El lenguaje inclusivo [ante las limitaciones de la legislatura de P.R.]

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Al sususumucu y sin nada de alboroto la fuerzas represoras de la libertad se re-posicionan en Puerto Rico desde la legislatura.  Lo terrible de esto es que fue el mismo pueblo de Puerto Rico el que las llevó allí. Hoy quiero compartirles un mensaje de esperanza en la voz de Elizabeth Crespo Kebler, quien tiene un doctorado en sociología y es estudiosa de los temas de género, sexualidad, raza, etnicidad y feminismos en Puerto Rico, el Caribe, América Latina y los Estados Unidos de América. Catedrática  y directora del Departamento de Ciencias Sociales en la Universidad de Puerto Rico en Bayamón.

Co-autora con Ana Irma Rivera Lassén del libro Documentos del feminismo en Puerto Rico: Facsímiles de la historia, Vol. 1, 1970-79, publicado por la Editorial Universidad de Puerto Rico en el 2001. Co-editora de Color Hair and Bone: The Persistence of Race into the Twenty-first Century publicado por Bucknell University Press en 2008 y co-editora invitada de Puerto Rican queer sexualities Special issue of Centro: Journal of the Center for Puerto Rican Studies, Primavera 2007. Editó el volumen titulado Cultures, social bonds and dynamics of violence publicado en el 2015 por Inter-Disciplinary Press.​ Entre sus publicaciones más recientes se encuentran La masculinidad y feminidad como espectáculos de violencia, En Transitando ciudad, abandono y violencias, Madeline Román (ed.) 2018, y el ensayo Las “Buenas” Amigas, publicado en Puerto Rican Queer Sexualities, Special Issue of Centro: Journal of the Center for Puerto Rican Studies, 2018.  Ella construye el repositorio digital Documentos de los Feminismos en Puerto Rico, Activismos Nacionales y Globales, 1970- 2010.

En un deslumbrante ensayo “El lenguaje inclusivo como derecho a existir y decir su propio nombre” la Dra. Crespo Kebler elabora el tema.

“El lenguaje permite nombrar y también ocultar la violencia en cada una de sus múltiples manifestaciones. Para hablar sobre estas violencias hemos tenido que exponer las historias individuales y colectivas, así como denunciar las relaciones de poder que las han mantenido ocultas. También nos ha obligado a inventarnos palabras para nombrar los fenómenos políticos, sociales y culturales que producen estas formas de exclusión. La palabra ableism en inglés y capazismo en español, por ejemplo, expresan la conciencia social adquirida a través de las luchas para reconocer la diversidad funcional y el derecho a la educación, al transporte y al uso de los espacios sociales por todas las personas. En Estados Unidos, el reconocimiento de este discrimen se plasmó en una política pública en el 1990 con el Americans with Disabilities Act, casi tres décadas después de la Ley de Derechos Civiles de 1964 en contra del discrimen por raza, color u origen nacional.

Para nombrar la violencia racista es importante visibilizar palabras ofensivas que usamos a diario, tal vez sin darnos cuenta de que lo son. La palabra denigrar, por ejemplo, reproduce la idea de que la negritud es algo negativo, o que ofende. Por ello, hay que escoger otra palabra, degradar. Es importante crear consciencia de las palabras que asocian a las personas negras con la promiscuidad, la inmoralidad, la potencia sexual, el abandono, la criminalidad, la fealdad y lo exótico. El texto de Isabelo Zenón, Narciso Descubre su Trasero, es lectura obligada para entender éstas y otras manifestaciones del racismo en el lenguaje.

Nombrar la violencia exige cambios en el lenguaje y el reconocimiento de que expresa supuestos culturales que se asumen neutrales e incuestionables. Uno de estos es ver el mundo a través de la experiencia masculina que se presenta como la única relevante. Lo llamamos androcentrismo. El idioma español presenta unos retos formidables a este imperativo pues tiene dos géneros gramaticales, masculino y femenino. Al género masculino se le asigna la función de neutro y el femenino es lo otro que está incluido sin que se reconozca aparte. Esto hace muy fácil reproducir a través del lenguaje la exclusión de personas y grupos como las mujeres y las personas no binarias. La Constitución de Puerto Rico es ejemplo del lenguaje androcéntrico cuando prohíbe el discrimen por sexo, pero afirma que “todos los hombres son iguales ante la Ley”.

A pesar de que la ciencia no puede identificar una medida biológica única que ubica a cada persona en una de dos categorías, varón o hembra, a través de la historia hemos inventado reglas para administrar y esconder la diversidad sexual biológica y el deseo erótico que no se conforma a ciertos preceptos religiosos y morales. Hoy, una generación de jóvenes se rebela contra la presunción de que solo hay dos sexos biológicos y contra las expectativas de comportamientos que responden a ese binario. Exigen definirse fuera de los parámetros de la masculinidad y la feminidad y, por lo tanto, nos piden no asumir que su nombre, su vestimenta, su comportamiento ni sus intereses corresponden a los patrones normativos. Su expresión de género puede ser femenina, masculina o andrógina y por ende se identifican ante sí y ante el mundo como el, ella, elle o elles. Algunas personas trans se identifican en una manera binaria, pero otras se refieren a sí mismas como género fluido o no binario. Nuestros nombres y pronombres nos presentan ante el mundo. Optar por ignorarlos implica que las personas intersexuales, transgénero, no binarias, no conformes, no existen o no deberían existir.

Ante los crímenes de odio y las violaciones de derechos humanos de los grupos que reclaman el derecho a tener derechos y a que no haya amor que no pueda decir su propio nombre, ante la invisibilización y criminalización de esta diversidad, es imperativo usar un lenguaje inclusivo.”  A ella, el reconocimiento de todas y todos las/os invisibles que luchamos por nuestros derechos a ser vistos.