La semiótica colonial

Política

(San Juan, 12:00 p.m.) Algunos no se cansan del colonialismo. Ahora lo quieren sin cláusula territorial. Recibí la invitación de un nuevo embeleco llamado Frente Puertorriqueñista, con escudo y todo tipo de señas emblemáticas. Los principales actores son Luis Toro Goyco, el ex congresista Luis Gutiérrez, el exgobernador Aníbal Acevedo Vilá, y otros nombres que no quiero mencionar porque me dan pena. El motivo principal para crear esta agrupación o la razón principal es que se “resuelva definitivamente su estatus político con alternativas fuera de la cláusula territorial de la constitución de Estados Unidos, oponernos a la estadidad como opción descolonizadora y respaldar el proyecto de autodeterminación presentado por las congresistas Nydia Velázquez, Alexandria Ocasio Cortez en la Cámara y Bob Menéndez en el Senado del Congreso de Estados Unidos”.
Como pueden ver hay dos componentes que no quieren; primero la cláusula territorial y tampoco la estadidad o la integración que no necesariamente son lo mismo. Una cosa es entrar como estado y otra como territorio incorporado. No dicen la verdad cuando respaldan el proyecto de Velázquez y Menéndez. Es más, se contradicen porque pretenden unir a los puertorriqueñitas en contra de la puertorriqueñidad. 
Yo invito a leer y a discutir a todos los puertorriqueños esos 6 principios que estos puertorriqueñitas dicen defender. Vean el discurso velado que oculta otras intenciones en esos 6 principios. Que se pregunten por que el primer principio no se une al sexto o como es que el segundo principio define la descolonización como el quedar fuera de la cláusula territorial. No tener presente la larga historia de incumplimiento de promesas y tratados con a tantas naciones o pueblos desde las trece colonias hasta el presente por Estados Unidos, es impermisible y es más un acto de complicidad con los intereses oscuros del partido demócrata. 
Ese proyecto, y el de Jennifer con los profesores de derecho constitucional que la respaldan, son proyectos de integración o incorporación. Vamos a resumirlo de esta manera, para no perdernos en vericuetos de procesos inocuos y estériles, aunque sean altisonantes y deslumbrantes. Si esto empieza en el congreso norteamericano y termina en el congreso norteamericano es una ley federal que otro congreso puede derogar o modificar. El que diga otra cosa miente. Si no se exige que se cumpla con el derecho internacional, no tenemos el auxilio de miembros de esa comunidad para poner presión.  Además, diluimos todo esfuerzo anticolonial, que primero se afirma en que somos un pueblo distinto, el de Puerto Rico, a cambio de conseguir otra etiqueta colonial que se llamaría “no territorial” y segundo, perdemos nuestro espacio territorial que es algo que ellos, por su parte, ya así lo han reconocido en su jurisprudencia y las leyes de su congreso.
¿Qué pretenden los demócratas con empujar ambos proyectos? Los demócratas andan en la de buscar apoyos en la política de identidades y en grupos étnicos minoritarios para contrarrestar el fuerte respaldo de grandes mayorías blancas que poseen los republicanos y en especial con los trabajadores empobrecidos y los pequeños comerciantes. Para estos blancos los demócratas no los representan y para los líderes demócratas estos blancos son los que Hillary Clinton llamó “los deplorables”. Por eso a los demócratas se les ocurre identificarse con los demás grupos, pero no para reivindicarlos en sus problemas más apremiantes que son la salud, salario mínimo y acceso a la educación. Ahora bien, en todo aquello que sea cosmético, y no incomode a sus grandes benefactores, procuran utilizarlo para ganar simpatías con esos grupos que van creciendo, y junto a la minoría blanca liberal cosmopolita, sirven para consolidar una base de votos y puestos electivos. Aquí es donde más de uno ya ha expresado la conveniencia de empujar la anexión de Puerto Rico o de hacer del Distrito Federal un estado para nivelar la desventaja estructural de votos en el Senado Federal que tienen los demócratas.
Si bien es cierto que ello no sería bien visto por ser muy peligroso, no es menos cierto que puede ser una amenaza creíble contra los republicanos para irlos distanciando y reduciendo en valor para esas minorías que son muy importantes en votos. Si los republicanos se opusieran estarían a la defensiva en ese asunto y ante los medios que dominan los demócratas. Se verían como enemigos de los latinos y otros grupos minoritarios. Yo he seguido lo poco que se comenta de este asunto en medios norteamericanos, pero, los que comentan sobre estos proyectos, eso es lo que entienden es lo que buscan los demócratas. Ya les advirtió Don Pedro, que sería una propuesta difícil de aceptar por los norteamericanos que sean unos puertorriqueños, un pueblo distinto, los que tengan el poder de decidir sobre los más delicados asuntos domésticos y los de política exterior estadounidense. No es lo mismo cuando un puertorriqueño defiende los constituyentes de Nueva York o Illinois a cuando defiende los intereses de los descendientes de Peyo Mercé o Tello Gracia.
