La palabra arbitrariedad que tiene varios sinónimos entre ellos: capricho, abuso, atropello, injusticia, favoritismo, parcialidad, fue la seleccionada para el nuevo poemario del escritor Carlos Juan Velázquez Cruz. El título de este libro es muy acertado, porque el poeta ha atravesado por muchas arbitrariedades, principalmente con las de su salud.
El poemario publicado en 2021, cuenta en su portada con la obra en acrílico El reino es mi fruta (2020) del talentoso pintor Carlos Santiago Rodríguez. Fue dedicado al líder deportivo y comunitario, Ángel Miguel Feliciano Pérez, y abre con un excelente prólogo, titulado Un poemario particular, escrito por la Dra. Rosario Esther Ríos de Torres. Para la prologuista la poesía: “no es una arbitrariedad. No es un capricho. Está dictada por la razón del ser interior humano, la lógica de la voz interina, por el rumor que habita en el silencio del alma. La Poesía no es un antojo, ni un atropello de poder. No es una manifestación de fuerza, de fama, o de fortuna” (p.11-12). Sus palabras son muy certeras, porque la poesía para Velázquez Cruz significa vida, alegría, entusiasmo, a pesar de que en el poemario, se habla del terremoto del 7 de enero de 2020 y de la pandemia del Covid 19. El libro contiene catorce poemas: “Enero de epifanía telúrica”, “Un pensamiento y el silencio”, “Arbitrariedades”, “Los perros”, “Se preguntaron”, “Marzo, pasando de prisa”, “Los ojos del mundo”, “Una lenta ausencia”, “El grito de la pandemia”, “Un verso andando entre las manos”, “¿Habrá esperanza?”, “La imagen del virus”, “El último acecho” y “Hasta aquí”.
“Enero de epifanía telúrica” nos recuerda una terrible arbitrariedad para la que no estábamos preparados:
—siete de enero en la razón latente—
el estruendo en jamaqueo
de la nuestra madre tierra
madre natura… madre asustada,
madre en desencanto
madre maltratada (p.19)
Cómo olvidar aquella terrible madrugada, cuando la tierra puertorriqueña tembló, para que entendiéramos que somos vulnerables y le debemos respeto a la Pachamama, a la Akna, madre de los mayas:
Madre natura desencantada
Madre natura asustada
Madre natura en convulsión
para edificar los rieles de tu tren
cual presagios en descarga
de una iluminación divina del mañana… (p.20)
En el poema “Los perros” Velázquez Cruz vuelve a reflexionar sobre las lecciones que nos da el planeta que nos cobija; es nuestro refugio pero, no queremos prestarle atención a sus múltiples formas de manifestar su dolencia:
La tierra se inunda en llanto
Y en temblores se defiende.
Ha sido tanto el maltrato.
Ha sido tanto el olvido… (p.24)
“El grito de una pandemia” es un poema introspectivo que nos obliga a pensar que de pronto, la vida cotidiana se nos detuvo. Dejamos de abrazarnos, de tocarnos, de besarnos y, tuvimos que aceptar que teníamos que distanciarnos físicamente, de los seres amados. Como un sortilegio, nuestros destinos cambiaron abruptamente al grado de tener que encerrarnos en nuestras casas:
El grito de una pandemia
es la camisa de fuerza
es la cadena presente
de eslabones sin permiso
es esa cruel y maldita punta lanza
con una furia inclemente
con su cara de demente
y de atroz calamidad
que a mansalva ya hiere
a toda la humanidad. (p.33-34)
Carlos Juan Velázquez Cruz afirma que para él la poesía: “es la vía que conduce al desahogo y a la transformación, definiendo la realidad de lo que padecemos. Somos palabra, grito, verbo…” (p.43). Para concluir en el prólogo, la Dra. Rosario Esther Ríos de Torres oportunamente sostiene que estos “catorce poemas, o estaciones de las vivencias del dolor de un pueblo son el poemario puertorriqueño, testimonio ante la Hispanidad de la epifanía telúrica y de los gritos pandémicos agonizantes que lo lastiman, y que lo azotan inmisericordemente” (p. 16-17).
El poemario “Arbitrariedades” se presentó al público, el domingo 27 de junio de 2021; contó con la participación del Dr. José Víctor Madera y el Dr. Rodolfo J. Lugo-Ferrer. Recomiendo que se lea detenidamente, meditando y ponderando, que somos aves de paso en este cosmos inmenso. Que somos una ínfima parte de habitantes del planeta, a los que nos toca velar por sus recursos naturales y proteger el medio ambiente. Ya lo dijo Eugenio María de Hostos en Para todos los días, refiriéndose a la naturaleza:
“La lluvia es el llanto del cielo y en
sus enojos de enamorado con la
tierra, concluye como la cólera del
hombre con su amada con lágrimas
copiosas”. (p.99)