El duelo y la memoria [ante la muerte de Carlos Romero Barceló]

Cultura

(San Juan, 10:00 a.m.) Me parece que los 30 días de luto, por la muerte del exgobernador, que ha ordenado el incumbente Pedro Pierluisi Urrutia; deben ser para reflexionar sobre quién fue ese personaje tan polémico. Puede que haya otros adjetivos más descriptivos, pero prefiero tragármelos con rabia pueblerina, con indignación de cerro violentado, con el asco que me causa la canallesca maravilla de los que traficaron con la muerte. 

La cualidad más ácida, del invocado, era el odio hacia los independentistas y a nuestra nacionalidad. Hay ejemplos de sobra. Su rabieta de pitiyanqui y el abucheo recibido en los Juegos Panamericanos (1979); por oponerse al uso exclusivo de nuestro himno y nuestra bandera, los altercados de guapetón de barra en los debates televisivos y su negativa a la participación de periodistas del periódico Claridad en sus conferencias de prensa. Hay que decir y escribir la verdad aunque les dé calambre a los cobardes.

Fue todo un “tiranozuelo” de impronta caribeña. Me imagino que en esos treinta días, los elogios estarán a nivel de pandemia. Candidato a prócer de calendario dirán algunos. Su nombre se debe usar para bautizar un edificio emblemático dirán los más circunspectos. La verborrea ensordecedora, de la “intelectualidad” inoficiosa, la espero con ansias de oidor insomne. 

Tenemos que ajustar cuenta con el discurso oficial; porque los crímenes políticos no tienen perdón ni olvido. Acuérdense que los ojos de Carlos Enrique Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado Torres nunca se han cerrado, acuérdense que su luz sigue corroyendo la mentira de la historia. Acuérdense de aquellos bárbaros de la “misión cumplida”. Que así sea.