La libertad

Voces Emergentes

¿Somos iguales? Esa es la pregunta que se hacen muchos dentro de esta sociedad. ¿Es el patriarcado el que manda? ¿Hombres y mujeres tenemos el mismo derecho? ¿Nos ven con los mismos ojos? ¿Estas interrogantes, tienen contestación? En ocasiones escuchamos los noticieros y vemos lo que ocurre. ¿Y que tal de las mujeres que sufrimos en silencio? ¿O ustedes creen que todo es fácil?

Me acuerdo, hace muchos veranos atrás, conocí a un joven. Súper buena persona y nos llevábamos muy bien. Siempre pensé que ese era el hombre de mi vida.  El destino nos jugó una gran trampa y nos separó. Nunca lo volví a ver. Aún imaginaba sus delicadas manos tocándome. Su gran sonrisa sus labios junto a los míos. Su cabellera la que yo acariciaba a plenitud.

Como toda mujer buscando un mejor futuro, me fui estudiar. Allí conocí varias personas, entre ellos varios compañeros de estudio. Uno era medio extraño, pero era muy buena persona.

Su concepto de hombre y mujer era otra historia. En una ocasión me agredió físicamente. Me violó y juró matarme si decía algo. Traté de salir corriendo, pero aparecía en todos lados. Una vez fui a casa de mi madre y allí estaba él contándole una historia de como yo lo maltrataba. Mi madre me regañó.

El castigo continuó, y no sabía a donde recurrir. Fui a la policía y el agente me dijo, que dejara de usar escotes y faldas cortas y así eso se acaba, luego de echar una sonrisa sarcástica.

¿Era mi forma de vestir lo que ocasionaba mis problemas? ¿Eran las mentes enfermas?

Me cuestioné mi vida. ¿Qué más podría esperar?

Quedé embarazada en una de sus violaciones. Se lo confesé llena de emoción. Su reacción fue una paliza tan grande que aborte.

¿Qué más podía hacer? El sistema apoya a personas así.

Se lo comenté a mi madre, y me dijo que me lo merecía.

Me alejé, me alejé de todo. Me dedique a estudiar. Tenía mi autoestima baja.

No encontraba apoyo de nadie.

¿Qué podía hacer una mujer sola en un mundo patriarcal? El hombre entre más mujeres, más hombre. La mujer entre más machos, más puta. Así es el sistema. Nadie hace nada para cambiarlo.

Pasaron varios años y conocí a otro hombre. No era muy apuesto, pero me trataba muy bien. Nos fuimos conociendo poco a poco.

Le confesé mi desconfianza en el sexo opuesto.

- “No todos somos así.” – fue su contestación.

Era una persona de buena familia, trabajador, de descendencia de próceres. De los que viene del llamado “old money”.

Al cabo de un tiempo nos casamos.

Nos fuimos a vivir a una casa de su familia. Lo primero que me señaló es que no podía trabajar, que él como hombre me iba a mantener.

Le comenté que no. Que a mí me gustaba trabajar y aportar al hogar.

- “Ninguna mujer mía va a trabajar. Eso es para las putas que se las pegan a los maridos.”- me gritó. 

Nunca había reaccionado así. Me sorprendió. 

Me quedé callada como siempre. No tenía a quien llamar.

Ya estaba embarazada. Para mí fue una felicidad. Él solo decía que quería un macho.

Al cabo de nueve meses di a luz una hermosa niña. La luz de mis ojos.

Mi marido comenzó a llegar súper tarde los viernes, con olor a alcohol y cigarrillo.

El mundo me aislaba y yo me asilaba del mundo. Concentré mis energías en criar a mi hija.

Un año más tarde volví a quedar embarazada. Otra niña al mundo. Prácticamente me quedé sola en mi casa criando a las nenas. Solo existía para criar, cocinar y lavar la ropa.

Los viernes cuando mi esposo llegaba borracho, me sentía violada. Le tenía asco a ese ser humano. Se vendió como una persona y resultó ser un monstruo.

Una vez llamé a mi mamá para contarle.

- “Si te casaste, aguanta. Para eso somos mujeres.”- fue su consejo.

Seguían las violaciones todos los viernes. Luego las salidas con otras mujeres, las que ya no disimulaba.

Una vez me llené de valor, y lo enfrenté. Lo que conseguí fue que me agrediera frente las nenas que aun eran pequeñas. Ellas gritaban de terror al ver a ese ser que decía llamarse su padre.

Le pedí el divorcio.

- “Mira ver si consigues un abogado que te represente. Todos son amigos míos. Además, no te pagaré una pensión para que te vayas a disfrutarla con un negro por ahí.” - dijo riendo.

En una ocasión, caminado con mi mente en otro mundo me pegaron un grito. Un destello del pasado brilló dentro de mí. Una alegría única. Mi verdadero amor. Lo volví a encontrar. Hablamos de la vida. Escuchamos música juntos. Detalles que ni el dinero, ni la clase social podrían comprar.

Continuamos saliendo. Me sentía mal engañando a mi esposo. Como quiera él no me quería. Yo quería abandonar la casa, pero ¿y mis hijas? No las podía dejar con ese reflejo de hombre.

No podía ocultar el amor que sentía hacia esa otra persona. Me entendía, me escuchaba, nos reíamos juntos. Yo solo quería tranquilidad en mi vida. Ser comprendida.

Nos llamábamos en la mañana, cuando mi esposo no estaba. Hablamos por horas.

Nos enviamos mensajes de amor por el celular.

Llegaba el viernes. Para mí era una tortura. Sentir a ese hombre castigándome y violándome. Me dejaba marcada por todos lados.

Mi amigo me dijo que quería hablar con él. Comprendía el abuso que tenían hacia mí.

Un día, deje mi celular. El señor que vivía conmigo leyó los mensajes. Fuego le salía por los ojos. Hasta que me dijo que también tenía una pareja. Pero, que como hombre él tenía el derecho. Que era quien llevaba el dinero a la casa.  Que yo era una puta, un cuero. Me brincó y me violó nuevamente. Esta vez me azotó en todas partes del cuerpo.

Negras marcas eran mis nuevos adornos.

Terminé en el hospital. Mis propias hijas me decían que lo dejara. En el hospital él dijo que todo fue una caída. La cara de los doctores decía lo contrario. El hospital era de un buen amigo.

Volví a la casa. A mi verdadero amor lo arrestaron por posesión de drogas. Un caso inventado. En la cárcel le dieron una paliza. Me lo dijo el monstruo lleno de gracia, con un disfrute enorme.

Los tentáculos de este ser llegaban a donde fueran.

Llego el maldito viernes, día oficial de la violación.

Esta ocasión me le enfrenté.

Le dije que no aguantaba sus asquerosidades. Que quería el divorcio y que me iba de la casa en ese momento.

De repente me empujó y me golpeó. Luego sentí como me penetraba con toda su fuerza. Un gusto muy peculiar, se lo gozaba se lo vi en su rostro. Se masturbaba con odio. Me apretaba cada vez más.

Cada vez la penetración era más fría. Sentí una eyaculación caliente y roja en mi espalda. Yo estaba llegando a un gran orgasmo que no podía entender. Era un placer inexplicable.

Me estaba quedando dormida, mientras sentía todo su rojo semen sobre mi cuerpo.

Me iba poco a poco. Cerré mis ojos y puse mi mente en tiempos mejores. Espero se acuerde mí.

Gano el patriarcado.

Al fin descanso.