Doña Consuelo, 32 años después de su partida [luchadora por la independencia]

Justicia Social

Hoy hace 32 años de la muerte de Doña Consuelo Lee Tapia de Corretjer, extraordinaria mujer que fue la amantísima esposa y compañera de luchas de Don Juan Antonio Corretjer y nieta del gran escritor Alejandro Tapia.

Como ellos no salían de noche no pudieron ir a Tetuán 20 en el Viejo San Juan a ver “Benedetti censurado”, recital al que los habíamos invitado así que decidimos llevarles el recital a su casa de Guaynabo.

Américo (Boschetti) aprovechó la ocasión para grabar el recital. Comenzó la grabación diciendo “Nos encontramos en la casa de Don Juan Antonio Corretjer …” pero fue interrumpido por la voz de Doña Consuelo que dijo: “Y mía, que Juan no vive solo”.

En 1977 Doña Consuelo publicó “Con un hombro menos” que recoge 48 poemas suyos, datos biográficos y fotos de diversos momentos de su vida, entre ellas una en que está con Julia de Burgos en Nueva York en 1944 y otra en que ella y Don Juan aparecen con Pablo Neruda en 1943 en la inauguración del semanario Pueblos hispanos que Don Juan dirigía y Doña Consuelo administraba.

Este es el poema que da título al poemario, “Con un hombro menos”, escrito el 20 de septiembre de 1973.

“No habrá un minuto de silencio cuando yo muera,

ni una nube cruzará frente al sol,

ni dejará la luna de embellecer la tierra.

Ni una lágrima de pena cuando yo muera.

No, no podrá haber silencio

Al obscurecerse el sol,

ni la tierra con resplandor bajo

la plateada luna,

ni lágrimas de pena.

Porque…

el día que yo nací

hubo un gran alborozo

en mi casa y en la ajena.

Así me lo aseguraron mis mayores.

Hasta mi nombre fue elegido

para enterrar una pena.

El sol colándose por la celosia

deslumbraba mis recién nacidos ojos de alegría

Y esa noche la luna sonreía

con su sonrisa amplia y vacía

Y las lágrimas se secaron en los más tristes ojos.

Así,

que cuando yo muera

la vida seguirá su tremenda algarabía

de coquíes, de niños llenos de alegría

que es la vida misma.

Donde me entierren, los coquíes

cantarán contentos sobre mi tumba.

Ya en el cementerio sus solitarios muertos

se sentirán menos solos.

El sol brillará más intenso

para que sobre mi tumba un árbol crezca

Y esa noche la luna vendrá a saludarme

Como tantas otras en mí ya larga y ardua jornada,

y recordaré que jamás de mi lado

ni siquiera en la cárcel se ha alejado.

Las lágrimas estarán secas

en los ojos de los sufridos

porque no podrán caer hasta que sean de alegría

por la felicidad de todos

que ahora en mi ausencia

tendrán que seguir llevando su carga

con un hombro menos.