Hacia la Asamblea del Pueblo para la Descolonización

Agenda Caribeña
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Desde que el Gobierno Antiguo originario indígena, que funcionó durante siglos en nuestra tierra antes de la ilegal invasión española, fue restaurado en el 2012 por un grupo amplio de ciudadanos boricuas, se comenzaron a crear las bases jurídicas y políticas del Estado Nacional Soberano de Borinken.  Nadie en su sano juicio y que haya estudiado un poco de nuestra historia sería capaz de negar que aquí hubo un gobierno autóctono que estuvo vigente durante siglos.  Para la época de la usurpación de nuestra tierra por parte de la Monarquía de España (1493), ese gobierno estaba dirigido por Agüeybaná I o el Viejo.  Luego de la muerte de éste le sucedió Agüeybaná II, también conocido como el Joven.  Tampoco debe caber ninguna duda que ambos fueron fieles defensores de su pueblo y que trataron por todos los medios de evitar la pérdida de su territorio a manos de los castellanos.  Los dominios administrativos del gobierno indígena de Borikén llegaban desde la isla de la Martinica hasta el sector del Higüey en Quisqueya, constituyendo una gran federación antillana.  Hoy día, nosotros somos los herederos directos de nuestros antepasados indígenas y, por lo tanto, dueños legítimos de nuestra tierra; el archipiélago borinqueño.  

            Si partimos del derecho internacional vigente en la época de la colonización española, todo lo que éstos hicieron en nuestra patria fue ilegal, porque en esa época existía lo que se conoce como el “Principio de la Guerra Justa”.  Esta doctrina establecía que ningún país podía invadir a otro excepto por causas justas y éstas se circunscribían básicamente a dos cosas: 1. Que un país sufriera una invasión extranjera injustificada y 2. Que ocurrieran hechos que pusieran en riesgo la soberanía de cualquier país.  Este principio todavía está vigente y es por eso que cuando surgen conflictos entre dos o más naciones, se presentan resoluciones en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas para que ese cuerpo evalúe la situación pertinente y autorice o no una intervención militar en cualquier lugar. 

            En el caso nuestro, los españoles violaron ese principio, que fue establecido por El Vaticano, con el fin de evitar las guerras entre los reinos cristianos y de protegerse contra invasiones extranjeras.  Fue un concepto inicialmente creado por teólogos y juristas con el fin de aplicarlo a las diversas situaciones políticas que se generaban en Europa.  Es por esto que antes de consumada una guerra hay que definir lo que se conoce como Ius ad bellum, es decir la guerra justa.  De no existir una causa justa para iniciar una guerra (Casus belli), la misma es ilegal y, por lo tanto, no procede ningún reconocimiento internacional de la misma.  Éste fue el caso de la segunda guerra de los aliados de la OTAN, dirigidos por los Estados Unidos, contra Irak e igualmente contra Libia y Siria.  Todas estas invasiones y ataques han sido ilegales, por lo que no cuentan con el aval de la ONU.    

   Esto fue lo que sucedió con la invasión española de 1493 en adelante y con la invasión yanqui de 1898 a nuestro país.  Ambas fueron invasiones y guerras ilegales, las que nos han afectado negativamente hasta el día de hoy, y que una fue consecuencia de la otra.  Por este mismo motivo, el Tratado de París de 1898, firmado entre España y los Estados Unidos, es también ilegal.  Existe más de una docena de razones por las que este tratado es ilegal, pero éste no es el lugar para describirlas.  Basta con decir que nada que surja o se establezca como parte de un contrato ilegal adquiere legalidad a través del tiempo.  Y un tratado es equivalente a un contrato, porque el derecho internacional que define lo que es un tratado, parte o se basa en la ley de los contratos.

            Siguiendo este principio, es importante afirmar que el gobierno de España, que nos dominó durante casi 400 años fue ilegal, así como lo es el de los Estados Unidos en la actualidad.  Ambos se basaron y aún se basa, en el caso del estadounidense, en la “Ley de la Fuerza”; o sea, en el mantenimiento de estructuras militares extranjeras para mantenernos sometidos a su hegemonía.  Aun cuando hemos realizado infinidad de actividades para desalojar muchas de sus bases en nuestro territorio, como parte de la lucha de liberación parcial que hemos sostenido durante más de 123 años, todavía no hemos logrado nuestra definitiva liberación nacional. 

            Esta lucha de liberación cumple ya 510 años, desde la rebelión indígena liderada por Agüeybaná el Joven, hasta hoy.  La misma ha pasado por diferentes etapas, en las que se puede resaltar el Grito de Lares del 23 de septiembre de 1868, la Insurrección nacionalista del 30 de octubre de 1950, toda la resistencia armada y las luchas estudiantiles y obreras de las décadas de 1960 en adelante.  También hay que incluir la lucha del pueblo por sacar a la Marina de Guerra de los Estados Unidos de las islas municipios de Culebra y Vieques. Aunque todas estas acciones constituyeron hitos históricos significativos en nuestro devenir como pueblo, y todas ellas son sumatorias de un largo proceso paulatino de liberación, todavía no hemos logrado de forma general alcanzar nuestra definitiva liberación nacional y el fin del colonialismo. 

