Inquisidores y censurados en la literatura

Crítica literaria
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El escritor debe protegerse de las trampas del ego y de sus mismos prejuicios. Aveces a algunos les da trabajo reconocer la labor ajena a su propia producción y esto podría pasarles, sobre todo a los que no leen a sus coetáneos, o a los que, ya montados en su ecuación de palabras, entran a la famosa torre y desde allí ven todo lo demás tamaño hormiga.

La literatura es un acto de valor, respetable en su forma primitiva desde el buen uso del lenguaje hasta el logro de llevar en su mensaje la imagen esencial del poeta. Esto requiere de humildad, amplitud de visión de vida y entendimiento de que es mejor escribir para sentirnos felices que escribir para llegar a la iusión de ser famoso. Dentro de ese espectro del buen uso del lenguaje al mensaje llevado podría pensarse que se trata de una fórmula simplista, pero no es así; es que, en el trayecto, cada escritor evoluciona, se enriquece, se transforma, cambia de temas y se actualiza como el cosmos mismo.

Hay que diferenciar entre la crítica constructiva y la crítica destructiva. La primera suele presentarse como sugerencias, la segunda como ataque o peor como censura o eliminación del libre flujo de información, las redes sociales, escuelas, prensa, librerías, bibliotecas, etc. El escritor joven o con experiencia que reciba la misma debe preguntarse, ¿quién es el que la produce y cuál es su intención?  Las respuestas serán afirmativas, cuestionables o positivas según el que la produzca y la reflexión que amerite, pero si no podemos saber quién la produce, entonces, solo una palabra puede elegirse para tal persona: cobarde.

Entre los escritores que conozco, no hay ninguno que use la palabra como escudo para taparse, ni que se oculte para decir lo que siente. Para ser escritor, no solo debemos dominar nuestro instrumento, ser creativos, estar conectados a la realidad y a las musas, sino también ser valerosos, observadores y genuinos.