Marzo, mes de la afrodescendencia boricua [ganada con el grito y el machete]

Historia

Marzo es el mes de la cultura afropuertorriqueña. Es una celebración de afirmación identitaria surgida a raíz de la proclamación de la abolición de uno de los regímenes opresores más crueles de los que se tenga constancia. El 22 de marzo de 1873 liberó a los esclavos negros del látigo, pero no les dio igualdad.

El gobierno español en un intento de modernización, forzado por los aires liberales de la Europa capitalista y los cambios que el enciclopedismo revolucionario impulsaron, decidió que era tiempo de erradicar la opresión generada por la ambición del obsoleto mercantilismo. Fernando VII, tal vez el más inepto de todos los reyes españoles, perdió el imperio con sus políticas absolutistas y su hija Isabel II, quien no fue educada para reinar sino para ser manipulada, sentenciaron la sociedad española al caos, pero antes, la habían enajenado de los aires transformadores que impulsaron el surgimiento de nuevas potencias imperialistas. La Gloriosa, nombre de la revolución española de 1868, dio paso a un breve periodo conocido como el Sexenio Democrático que primero tuvo una monarquía parlamentaria con Amadeo de Saboya (1868-1873) y luego una brevísima republica (1873-1874). Ambos intentos fracasaron, pero nos dejaron el legado de la abolición de la esclavitud.

En fin, la acción emancipadora no solo fue el resultado de un breve periodo de ensoñación democrática y modernista sino de un intento mediocre por evitar el colapso de los restos de la una vez glorioso imperio. La turbulenta sociedad española se desgarraba internamente. Las luchas políticas, los conflictos socioeconómicos y el empobrecimiento cada vez mayor de las arcas gubernamentales buscaban alternativas para detener el inevitable colapso de una sociedad enferma y degradante.

Debe quedar claro que no hubo humanidad en el hecho. Las Cortes españolas buscaron remunerar a los amos esclavistas, pero nunca se contempló la justicia social para los negros. Nadie tuvo en consideración la extrema pobreza en que vivían los esclavos ni mucho menos se reflexionó en indemnizarlos por los años de deshumanización a los que ellos y sus ancestros fueron sometidos.

Desde ese 22 de marzo de 1873 nos han hecho creer que la abolición fue el resultado de los planteamientos de un grupo de hombres blancos, liberales y modernistas. En la ecuación se excluyó totalmente la lucha del negro por su libertad. Se hizo un esfuerzo masivo por proyectar una imagen del negro como sumiso, buena gente, en fin, castrado. A la negra se la presentó como voluptuosa, buena para las tareas del hogar y la reproducción.

Los historiadores obviaron los constantes levantamientos esclavistas desde 1527 hasta el mismo Grito de Lares de 23 de septiembre de 1868. Hubo una confabulación para honrar a los padres blancos del abolicionismo, ignorando que muchos como el Dr. Ramón Emeterio Betances, eran mestizos o descendientes de negros. Se le negó al negro su papel relevante en las luchas patrias y en la formación de lo que llamamos puertorriqueñidad.

La emancipación se logró con machete en mano, no fue un proceso pasivo, se comenzó a gestar desde el primer momento en que los africanos llegaron a nuestras costas, se fugaron de su prisión esclavista y se unieron con los aborígenes en los montes de la Cordillera Central para enfrentar a los europeos. La emancipación fue una lucha que duró más de 350 años, el documento solo ratificó la gesta de grandes hombres y mujeres que vertieron su sangre en el altar de la libertad.

La modernidad y el cuestionable revisionismo histórico debe hacernos repensar la historia, no ocultar los hechos ni erradicar los nombres de los participantes, pero si rescatar del oscurantismo las verdades que nos han querido ocultar.

Por eso en este mes y especialmente en este 22 de marzo en el que se cumplen 148 años de la abolición saca un momento para repensar la negritud y sus contribuciones a la formación de la identidad puertorriqueña.

Como bien dice el insigne escritor y patriota, José Luis González, en su ensayo “El país de cuatro pisos” (González: Ediciones Huracán, 1981; 19) cuando expone sus planteamientos sobre las raíces históricas de la puertorriqueñidad (africana, española, taína), “lo que no es lugar, sino todo lo contrario, es afirmar que, de esas tres raíces, la más importante, por razones económicas y sociales, y en consecuencias culturales, es la africana”.

Por cinco siglos el oficialismo ha negado la grandiosa aportación de los africanos a la cultura nacional. En el siglo XX se hizo un esfuerzo para blanquear la cultura y se trató de cubrir la negritud de nuestra identidad nacional. Esos esfuerzos sumergieron en la penumbra valiosas manifestaciones negras de la identidad puertorriqueña, pero no fueron lo suficientemente fuertes como para acallar los repiques de los panderos ni los toques de los barriles.

En el siglo XXI, los toques de los tambores y los movimientos corporales que los africanos utilizaron para conversar entre ellos a escondidas de los europeos se han apoderado de la identidad puertorriqueña. Nadie habla de la bomba como folclore negro, sino como puertorriqueño. Muchos olvidan que los pasteles, el arroz con gandules, la harina, las viandas y otros elementos de la culinaria boricua son en realidad el legado de la cocina africana. El gusto por la grasa y las frituras, es un legado negro. Cuando hacemos una justa evaluación de las contribuciones de las tres raíces históricas que se integraron para conformar la puertorriqueñidad resulta sorprendente para muchos que aquello que pensamos como europeo es en realidad negro.

Empero, es importante reconocer la negritud en las manifestaciones culturales nacionales porque no podemos olvidar que son símbolos de la victoria de una clase oprimida sobre la opresora. Lo negro ha sabido sobrevivir el desprecio y la minimización de los amos culturales que han manipulado la puertorriqueñidad para ocultar el grifo y lo oscuro de su piel.

Ahora bien, la cultura es un ente vivo en constante evolución y la puertorriqueñidad continúa su proceso, pero sabes que, cuando tus tataranietos hablen del reguetón como folclore, del pavochón como arte culinario tradicional, de los bimblines  y de otras tantas manifestaciones visuales que marcan nuestra sociedad solo estarán reafirmando que África es también madre patria.