Hola, hola, hola [Luma no responde]

Política

(San Juan, 10:00 .am.) Llevo tres días sin electricidad. Hice mil malabares para comunicarme con Luma Energy, pero todo fue infructuoso. No contestaban el teléfono ni me permitían reportar la avería por internet. Para completar, el inversor se sobrecargó y solo le da electricidad a la mitad de la casa, lo que requirió una llamada a un electricista.

Gracias a la intervención de un amigo muy querido en Texas, logro comunicación con Luma (aquello del que no tiene padrino no se bautiza sigue tan válido hoy como hace 100 años). Una jovencita simpática se comunica conmigo, me da un número de querella, pero me indica que desconoce cuándo la cuestión (avería) será atendida. Parezco fumarola.

En eso llega mi hijo mayor. Viene con gasolina para el inversor, maíz para las aves que alimento y noticias sobre otros 33,000 abonados en las mismas circunstancias. Lo irónico del caso es que los vácanos de Luma (estadounidenses, canadienses y sus empleados) desconocen la razón para la falta de servicio.

Soy muy calmado, pero mi paciencia tiene límites. En todos los años en que fui abonado de la agonizante Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) nunca pasé más de tres horas sin servicio eléctrico. Pasé las penurias de todos cuando los huracanes, los terremotos y los colapsos de las plantas generadoras, pero toda avería era atendida con celeridad. Es más, siempre existió una comunicación abierta con los empleados cada vez que llamaba para darle seguimiento a una querella (ahora la oronda señorita me dice que no sabe cuándo, ni cómo, pero que soy un valioso cliente).

En fin, que si regresa Lucecita la de Luma podré gritar ¡MILAGRO! Tal vez beatifiquen a los chanchulleros que firmaron el contrato y a los que lo avalan, algo así como un grupo de defensores de la fe.

No tengo muchas alternativas. El gobierno suplantó un monopolio público local por uno privado y extranjero al que se le pagarán miles de millones de dólares. Por cierto, conociendo las cosas de esta colonia con medio milenio a cuestas, no dudo que algunas decenas de amiguetes verán crecer sus cuentas bancarias con el contratito.

La Junta de Supervisión Fiscal avaló el contrato. Me pregunto, ¿qué pasó con las leyes antimonopolio federales? ¿Quién defenderá a los abonados? ¿Por qué permitimos este abuso?

Existen múltiples opiniones sobre la AEE y Luma. Unos esperaban ansiosos la privatización de la Autoridad. Otros se mostraban recelosos y unos más se oponían a la transacción.

Una de mis vecinas gritaba con locura, “¡Fuera la UTIER!” Esta mañana me dijo, “¡Maldita sea Luma! Esto nunca me pasó con la Autoridad”.

El gobierno colonial, corrupto y mediocre, demonizó a los empleados de la UTIER. Las focas amaestradas y los fanáticos descerebrados, que siguen ciegamente a los partidos dominantes, les creen a sus líderes, no cuestionan y dan por bueno cada uno de sus actos truculentos.

Nunca escuché que culparan a los que toman las decisiones, a los que administraban el dinero y se robaron hasta los clavos de la cruz. Menos aún, he escuchado a la gran mayoría desenmascarar al gobierno, el principal deudor de la AEE, por llevar al monopolio público a la quiebra.

¿Dónde están las voces disidentes en el Partido Nuevo Progresista (PNP)? ¿Quién cuestiona a Luis Fortuño sobre el endeudamiento de la Autoridad y por qué no se llevaron a cabo las reparaciones prometidas? Tampoco se salvan los populares. Nunca he escuchado a los militantes del Partido Popular Democrático (PPD) cuestionar a Alejandro García Padilla y a su asesora estadounidense que se llevó varios miles de pesos por no hacer nada. A esto debemos añadir, ¿quién cuestiona a Ricardito del depuesto, a Wandita la chanchullera y a Pedrito el breve y servil?

La gran mayoría de los puertorriqueños guardan silencio ante los desmadres de los gobernantes y sus acólitos. Como bien reza el dicho, el que calla otorga. Estos abusos se llevan a cabo con el consentimiento de la mayoría silente que es incapaz de cuestionar las malas decisiones de sus líderes. Por eso es que la clase política se sirve con la cuchara grande y patea a los electores. Sufrimos del síndrome del maltrato. Aceptamos golpes y damos las gracias.

¿Despertaremos? ¿Nos libraremos del látigo? No sé.  A través de mi vida he visto como seguimos afianzados al mismo patrón de aceptación y maltrato. Somos capaces de engañarnos, aceptar por cierto mentiras y hacernos pajas mentales. Tal vez es nuestra historia colonial encontremos una respuesta.

Veamos dos ejemplos claros. A pesar de que desde 1900 Estados Unidos ha mantenido la misma postura en cuanto al estatus territorial, somos propiedad, pero no somos parte, nosotros nos dedicamos a soñar con pajaritos preñados. Para los creyentes en la estadidad, esta llega ahora o en el cuatrienio. Gastan millones en el mismo cuento, a pesar que como dijo Donald Trump, desde la óptica estadounidense, si quieres vivir bajo la estadidad múdate a uno de los 50 estados.

Por otro lado, los estadolibristas sueñan con un Estado Libre Asociado (ELA) culminado. Entiendo su sueño porque la migaja más grande de la metrópoli ha sido un estatus colonial glorificado, el ELA. Regresé a Puerto Rico y escuché el cuento de la soberanía. No sé de donde lo sacaron porque aprendí en la escuela que éramos una colonia. Empero, Washington ha sido claro, es lo que tienen si no independencia.

El pie forzado de la política solo me lleva a unirme a los que no creen en un cambio milagrero en el estatus ni en el grandioso monopolio eléctrico privado, Luma. Los accionistas de Luma han recibido millones y son incapaces de hacer un trabajo digno. Viven como reyes y les dan patadas a sus abonados. En fin, Luma y el servilismo, cambiar un monopolio nuestro por uno imperial parece ser parte de la normativa. Nos corroe la inferioridad, el servilismo y el amor al maltrato.

Me niego a ser maltrato. No me doblego, ni acepto cambiar chinas por botellas. No avalo mentiras ni sigo a líderes con pies de barro. Haré mi batalla solo, aunque eso implique quedarme sin servicio eléctrico per saecula saeculorum.

¡Basta de abusos!