre la sexualidad del hombre y la mujer negros o afrodescendientes.  Si a usted le incomoda esto, hay mucho cine sobre la sexualidad del hombre y la mujer blancos que no les molesta, o de la sexualidad del hombre y la mujer negros, desde la mirada blanca.  No es extremismo ni absolutismo.  Es simplemente, como diría la Gayatri Spivak, “quien es el subalterno que toma la palabra”.

En el caso de Cuties, la directorea Doucouré, cineasta senegales-francesa, nos presenta la historia de los migrantes, en su caso del país de origen, Senegal, que llegan a Paris, y se insertan en la dualidad de las tradiciones del país de origen versus el país adoptante.  Luego vienen los traumas de los hijos e hijas, que no entienden el choque cultural; y finalmente vienen los conflictos en torno a las prácticas culturales que aceptan en el nuevo país de recepción.

Hay algo de sesto en Cuties.  Alli la hija, Amy (Fathia Youssouf) se encuentra perdida a sus 11 años, preadolescente, en una escuela de inmigrantes y franceses. Busca refugio en una ganga de niñas que se dedican a bailar.  Las Cuties.  En el proceso, interactúan temas complejos como la cultura islámica, la politigamia, el trabajo de múltiples jornadas para el inmigrante, y más que nada la edad en transición de la niña Amy/Youssouf, que va transitando a nuevas etapas de su vida.

Contrario a todo lo que se ha dicho, me parece un filme profundamente conservador. La culpa de todo la tiene la cultura original (Senegal) que es atrasada en cuanto a la cultura de recepción (Francia). Mas aun, la hija se descarrila, porque su madre, quien trabaja en todo momento, no tiene tiempo para cuidarla y atenderla. Es decir, doble victimiazion a la madre migrante, abandonada por un esposo que cree en la poligamia y se la impone a ella, y quien no tiene tiempo para dedicarle a la hija.  Terrible planteamiento.

En los EE.UU. se han concentrado en el tema de la sexualidad infantil. De mi parte, es el tema menos abordado en la película, salvo que usted lector quiera sexualizar cada movimiento de las niñas en el filme Cuties. Yo no lo hice. Es un filme de la vida de unas niñas, las cuales piensan y actúan como niñas.

De mi parte, el momento mas hermoso de la película es el final, cuando la madre abraza a la hija y le da la opción de vivir de forma traticional (senegalés) o no tradicional (francesa) en la fiesta de boda de su padre, que da paso a su segunda esposa/madre.  La niña decidió ser feliz entre mundos. Un planteamiento similar ya se había planteado en el filme Youn Soul Rebels, del director jamaiquino británico, Isaac Yulians (Dir. Isaac Julien, Reino Unido, 1991). Tal vez ahora es que podemos entender lo dificil que es la vida del migrante, no porque exista Donald Trumpl, sino porque migrar es siempre un rompimiento muy doloroso con el pasado.

A verla y comprenderla. Una película interesante y compleja. Gracias a la directora, Doucouré, que venga la próxima película.