Por otro lado, vea que el congresista que preside la comisión sobre el proyecto de estatus, el “Grijaiba”, busca pasar una resolución que ponga fin a la jurisprudencia de los casos Insulares. Entre otras cosas, esos casos establecen que Puerto Rico sea tratado como una pertenencia (a belonging). Más aún, como destacaba el Licenciado Juan Santiago (que falta hace), reconocen que somos un pueblo y así lo establecen el acta Foraker, la Ley Jones y la Ley 600 y como dice la seudo constitución, en su Artículo IX sección 5 que la expresión ciudadanos del estado libre asociado sustituirá la expresión de ciudadano de Puerto Rico vigente hasta ese momento. El Grijaiba nos quiere quitar la ciudadanía boricua porque con esa derogación se propicia la incorporación y en lugar de permitirnos ser un pueblo intervenido que puede acceder a su independencia, sin necesidad de hacer una secesión, estaríamos puestos en la obligación a reconocer que no son ellos solo los dueños del territorio, sino de que no es nuestro y por tanto ocupamos su tierra. En pocas palabras, perderíamos nuestra condición de pueblo con su territorio para propósitos jurídico-político. Este frente puertorriqueñista no se opone a esa patraña porque Acevedo Vila sabe bien que esa acción conculca todo lo que nos queda de puertorriqueños y él no es capaz de gritar contra ese despojo de nuestra identidad. Él sabe bien que no se cura al enfermo que puede perder la vida quitándosela. ¡Hipócrita!
La cláusula territorial propicia el apartheid para que se nos dé un trato distinto según esa jurisprudencia y en la legislación como fue la exclusión de la ley de quiebra y la creación de la Junta de Control Fiscal, que precisamente invoca esa disposición, que los faculta en ley para disponer lo que quieran sin que importe nuestro consentimiento. Ahí está el récord judicial que avala los poderes omnímodos para despojar al gobierno colonial de Puerto Rico de sus riquezas y el fruto de nuestras contribuciones. Aquí tampoco Aníbal y sus puertorriqueñistas se expresan en contra. Si para algo sirven esos congresistas y senadores norteamericanos sería para quitarnos ese garrote de encima. Pero para quitarnos la puertorriqueñidad, y el territorio a Puerto Rico, los del Frente Puertorriqueñista si se prestan.
Esa cláusula territorial es un remanente de las instituciones monárquicas que se incorporan por conveniencia en su vieja constitución. Esa es la categoría de los territorios pertenecientes a la Corona (por eso los burócratas norteamericanos usan mucho la expresión “jewel of the Crown” para referirse a Puerto Rico) es un capricho de aquellos terratenientes que fundaron la república que la querían mantener para poder administrar los territorios que sabían que iban a quitarle a los pueblos originarios. Ellos tenían las mismas malas costumbres de los imperios europeos. Esa vieja constitución no tenía ni la carta de los derechos que tuvieron que añadir por enmienda para poder conseguir los votos para aprobarla con los pocos que tenían derecho al voto entonces. Por eso al derecho de libre expresión le llaman la primera enmienda y así sucesivamente. También por eso esa vieja constitución sigue siendo la que regula las elecciones presidenciales y limita el derecho del votante a elegir directamente al presidente. Aun así, esa cláusula territorial nos convierte en distintos como a los pueblos originarios y permite que tengamos, aunque limitada y sin que se entienda esto como una defensa de la ofensa, nuestra ciudadanía puertorriqueña porque no querían que se entendiese que éramos norteamericanos. Solo nos mantenían como sus súbditos hasta ahora que esa categoría les ofende en su prurito civilista o por pura conveniencia político-partidista.
Por último, quiero decirle a los que verdaderamente creen en la estadidad o la libre asociación que solo desde la independencia se puede acceder a esa posibilidad sin que resulte, si es rechazada por parte del Congreso, el que regresemos a la condición colonial. Esa es la verdadera ficha de tranque colonial, la que le obliga al imperio reconocer que, de no admitir la solicitud de integración o la libre asociación, nos dejan libres e independientes. Si todos nos asumimos puertorriqueños entonces debemos de considerar exigir la solución más radical al colonialismo que incluye la condición de inferioridad política y al apartheid político. Es la condición de indefensión en la colonia la que nos mantiene en esta crisis material y espiritual colectiva. La colonia nos afecta a todos porque nos estanca, nos empobrece y nos entristece.
No hay porque unirse en esos 6 principios inocuos que solo debe tener uno a saber. Que se reconozca que el pueblo de Puerto Rico tiene derecho a la autodeterminación e independencia y desde ahí podemos hacer el resto solitos. Así que no me inviten “a tanta mierda” (gracias, Silvio Rodríguez). Pero me pueden invitar a apoyar un proyecto para la descolonización de Puerto Rico y no a meramente sacarnos de una cláusula territorial. La descolonización es el acto ético supremo porque afirma el valor de nuestra vida como pueblo y como personas.
Quién lo diría. Aníbal Acevedo Vila ha logrado unir al independentismo y, además, ha logrado conseguir que lo respalden. No se puede despreciar el poder de la semiótica en la comunicación de masas. Decirlo, parece absurdo, y pensarlo, una pesadilla. Pero ahí están las firmas, las declaraciones de organizaciones y las propuestas para reuniones y actividades de masas. ¿Quién más falta?
