La joven de la laguna

Caribe Imaginado

–Tía, ¿por qué me traes a este puente?, pregunta la nieta. –Porque te quiero contar un cuento triste: Existió una vez una jovencita que amaba a los animales, en especial, a los perros a los que bañaba, recortaba y mimaba en su trabajo como especialista de belleza canina. Ella creció y se hizo adolescente. Veía películas de príncipes engreídos, princesas más o menos bobas, y escuchaba en los bailes música de letra agresiva; además de unas creencias generalizadas de que las mujeres debían seguir a los hombres. Y no faltaban nunca las telenovelas trágicas, las turcas con mujeres sufridas y descontroladas, las de narcos famosos y sus mujeres que solo están pendientes a su amor o su dinero.

A las jóvenes, tal vez, nunca les dijeron, que cuando un príncipe fuera en verdad bueno, no les iba a hablar con palabras malas, no les gritaría, no las empujaría, no les pegaría, no les quitará ni exigiría cosas, ni su dinero. Tampoco les dijeron que las alejarían de la gente que las quería, que no las compararía con otras chicas, ni las celarían, ni les diría cómo vestirse para verse como a él le gusta.

En fin, quizás no les advirtieron que las forzarían a hacer cosas que las perjudicaban, y que se burlarían de ellas.

Algunas malas personas, después de maltratar a su pareja, piden perdón y juran, con lágrimas en sus ojos, que no lo volverán a hacer . Entonces, si tú vuelves y, cada vez, se porta peor, te dirá, que es por tu culpa. Y no es cierto.

Déjalo, cuéntaselo a alguien de tu confianza a la primera que te haga y no lo vuelvas a ver.

No pierdas tu tiempo, tu alegría, ni mucho menos tu vida, tal cual le sucedió a la jovencita que amaba a los animales y que su novio la arrojó a la laguna para que se muriera allí; porque nunca la amó de verdad con respeto, ni con sinceridad, ni admiración.