Idiosincrasia boricua, el Covid-19, y la inoculación de la población envejeciente

Caribe Hoy

La idiosincrasia es el modo de ser característico que distingue a unos de otros.  Esto incluye ideas, comportamientos, forma de pensar, sentir, actuar y rasgos culturales entre otros.  Ósea, la idiosincrasia es el temperamento particular de una persona, cultura o grupo.  El boricua definitivamente tiene una idiosincrasia particular, que está fuertemente arraigada a nuestra naturaleza y cultura.  Por ello la resistencia habida, a pesar de los muchos intentos de nuestros colonos – tanto los españoles como los norteamericanos - para “aculturizarnos” o hacernos más parecidos a sus culturas y peculiaridades particulares.

Es que, al parecer, las mezclas que componen nuestra raza nos han hecho una cultura singular y resiliente.  Aunque a los estudiosos no les queda claro cuál de las influencias raciales, si la española, la indígena o la negra, ha tenido un impacto mayor en los y las puertorriqueños.  Sin duda, no se puede negar que nuestros colonos, tanto los españoles como los estadounidenses, han jugado un papel fundamental en nuestra idiosincrasia. Lo que si es que el temperamento de los puertorriqueños es una mixtura particular de razas y culturas.

Los puertorriqueños hemos sido descritos como un tanto indolentes, sin ambición a comodidades materiales, hospitalarios, generosos, de carácter pacífico, pero valientes de ser necesario y con gran amor a nuestra tierra (Fray Iñigo Abbad).  Se dice que el puertorriqueño padece de incertidumbre, inseguridad y fatalismo, ello originado por la posición geográfica de la isla, al ser blanco de ataques de caribes, franceses, ingleses y holandeses; y receptora de ciclones y huracanes.  También se dice que el puertorriqueño puede ser irrespetuoso y desordenado, esto por la influencia del largo periodo de contrabando que tuvo Puerto Rico con otros países. Estas últimas características, son usadas para demostrar la astucia o ingenio para engañar al gobierno o la malicia para corromperlo (Loida Figueroa Mercado, “Puerto Rico, Cultura y Personalidad”) 

Diría yo, que son estas características de falta de respeto y desorden, o sea de jaibería, las que se han insertado negativamente en la administración pública del país.  Por eso predomina la mentalidad de enriquecerse con el servicio público o con los contratos del gobierno, en vez de servir a un bien común que es el mejoramiento colectivo del país. Esta jaibería boricua nos lleva a que nos miremos siempre con sospecha unos a otros, y nos tildemos de pillos y ladrones, independientemente de las mejores intenciones.

En el asunto de la pandemia y de la administración de pruebas del covid-19 y la vacunación, la experiencia generalizada es que “el que tiene padrino se bautiza”. O sea, que, si uno tiene pala, va a poder hacerse las pruebas y vacunarse con facilidad.  Aquel que no tenga ese padrinazgo va a pasar trabajo y hasta quedar desamparado por el estado. Entiendo que debería ser generalizada la práctica de hacer pruebas gratis del covid-19 a lo largo y ancho de la isla, sin necesidad alguna de referidos médicos.  Al menos así, lo hacen en la Florida, uno de los estados de nuestro colono. Allá hay múltiples lugares rotulados “prueba gratis del covid” donde uno, sin cita ni referido, llega, se registra, hace fila y le hacen la prueba. Así de sencillo y fácil.  Eso sin decir, que los resultados pueden estar disponibles dentro de 20 minutos hasta en 24 horas.

Por otra parte, tenemos el asunto de la vacunación.  Se supone que la población más vulnerable, que incluye a nuestros mayores de 65 años en adelante ya estuviese inoculada.  Pero esto no es así.  Conozco de casos de muchísimos adultos mayores de 70 y 80 plus, que están desesperados y no encuentran cita para vacunarse.  Esto es muy común, irónicamente, para esta población adulta que todavía es independiente y no está recluida en un hogar de ancianos.  Sin embargo, muchos galenos (sí, me refiero a la clase médica) con el pretexto de que son primeros respondedores, han colado a sus cónyuges, padres, hijos, amigos, y demás usando la excusa de que son parte de sus oficinas. También muchos políticos han hecho lo mismo. Eso es parte de lo que se conoce como la jaibería boricua. Esto, le resta oportunidad a la pobalcion de adultos mayores, que ciertamente es tan vulnerable como los primeros respondedores, y mucho más que cualquier político del país.

El gobierno, parece no tener una lógica clara en el proceso de vacunación, y pretende llevar al país a una normalidad ficticia y acelerada. Bajo esta premisa, desatiende a la población de adultos mayores. En vez, de concluir la vacunación de esa población, ordenadamente y sin que tengan que esperar largas horas o estar en la incertidumbre; las escasas dosis de vacunas se dirigen, por ejemplo, a inocular a maestros para abrir las escuelas.  Pero aún no se puede inocular a los estudiantes y los padres no van a poner en riesgo a sus hijos hasta tanto los vacunen.  Por tanto, muchos niños irán al salón escolar hasta tanto concluya el proceso de vacunación colectiva.  Entonces me pregunto ¿qué sentido tiene, en el orden de prioridades, dejar descubiertos a nuestros envejecientes para abrir escuelas? ¿O será que la idiosincrasia boricua del desorden y la jaibería reina en el gobierno?