¿Cómo lo logró? Es un verdadero prodigio, todo un ilusionista de símbolos. Por eso es por lo que yo seré, quizás, el último independentista que no se convence y no respalda a Aníbal Acevedo Vila. No faltarán los que piensen que me falta un tornillo, que soy un terco o me gusta la sinrazón o yo soy ese “tal Tarres”. Lo cierto es que yo no me trago el miedo a la estadidad o la búsqueda de “alternativas no territoriales” o quedar fuera de la “Clausula Territorial”. Pero Aníbal ha logrado crear una coalición de la mayoría de los independentistas junto con otros puertorriqueños insatisfechos que pululan en los limbos de la política. Les ha ofrecido la ruta del congreso de la mano de esa estrella del pop de la política progresista demócrata, ¡Alejandra Ocasio Cortés!!! Ese mantra colonial es el Frente Puertorriqueñista.
Yo sé cómo lo logró. Se apoyó en la comunicación de signos que nos unen en la aversión, o sea pura semiótica. La semiótica es una teoría sobre signos en la comunicación. Como disciplina, la semiología se encarga de los estudios vinculados al estudio de los signos a nivel general, tanto lingüísticos como los que nos rodean en lo urbano o en la naturaleza. O sea, se puede saber que significan para la mayoría, como reaccionamos, en que pensamos y cómo los asociamos. Aquí, hasta los más listos, o los más independentistas, también tienen su talón de Aquiles. Sencillamente saben cómo reaccionamos a ciertos símbolos o signos. Como si estuviéramos ante un PARE o una luz roja.
Por años los estadolibristas apoyados en sus expertos en comunicación de masas, como las firmas de publicidad, desarrollaron y difundieron la idea de que el enemigo de los puertorriqueños era la estadidad. De ahí se aprovechan de ideas que los independentistas han usado, como “la estadidad es la culminación de la colonia” y otras imágenes como la pérdida de nuestra identidad, de nuestra lengua, así como de nuestra cultura y tradiciones. La ruina total de todo lo que nos define, el fin de la personalidad en el deporte y las reinas de belleza. Entre el miedo a la estadidad (anexión o integración) y el “cuco” hay poca diferencia.
A fin de cuentas, todo esto del Frente Puertorriqueñista es parte de una estrategia política del partido demócrata para atraer votos de la comunidad latina. Fíjense, que se han aprobado casi 40 resoluciones en el Comité de los 24 de las Naciones Unidas solicitando que se permita la libre autodeterminación del Pueblo de Puerto Rico y ahora es que los demócratas van a cumplir esa meta, pero mediante una ley Congresional. Claro, ellos son respetuosos de los valores del liberalismo, de hacer justicia con equidad y respetar los derechos humanos. Si Pepe, dijese Yeya, mi mama. Si hay algún indicio claro del incumplimiento con el derecho internacional es precisamente ese, el reservarse ellos la determinación de cuáles serán las alternativas y la aprobación final y bajo cuales condiciones. Nada más lejos del derecho internacional y en total desprecio del derecho de ocupación.
Por ejemplo, una de las normas principales de ese derecho de ocupación señala que la potencia ocupante debe respetar las leyes vigentes en el territorio ocupado, a menos de que constituyan una amenaza a su seguridad o sean un impedimento a la aplicación del derecho internacional de la ocupación. Cuando uno mira la facultad que tiene la Junta de Control Fiscal para dictar las normas y revocar las leyes que se aprueban en el territorio entonces sabe que se está violando ese principio de respeto a las leyes del territorio ocupado. Aquí también se viola el principio que prohíbe la destrucción o incautación de bienes del territorio ocupado. Por lo tanto, el desmantelamiento del patrimonio nuestro para resarcir las acreencias de la banca de la Potencia Ocupante es una violación de ese principio. Más aún cuando esos préstamos se hicieron a sabiendas de la insolvencia del territorio ocupado con el solo propósito de apropiarse de sus bienes y de paso empobrecerlo para hacerlo aún más dependiente de la potencia ocupante.
Los independentistas no debiéramos respaldar ese mamarracho colonial de los Congresistas Ocasio y Velázquez. Favorecer la independencia es denunciar la ocupación por más de 120 años, es exigir el cumplimiento con el derecho internacional, es señalar los abusos y violaciones a nuestros derechos humanos y defender nuestra patria de la humillación y despojo por la ley Promesa, la ley 600 y cualquier otra ley congresional. Dejar ver claro como esa es la misma explotación en todos los otros territorios que han sido sometidos al coloniaje. Claro que los que rechazamos el coloniaje queremos identificarnos unos con otros. Así que cargar la bandera, reclamar ser boricua, ser anti-anexionista, cantar preciosa y otras señas pueden ser indicativos de que somos un pueblo distinto y único. De ahí, un tipo jaiba como Aníbal puede agitar cualquiera de esos símbolos para que respaldemos sus pretensiones, pero eso no sería necesariamente un reclamo de independencia. Debemos estar alerta y analizar bien las propuestas de los listos para que no terminemos defendiendo al imperio y al coloniaje.