            En el momento actual se evidencia un gran fraccionamiento en la estructura política colonial resultado de las pasadas elecciones coloniales y de la crisis que vive el País.  En éstas, los dos partidos históricos sufrieron una debacle electoral de la que le será muy cuesta arriba reponerse.  Sobre todo, porque ninguno de los dos tiene alguna propuesta real para acabar con la grave crisis económica que nos ha conducido a una depresión que dura ya más de una década.  Todo lo contrario, ambos han sido los causantes de esa crisis debido a sus políticas neoliberales y de eliminación de los derechos laborales por los que durante tantos años luchó la clase trabajadora boricua.  De modo que, ante la grave crisis en la que estamos sumidos a causa del colonialismo, se hace necesario buscar una salida airosa y urgente a este problema histórico.  Y esa solución no puede darse a través de las propias estructuras coloniales porque éstas fueron creadas por el Imperio Yanqui para perpetuar su dominio sobre nuestro pueblo per saecula saeculorum, es decir, por los siglos de los siglos; y ya llevamos más de uno sometidos a ese régimen oprobioso sin que se haya dado una salida efectiva al mismo.

            Asimismo, también debemos descartar la guerra como medio para lograr nuestra liberación del sistema colonial, ya que ésta ha demostrado, en nuestro caso, a diferencia de otros pueblos, que no ha sido la manera adecuada para alcanzar ese propósito.  Tampoco lo han sido los plebiscitos ni las elecciones coloniales.  Entonces, ¿qué nos queda?  Lo que sí ha demostrado ser efectiva como forma de lucha exitosa contra el Imperio ha sido la resistencia civil pacífica.  La desobediencia civil, aunque ha dado sus frutos, no ha sido la mejor manera de expulsar de aquí a las fuerzas imperialistas.  Solamente ha servido para lograr unas victorias parciales y sumamente mediatizadas como lo fue la lucha contra la Marina de los Estados Unidos en Vieques. 

            Desde este punto de vista, es imperioso tratar de entender que solamente tenemos una alternativa para alcanzar nuestra descolonización y liberación nacional.  Y ésta es la resistencia civil pacífica.  Esta táctica de lucha es mucho más poderosa y efectiva que la desobediencia civil por razones que ya he explicado en otros artículos y que la propia lucha armada.  Quienes tengan interés en saber más sobre este tema pueden acceder a la página de Facebook del Estado Nacional Soberano de Borinken, donde se encuentran los mismos o adquirir mi libro Pequeño manual de resistencia civil pacífica.  El mismo Mahatma Gandhi se dio cuenta, cuando estaba en Suráfrica, que la desobediencia civil era una táctica muy limitada, cuyos efectos eran escasos.  Por este motivo cambió de concepto y adoptó la resistencia civil pacífica como forma principal de lucha contra el Imperio inglés cuando llegó a la India.  Ésta fue la clave del triunfo de la independencia de ese país contra el colonialismo británico.  Y hoy día, apenas 70 años después de su liberación de ese sistema explotador, India es una de las más grandes potencias económicas del planeta. Y no sólo eso, pronto se convertirá, conjuntamente con China, en la segunda mayor potencia en ese aspecto.

            Ante la grave crisis que vive nuestro pueblo, como consecuencia de que el sistema colonial ha colapsado totalmente, se hace urgente que acabemos de enterrarlo para siempre y declaremos cuanto antes nuestra libertad y restauremos lo antes posible totalmente nuestra soberanía, la que ha sido usurpada y desplazada por los Estados Unidos desde el 1898.  De lo contrario, seguiremos hundiéndonos más en la desgracia económica, política, social y moral hasta que se nos haga casi imposible salir de la misma. 

            Por todo lo antes expuesto, el Estado Nacional Soberano de Borinken les propone a todas las fuerzas patrióticas boricuas, y al País en general, que trabajemos conjuntamente en la creación y organización de una Asamblea de Pueblo para la Descolonización de carácter permanente a reunirse una vez por semana frente al Capitolio para comenzar a determinar los pasos a seguir para alcanzar ese gran propósito.  Y de paso, ir generando la capacidad necesaria y suficiente para sustituir al gobierno colonial por uno legítimo, que favorezca los verdaderos intereses de nuestro pueblo y no los del Imperio del Norte.  Porque el colonialismo se creó para explotar a los países sometidos a ese sistema en beneficio exclusivo de las metrópolis imperiales. 

De modo, que lo que corresponde en este momento no es seguir poniendo nuestros esfuerzos en asuntos relativos a la legislatura colonial o al nuevo gobernador asimilista y negador de nuestra identidad nacional, ni en peleas estériles por puestos políticos. Lo que hay que hacer es dar inicio al proceso definitivo de nuestra liberación nacional, el cual sólo puede alcanzarse con la preparación de una estrategia basada en la resistencia civil pacífica que sea capaz de paralizar el País mediante la eventual convocatoria a una Huelga General.  Y esta huelga no debe cesar hasta que liquidemos el sistema colonial que nos oprime y nos explota, incluyendo, desde luego, la salida de la Junta Dictatorial de Control Fiscal y la eliminación de la deuda odiosa.  Esa deuda le corresponde pagarla al gobierno imperialista de los Estados Unidos y no a nosotros.  Por eso, quienes gritan a los cuatro vientos que se audite la deuda, son sólo colonialistas disfrazados de patriotas que todo lo que buscan es legitimar y alargar el actual estatus de subordinación política a los yanquis, con el fin de ver cómo logran alargar la cadena de la opresión y la explotación un tiempo más. 

¡Compatriotas!, ha llagado la hora de la suprema definición: ¡O continuar viviendo como esclavos bajo el coloniaje o declararnos seres libres!  Por esto, la Asamblea del Pueblo para la Descolonización es un asunto de extrema urgencia e imperiosidad.  ¡Adelante! ¡VENCEREMOS!        

[Nota del autor: El libro titulado Pequeño manual de resistencia civil pacífica se encuentra a la venta en la librería de Norberto González en Plaza Las Américas y en Río Piedras y en la Librería La Casita en el Mall de Aguadilla.  También pueden ordenarlo a: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. o llamar al 787-955-3386.  El mismo le será enviado a vuelta de correo].