Esta mañana al estar caminando por la ciudad me encontré con calles desbordadas de colchones, enseres domésticos amontonados, escombros de construcción y materiales vegetativos. Una imagen que se repite en diferentes escenarios de la ciudad capital, y que motiva a reflexionar sobre el impacto que puede tener el entorno físico en nuestra calidad de vida.
Mirar nuestras ciudades provoca un repensar de nuestra convivencia social, y cómo está se reproduce en espacios que demuestran un deterioro de sus estructuras por problemas administrativos del estado o a una apatía social.
En nuestro diario vivir se requiere atender los espacios urbanos con un sentido de planificación para poder diseñar una ciudad consciente como diría la profesora de la Universidad de Georgetown Layla McCay. Una ciudad consciente es el referente para el impacto positivo que puede tener la urbe en la salud mental de las personas. Al planificar y diseñar espacios urbanos que respondan a las necesidades de las personas y que fomente hábitos saludables, podremos tener una calidad de vida adecuada. Debido a que, la ciudad influye en nuestra salud mental y nuestro bienestar psicológico. Resulta urgente que atender esta situación, hoy no tendremos el premio de la ciudad más limpia y/o saludable por lo deterioro físico de nuestras ciudades, pero definitivamente es una idea que podemos hacer realidad.